viernes, 10 de junio de 2011
Un matrimonio en Las Matas
Hace muchos años que me contaron esta historia. La debí a un buen amigo de exuberante memoria que hace tiempo duerme en la tumba fría, como dijo el poeta. Aunque he usado una frase de poeta, la historia no tiene nada de lírica; es más bien tragi-cómica
¿Saben mis lectores lo que es un matrimonio obligado? Voy a tratar de dar la explicación en dos palabras, si se puede. Un matrimonio obligado, allá por mis predios, es un casamiento impuesto por los padres o por la justicia, si Adán ha faltado a Eva, inducido por las gracias o las debilidades femeninas. Creo que me he explicado bien. Y ahora la historia.
Una noche, que fue serena y apacible, aunque los contrayentes la habrían deseado tempestuosa, tal como estaban sus almas, compareció a la Iglesia con pobre acompañamiento un matrimonio obligado. Por el camino, en vez de dulces y amorosas frases, el novio murmuraba al oído de su víctima palabras duras como estas: “te dejaré en la puerta. Yo me caso porque me obligan. Yo no te quiero”. A estas poco galantes palabras la novia hacía oídos sordos.
Mientras se celebraban los oficios, el público que curioseaba y que como un sarcasmo nunca falta en esta clase de bodas, se fijaba en que la novia, sin atender a las palabras del cura, se quitaba las chancletas, se arreglaba la falda; pero sin sospechar el fin de todos estos disimulados preparativos. No bien el cura había dicho su última palabra, la ágil muchacha, ya preparada, sin importarle novio ni acompañamiento, huye como un gamo hasta refugiarse en el lugar donde estaban las monturas, seguida de una chiquillada alborotadora y cruel.
Al unírsele el acompañamiento e increparla por su actitud se justificó diciendo:
—Él dijo que me iba a dejar a la puerta de la Iglesia. Y para que me dejara él, lo dejé yo. ¿Te gustó la comedia, lector?
Es verídica. Sucedió en Las Matas de Farfán hace muchos años. Era un matrimonio de campesinos.
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