Por: Sobieski De León Lazala
II
Pocos
sanjuaneros han transitado el camino de la novelística. Si recordamos que
muchos de nuestros críticos y autores de narrativa reconocen que es el
género menos desarrollado en nuestro
país, llegando a afirmar que aun no sea escrito la ‘‘novela dominicana’’,
podemos comprender el estado de la novela sanjuanera, sobre todo por lo lejana
que se encuentra nuestra provincia de la metrópoli, donde se hallan todas las
condiciones para el desarrollo del género: Coloquios, conferencias, talleres
literarios, cursos, presentaciones de libros, universidades, librerías, ferias
y otras condiciones que influyen para crear novelas y novelistas. En la mayoría
de los casos lo único que tienen las provincias son sus vivencias y el deseo de
contarlas desde una de las modalidades literarias.
Tomando
en cuenta estas circunstancias podemos decir que el espontaneísmo es una de las
características más notorias en el quehacer literario sanjuanero siglo XX,
muchos más notorios en el difícil arte de hacer novela que exige no pocas veces
una dedicación a tiempo completo.
En
las últimas décadas la literatura dominicana ha estado viendo a las provincias
abrirse paso en la narrativa. Escritores ‘‘desconocidos’’ han estado labrándose
una personalidad propia dentro del género, cuyas obras han tenido que ser
tomadas en cuenta no porque la critica las haya aupado sino porque el publico
las ha acogido con beneplácito y las ha hecho suyas. En estos casos ha habido
tesón y preparación de sus autores, persistencia y paciencia.
Ejemplos
de estos novelistas los tenemos en el Norte, en el Este y en el Sur, entre
ellos el vegano Pedro Antonio Valdez y su novela ‘‘Carnaval de Sodoma’’, el romanense Avelino Stanley, y sus novelas
‘‘Tiempo Muerto’’ y ‘‘Al fin del Mundo me Iré’’, y los
azuanos, Emilia Pereyra, y su ‘‘Crimen
Verde’’, y R. A. Ramirez Báez, y su novela ‘‘ Los Hijos de Aguamarina’’ y ‘‘Los Muertos También Hablan’’ (relatos novelados).
Como
novelistas sanjuaneros a tomar en consideración tenemos dos autores: Ulises Heureaux Ogando y Guillermo Piña-Contreras, ambos
preparados literariamente en Paris, Francia, el uno a principio de siglo, el
otro al final. La obra de Heureaux Ogando, aunque sabemos fue escrita se
mantiene ‘‘perdida’’, incluso no hay pruebas de que hayan sido publicadas aunque
cuentos suyos aparecieron en revistas de la época.
‘‘En la Copa del Árbol’’
(1906), es la novela que más se menciona de él, y solo tenemos pinceladas de
que es una novela romántica catalogada de ‘‘curiosa’’, escrita en Paris y
ambientada en sucesivos enlaces y episodios sobre un fondo galante. Completa su
trilogía novelística: ‘‘Amor Que
Emigra’’ (1910) y ‘‘Rafael Leónidas
Trujillo’’ (1938). Su obra de teatro ‘‘Consuelo’’,
fue representada en el Teatro Anacaona de San Juan de la Maguana, tan temprano
como 1918. Lo que demuestra que el teatro sanjuanero ha sido uno de los
primeros en la República Dominicana.
Guillermo
Piña-Contreras, hasta el momento es la máxima representación de la novela en la
provincia de San Juan, durante toda la segunda mitad del siglo XX. Tiene dos
novelas: Fantasma de una Lejana Fantasía
y La Casa de Leonor, ambas escritas
en Paris. La primera aborda el tema de la postrimería y caída de la tiranía de
Trujillo. Heureaux, el otro sanjuanero-parisino, también aborda el tema de Trujillo
en su novela ‘‘Rafael Leónidas
Trujillo’’. Tal vez presente a un Trujillo modernizador de la República. Si
recordamos que Juan Bosch, uno de los literatos más sobresalientes de nuestro
país salió al exilio en 1937 asfixiado por la opresión del régimen, y que
Heureaux Ogando, escribió su novela un año después, es deducible que si salió a
la luz, habrá sido por ser favorable al régimen.
Fuera
de estos dos autores, San Juan de la Maguana no tiene otros novelistas con
rigor literario durante los cien años transcurridos que analizamos.
Tenemos
noticias de una novela titulada ‘‘El Jardín de los Guayabos’’ del sanjuanero
Bienvenido de Jesús Acosta Rivera, y otra de reciente aparición: El Monseñor de
las Historias (editada por Búho, 2007), de Carlos Agramonte. La ineditez de la
primera y el hecho de apenas empezar a difundirse la segunda, no ha permitido
una caracterización de las mismas.
En
cuanto a ‘‘José Olivorio Mateo:
Curandero-Guerrillero’’, es claro que no se trata de una novela; más bien
de lo que se trata es de la historia contada de un personaje maravilloso con
intensiones novelescas. Se trata de una rica veta de oro poco pulido donde se
avizora el germen de una gran novela que espera ser escrita, sobre este profeta
de su tiempo. En ella aparecen testimonios verídicos de protagonistas que
acompañaron al guía espiritual y social de la Maguana en sus años de lucha y
martirologio.
El Bastardo,
de Rafael Caonabo Peña, La Familia de
Francisco Gómez, de Sigfrido Cordero y El
Manual, de Luis Enrique Matos (que su autor llamo ‘‘cuentos’’), se parecen
mucho en su estructura y creación. Los tres autores parten de un punto común:
El deseo de contar lo que han visto, lo que les ha dejado una honda impresión
en sus vidas. Pero todas se quedan en una ‘‘crónica de acontecimientos
cotidianos’’ que en más de una ocasión se desconectan de los que cuentan para
iniciar cosas nuevas, dejando una sensación de disgregamiento. Los tres son
bisoños del novelar, tipos con agallas que se han propuesto un fin: escribir su
novela. De las tres, El Bastardo tiene momentos de verdaderos logros
novelísticos como cuenta la matanza de las dos familias por asuntos de herencia
y como se diezmaron mutuamente, pero cuando ‘‘El Bastardo’’ empieza a buscar un mundo mejor e inicia sus
andanzas, así como se disgrega su familia se disgrega la historia.
La Familia de Francisco Gómez,
es más bien un conjunto de relatos novelados de una familia de clase media baja
unida por el años y el sacrificio de sus padres, que va escalando posiciones
sociales a base de tesón y perseverancia a través de la educación en la escuela
pública; el autor va contando anécdotas
infantiles, escolares y universitarias mezcladas con los sueños y la moral de
esa época, hasta lograr algunos de ellos anhelado triunfo profesional. Luego
habrá un salto a la vida burguesa de placeres que les fueron vedados durante la
formación de la personalidad de cada uno de ellos. Se trata de una narrativa
‘‘oral’’, pero sin tener mucho en cuenta, las reglas literarias del contar o el
novelar.
(Continuará)
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