En San Juan existió un Señor “muy servicial”, que arreglaba los juguetes de los niños. “reparaba paraguas, relojes y cerraduras”.
Era Armero de oficio con habilidades operativas empíricas y con vastos conocimientos del metal mecánica. Reparaba “discretamente los revólveres y pistolas de algunos amigos, y otros artículos parecidos”.
A los paraguas y sombrillas, les hacía mangos y anillos, los cosía, pegaba y remendaba, pero sobre todo este “Señor”……. tocaba bonito.
Fue llamado con cariño por el pueblo: “Bonito Señor”.
El Ing. Sinecio Ramírez nos comenta que: “Se rumoraba que el Bonito señor tenía cuentas con la Justicia en el cibao” (…) El Cibaeño Bonito Señor Y el azuano Robín Recio eran los dos "Curiosos del Pueblo" en el Somnoliento San Juan de los Años 40 y 50. La profesión de “Armero” era una profesión mal vista en la "Era de Trujillo", luego del gran desarme realizado durante la ocupación militar de los americanos de 1918 a 1924”.
“Bonito Señor” llegó a ser considerado como el Gurú del acordeón. Todo lo arreglaba, desde los pitos, el "diapasón" con su arreglo de teclas, hasta el fuelle rodeado por sus cajas de madera.
En su taller ubicado en la calle Sánchez, próximo a la Gallera Vieja, “Bonito señor” construía las mejores lengüetas metálicas que vibraban con el aire y generaban los más agradables sonidos de los acordeones de San Juan.
En San Juan, la historia del acordeón, su música, sus intérpretes, bebieron de las aguas, de los aportes de un cibaeño que tocaba bellos merengues cibaeños de tierra adentro.
Alto, Blanco, encorvado, con pelo lacio repartido para ambos lados, este simpático personaje del San Juan de ayer, bailaba estremeciendo su cuerpo, mientras tocaba los bajos y acordes de su acordeón como un “Bonito Señor”.
Teodulo A. Mercedes lo recuerda asi.
Por otro lado, los niños hábidos de aventura, frente a la prohibición de llegar al río, nos ocupábamos de vivir en los patios de los vecinos cercanos.
En ese sentido corriendo por el espacio en que se tejían los andullos de Cristino, prospero negociantes de tabaco, llegábamos al patio de tío “Bonito Señor”, quien conociendo nuestras necesidades, nos sentaba en mecedora de guano y nos obsequiaba con mangos, tamarindos o granadas, en función de la fruta que abundaba en el tiempo.
Desde luego, siempre nos solicitaba que no le tiráramos piedras porque podríamos golpear a las personas.
Se buscaba un acordeón y comenzaba a extraer desconocidas notas musicales, al mismo tiempo en que preguntaba quien quería aprender a tocar el instrumento.
Muchas veces, “la tranquilidad de mecedora” era interrumpida por la voz aflautada de “tía Julia”, la sanjuanera que lo acompañó, siendo procedente de la familia Casilla que habitaba cerca del parque de la Sánchez, que lo conminaba a dejar los niños que jugaran diciendo: “Ramón, deja los niños que se muevan en el patio que no van a romper las matas.”
Como los entes de leyenda, no se cuando “Bonito” apareció en el Barrio, porque cuando tuve conciencia de mi, el estaba allí, con su baile, sonrisa y acordeón.
Su casa era visitada por numerosos militares que acudían a empavonar y reparar armas de fuego, así como del vecindario para todas clases de reparación de cachivaches.
No conversaba de política, lo cual era ratificado por mi abuela que era amiga de su esposa. Se tenía la impresión que cambió de hogar del Cibao al Sur, por inconvenientes políticos.
Cuando se le preguntaba de su mudanza para el pueblo, sonreía y sacaba un “Cara de Gato” de donde se servía un trago como contestación.
Tenía un grupo selecto que lo acompañaba a la gallera los domingos, donde era muy popular con su acordeón, las mayorías recibían conocimiento del instrumento en su casa, por medio de lecciones que impartía.
Para desgracia, no tuvo hijos, o en su entorno nunca presentó uno como suyo, lo que motivo que sus hijos queridos, eran los del barrio, pero nunca le faltó consuelo ni alegría, porque los muchachos cercanos se la proporcionaban en abundancia.
En las reuniones que hacía su mujer, con mi abuela, Suna Mateo, su vecina del lado y otras, siempre estaba presente con su acordeón, sus notas musicales, sus chistes compartiendo una tasa de café o tajada de lechosa.
A veces, las jóvenes Fifa hija de Guarín del vecino del frente, Miriam, Elsa Caro y Cela, acompañaban el entorno, siendo las primeras bailadoras de la música del renombrado acordeonista. Era un metalmecánico completo, por lo que no competía con Adolfo, fundador junto a Justica de la familia de “los Trigos” que también ejercían las reparaciones de paraguas y maquinas de cocer y tijeras que todavía habitan frente a la que fue mi morada.
Justica, señora que sobrepasa los cien años de edad, con una lucidez admirable, constituye en el momento, la memoria viva de la historia del desarrollo del Pueblo.
No logré entender hasta años después, el porque en el parque de la Estrelleta, cuando en los días de mercados que acudían los hombres del campo con sus producto y amarraban los animales en el, pagando por supuesto el arbitrio municipal, en el campo de Aviación, en la esquina de “Balito” (Estrelleta con Sánchez) cuando había una gran fiesta , eran “Juan Patica” y “los Macos,” es decir los reyes de los palos que llenaban de alegría a los habitantes de las márgenes del pueblo, ignorando el instrumento maravilloso que dirigía el extraordinario “Tío Bonito Señor”, así como la guira y su apreciada compañera. La hoy tambora nacional.
Luego de abandonar mi hogar, me recordaba de lo que siempre se dice, canciones de cuna, que para mi eran las canciones preferidas de mi abuela y no lograba encontrar en el recuerdo, las notas melodiosas de los innumerables merengues que le agregaron colorido a la alegría de la vida.
Solo encontraba, algunos sonidos de mangulinas lejanas, quizás olvidada de tanto repetirse.
Mas luego comprendí, luego de escuchar al licenciado Julio Cesar Paulino, Guru de la música nacional y oriundo del entorno de la Estrelleta, que el sonido de “Tío Bonito”, era lo nuevo, era la conquista del Perico Ripiao Cibaeno a los valles fértiles de San Juan. Era el cambio de los sonidos tradicionales de palos del sur, por los tonos prestigiosos del acordeón de procedencia europea.
Hoy, al comienzo del ocaso de mi existencia, reconozco la dictadura de tan prodigioso instrumento, el cual en las manos de Ñico Lora, Bartolo Alvarado, Guandulito, Tatico Henríquez, u otro virtuoso, es fuente y manifestación de nuestra dominicanidad.
Pero aunque reconocida su supremacía como instrumento musical en el ámbito nacional, en el “Granero del Sur”, todavía tiene sus limitaciones espirituales, pues no ha podido ser utilizado en la ejecución de un réquiem, ni aquí o en otro lugar conocido, por lo que no ha podido sacar de circulación los palos de mi ciudad adoptiva, los cuales continúan permanentemente siendo utilizados para fiestas y actividades religiosas, por “los Cofrados” a la hora de su partida.
Siendo una actividad cotidiana en los campos de San Juan, nadie ha exaltado los anónimos “tocadores de palos y conociendo los estudiosos nacionales que Réquiem, significa en latín "descanso", música de lamento, de muerte, obra musical de carácter religioso dedicada al muertos y su recuerdo, nadie ha opinado sobre esa maravilla, estilo y procedencia, nadie conoce los Mozart, Berlioz, Schumann, Brahms, Liszt, Verdi, Dvorak y Bruckner, de los palos del sur, de igual forma, sobre que desconocidos tinglados se diferencias los ecos de los palos, entre aquellos festivos y los dedicado a la muerte.
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