Por Manuel Mora Serrano
Y entonces los mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza:
hicimos de azúcar parda las noches de luna llena;
llenamos de piel, de nuestra verdadera piel, los hondos ríos;
fabricamos con soles tiznados los ojos de nuestras mozas,
pusimos claveles y azucenas en sus labios y en sus bocas,
con tierra, con tierra de los cacaotales centenarios,
tierra prieta y virgen, olorosa a sueño, hicimos sus carnes;
con hebras perfumadas de raíces de pachulíes adornamos sus sexos
y de auyamas insomnes poblamos el pueblo de sus senos;
con pringues de bija y leche hicimos los ombligos de nuestras mozas.
Ah..., no quedaron robles firmes cuando construimos sus muslos
y con olivares lejanos y flamboyanes de África,
con aceite de coco y misterio de selvas,
hicimos nuestros rostros, el esplendor moreno de los rostros.
Cuando los mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza
mezclamos el día y la noche en un mortero de sueños,
machacamos al día y la noche, día y noche majamos
y así hicimos los cuerpos del color de Yelidá.
Con la límpida materia del día hicimos las almas
y con materias frescas de lunas llenas, los cuerpos.
Cuando los mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza
dijimos primero: Sea el ron y fue el ron
y vimos que el ron era bueno y bebimos.
Dijimos después: sea el ron como una culebra de fuego
y fue el ron como una culebra de fuego para el amor,
y dijimos entonces sea la noche del amor,
y fue la noche del amor como el ron, alucinante,
y fue la noche del amor de los mulatos como el ron, ardiente,
y fue la hembra mulata como una culebra de fuego
y fue el macho mulato como un caimán, ¡insaciable y sensual!
Y cuando vimos que la noche del amor de los mulatos era buena
dijimos: sea la noche del amor mulato terrible y agotadora
y fue entonces cuando los mulatos bendijimos al sexo.
Dijimos: Sea el sexo de la hembra mulata como la noche, insaciable;
sea el sexo de la hembra mulata, como la noche de bija y leche
y mane esencia de claveles y azucenas bajo la uva del ombligo.
Y así fue el sexo de la hembra mulata, substancioso.
Y dijimos: bendito sea el sexo de la hembra mulata
porque es incansable, insaciable e insondable
como la noche de bija y leche bajo la uva de su ombligo.
Y dijimos entonces: De él baje la gloria física como fiebre eterna
y fue bendito bajo las noches de bija y leche.
Cuando nosotros los mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza
y vimos que era bueno y deseable, dijimos:
que la carne del mulato queme la carne blanca bajo las noches,
que sea sol en las noches sobre la mañana en sábanas de la mujer blanca
y dijimos: ame el mulato la piel blanca entregada y sea su señor,
en ella se enseñoree como rey en la noche, como rey en el día
y sea así sobre la piel sin color y sobre la piel sin pigmento
y que sea ají, pimienta y sudor, calor y fuego, la piel del mulato,
y así fue ají, pimienta, sudor, calor y fuego sobre la hembra blanca.
Y dijimos: ame el blanco a la mujer mulata,
encuentre en ella un misterio interminable y sea su esclavo;
por ella robe, mate y pierda el sueño y las fuerzas.
Y dijimos, por cuanto de la hembra negra nos viene la astucia de amar
y del macho negro trajimos la fuerza y la sabiduría para amar,
sea el mulato dulce sobre la piel nocturna y exista la armonía
y las islas de los cocoteros duerman sobre el continente de los negros
por cuanto son bellos y son puros, ingenuos y exaltados.
Y así todo fue hecho, como nosotros dijimos, y quisimos
al conjuro de tambores y violines, de atabales y flautas,
porque sólo el mulato que es materia diurna y nocturna, piel de Yelidá,
puede ser señor y dirimir conflictos entre el negro-negro
y el blanco-blanco, porque nosotros, los mulatos, su fruto somos,
su engendro somos en verdad, y en verdad sea dicho:
somos la mezcla perfecta y duradera, dioses somos;
por eso hicimos nosotros, los mulatos, el mundo a nuestra semejanza.
Clodomiro Moquete
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