lunes, 2 de mayo de 2011

El espíritu del Ser Sanjuanero



Por: José Enrique Méndez


Existe una enérgica creatividad cultural, un conjunto de conductas y formas que como cauce social genera vínculos de identidad, la energía sensorial que define el orbe de los valores emotivos del alma del ser sanjuanero. Es el contexto de símbolos culturales, donde el folklore , la religiosidad popular, los personajes, las diversiones populares, los mitos y tradiciones, los líderes espirituales mesiánicos, ayudan a sus gentes a vivir en comunidad.

Hay una visión colectiva en la religiosidad del ser sanjuanero, que es práctica cultural libertaria de resistencia, generadora de vínculos de identidad, que le permite luchar por transformar su realidad.

Percibido a partir de un conjunto de símbolos culturales el “espíritu del ser sanjuanero”, posee un conjunto de rasgos fundamentales que como barrera invisible, encuentra su origen, se remonta al escenario del bautizo de un falo pulimentado, encerrado en redondel de piedras sueltas en el Municipio de “Juan de Herrera”; centro del poder de Caonabo y Anacaona; corral ceremonial de la vida, circulo de devoción taína convertido en signo cargado de significación y de energía, desde donde se empezó a escuchar, en areitos, los latidos de la vida del pueblo del Maguana.

El espíritu del ser sanjuanero proviene de la vieja aldea, región pobre, tres veces refundada, que con el tiempo, recibió aportes migratorios, españoles y negros, acumulando riquezas agrícolas y ganaderas, conformando distingo de clases, credo religioso y político que definieron su identidad:


"A principios de siglo San Juan de la Maguana era una pobre aldea, triste, sumida en aislamiento localista y situada estratégicamente en medio de un panorama deslumbrador de belleza. Enclavada en el magnífico valle de su nombre, vegetaba en el olvido como una joya abandonada. Sin caminos viables hacia el Este lejano, miraba hacia el Oeste próximo. Su comercio y su contacto a lomo de mulo eran más intensos con Haití que con los pueblos de la República. El contrabando era ley de la frontera. La agricultura era muy rudimentaria y el comercio limitado a los efectos de uso diario, que procedían todos de Haití. La producción, el ganado que libremente pastaba en sus grandes pampas y una agricultura reducida a las necesidades regionales.

Aldea sin horizontes ni perspectivas futuras, San Juan de la Maguana no tenía otra cosa que ofrecer a la mocedad que una traba de gallos, un vaso de ron o las diversiones que brindan las entretenidas y los suburbios repiqueteando el balsié .
El San Juan de la época (…) era una humilde reunión de amigos alrededor de una botella de ron y una guitarra para interrumpir el sueño de las muchachas con románticas canciones de amor, o los sábados en la noche los bailes de negocio en los suburbios. Después, tedio y aburrimiento. En un medio tan poco espiritual y tan infecundo para despertar ambiciones, no era raro que un joven inquieto y que siente latir en su conciencia o en su corazón un deseo impetuoso de volar, subir y realizar sus ensueños, desboque sus frustraciones en el alcohol, las mujeres y la pendencia.

Los hombres y mujeres de la vieja aldea decidieron luchar por ser ellos mismos, crearon su fisonomía propia, se expresaron libremente en la siembra y el potrero, soñando la nueva ciudad colmada del leve rumor imperceptible del aletear de las mariposas de San Juan. Buscaron a sus penurias una razón libertaria.

Mujeres y hombres aceptaron como vinculo de identidad, el mote de “sanjuanero barriga verde”, signo de unión con fuertes poderes integradores; imagen de la que “todos alardean ya, con la frente alta y el corazón en la mano” (…) La traducen como manifestación de responsabilidad, fundada en la honestidad de sus acciones, en la lealtad de sus principios, en su consagración al trabajo honrado y digno y en su probado valor físico y moral”.

En la geografía psicológica del ser sanjuanero, cantada, sufrida y vivida por los cronistas, de ayer y hoy está presente el principio de la solidaridad, que llevan arraigados en sus propias entrañas; Sigue siendo sobrio, consciente de su mérito, trabajador y hospitalario dentro de la cortesía y el mutuo respeto.

En el Pueblo, desde las esquinas del barrio, debajo de cada Mata de Laurel, en cada campo y parque, el sanjuanero discutió los misterios de su realidad, construyó el imaginario, sus creencias. Usando su capacidad de pensar, orar, fantasear se expresó libremente, construyó con su alma los mitos, las leyendas mesiánicas, las aventuras espirituales, el credo de su religiosidad popular.

Los Palos hicieron irrupción en lo creativo, tocaron sus danzas del poder, como fiestas, ritos religiosos y celebraciones seculares, crearon “El Balsié”, El Piprí “, Los Palos del Espíritu Santo, La Mangulina”, “El Pambiche”, “El Carabiné”, “La Jucusión”, “La Comarca”.

A pesar del abandono y el olvido sobre el registro cultural del Pueblo de San Juan de la Maguana, los mitos y tradiciones permanecen, no han sido posibles sustituirlo en el ideario del pueblo y sus creadores por otros emblemas o perfiles.

Permanecen las narraciones que hablan sobre el Mesianismo de Olivorio Mateo y su muerte de manos de las tropas de Ocupación militar norteamericana.,

Permanece la huella en la memoria, que recuerda aquel despliegue militar en diciembre de 1963, cuando durante todo un día pasaron más de medio ciento de camiones repletos de guardias, armamentos y cañones remolcados por vehículos de apoyo militar, y que dio como resultado La cruel matanza en los templos populares de Palmasola.

Permanece el símbolo de las aguas como signo de purificación, usado en la región para alabar a Liborio y a San Juan Bautista.

Permanece la cofradía al santito que representa él Espíritu Santo del Batey.

Permanecen las devociones a los mellizos de Palmasola.

Permanecen los devotos a las aguas benditas de la región, a la herencia de los dioses indios de territorio del Maguana.

Estas manifestaciones de aventura espiritual del pueblo de San Juan de la Maguana, no son modelos implantados de otras sociedades, son manifestaciones de la fuerza de creatividad de un pueblo que fluye su cultura libremente; esencia de un pueblo que nunca se pierde.

Es la herencia cultural, el alma de la vieja aldea del valle asociada a su historia; a la fuerza creativa de hombres y mujeres que luchan por ser ellos mismos, con la cual debemos vivir juntos y entendernos.

El “espíritu del ser sanjuanero” viene de tan lejos, está tan arraigada al ser sanjuanero, que nadie podrá borrarlo, porque siempre buscará su reconocimiento y terminará imponiéndose, como signo de expresión antropológica imposible de negar.


(1) E. O. Garrido Puello es el responsable de que la palabra barriga verde dejará de ser peyorativa, cuando ocupó posición política señera muy joven, para limar asperezas regionales en todas las oportunidades propicias alardeaba de tener la barriga verde. Su actitud tuvo imitadores y la palabra dejó de ser despectiva.

(2) E. O. Garrido, Espejo del Pasado



El espíritu del ser sanjuanero, es desahogo del alma del pueblo

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