Nicolás Guillén, Obras poéticas, ed. Cit, t.1. ¡Aquí estamos! La palabra nos viene de los bosques, y un sol enérgico nos amanece entre las venas. El puño es fuerte y tiene el remo. En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes. El grito se nos sale como una gota de oro virgen. nuestro pie, duro y ancho, aplasta el polvo en los caminos abandonados y estrechos para nuestras filas. Sabemos dónde nacen las aguas, Y las amamos porque empujaron nuestras Canoas bajo Los cielos rojos Nuestro canto es como un músculo bajo la piel del alma, nuestro sencillo canto. Tenemos el humo en la mañana, y el fuego sobre la noche, y el cuchillo, como un duro pedazo de luna, apto para las pieles bárbaras., traemos los caimanes en el fango, y el arco que dispara nuestras ansias, y el cinturón del trópico y el espíritu limpio. Traemos al perfil definitivo de América. ¡Eh, compañeros, aquí estamos! La ciudad nos espera con palacios, tenues como panales de abejas silvestres., sus calles están secas como los ríos cuando no llueve. en la montaña, y sus casas nos miran con los ojos pávidos de las ventanas. Los hombres antiguos nos darán leche y miel y nos coronarán de hojas verdes. ¡Eh, compañeros, aquí estamos! Bajo el sol nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos de los vencidos, y en la noche, mientras los astros ardan en la punta de nuestras llamas, nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros. |
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