Enerolisa Núñez y la herencia ancestral de los tambores

Una mirada a una de las cantadoras de salve más trascendente del país

Por Roldán Mármol y Alejandro González

Entre el silbido de una brisa antigua y el rumor de las aguas del río Yaguasa, los pobladores de “Mala Vuelta”, allá por Guaricano, le oyeron emitir su primer alarido en 1952. Más tarde, a inicios de los años 60, migró a la cercana comunidad de Mata de los Indios, en San Felipe de Villa Mella. Hasta allí llegó marcada por la herencia ancestral de los tambores: su bisabuela, Bai Minier, era cabeza de los Congos; su madre Amada Ferrand, alias Ulogia, era una reconocida cantadora en la región. En ese ambiente, su tía Jacoba Núñez, experimentada tocadora e intérprete de salve, congo y serenata, la inicia en el mágico mundo de los ritos y las tonadas. Y ya, a los 8 años, el primer panadero comienza a sonar en sus pequeñas manos.

Así nace la trayectoria de la portadora de tradiciones de mayor trascendencia de la música folclórica dominicana actual. Una voz singular, alta y cargada de lamentos, carcajadas e ilusiones, que se fue convirtiendo durante el tiempo en un fenómeno sin precedentes en la historia musical del país.

Su carrera como cantadora se consagra definitivamente en la década de los 90. Tras participar como invitada en diversas producciones discográficas de reconocidos artistas de la música popular dominicana, siendo parte de una impactante fusión de salve y merengue (un ejemplo de esto fue el tema ganador de un Casandra, “Esa mujer abraza mi vida”, que grabó con Rokabanda), da su salto definitivo como solista en 1997, al ser una de las protagonistas principales de la producción del “vol.1 de la Serie Música Raíz”, interpretando canciones como “Ogún Balenyó”, “ San Antonio” y ¡Oh. Libué”!, las cuales se convirtieron en éxitos a nivel popular.

Con esta experiencia se inicia formalmente la agrupación Enerolisa y la Salve de Mata de los Indios (que cuenta con la presencia de su hijo Osvaldo, tocador de gϋira y de su hija Yeni, quien a los 7 años ya tenía su panderito y quien, hoy día, es una excelente cantante y una de las mejores tocadoras de salve). Su reconocimiento crece a medida que se suceden sus presentaciones en espectáculos y conciertos nacionales e internacionales, llegando a participar, incluso, en el Festival Cultural de las ciudades mexicanas de Potosí y Querétaro.

Convertida ya en una fuerza de la naturaleza y del destino, Eneroliza Núñez ha abrazado el nuevo milenio cantando aquí y más allá de nuestras fronteras con la misma potencia con la que cantaron sus ancestros. Por eso, hoy, más que nunca, en un mundo global que amenaza con diluir el manantial de identidades, la cantadora de salve nos invita con su voz a romper las barreras generacionales y territoriales, y a asumir plenamente la riqueza, plural y diversa, de nuestras raíces.