miércoles, 25 de abril de 2012

Características De Los Escritores Sanjuaneros En La Literatura Del Siglo XX.





Por: Sobieski De León Lazala
II

Pocos sanjuaneros han transitado el camino de la novelística. Si recordamos que muchos de nuestros críticos y autores de narrativa reconocen que es el género  menos desarrollado en nuestro país, llegando a afirmar que aun no sea escrito la ‘‘novela dominicana’’, podemos comprender el estado de la novela sanjuanera, sobre todo por lo lejana que se encuentra nuestra provincia de la metrópoli, donde se hallan todas las condiciones para el desarrollo del género: Coloquios, conferencias, talleres literarios, cursos, presentaciones de libros, universidades, librerías, ferias y otras condiciones que influyen para crear novelas y novelistas. En la mayoría de los casos lo único que tienen las provincias son sus vivencias y el deseo de contarlas desde una de las modalidades literarias. 
Tomando en cuenta estas circunstancias podemos decir que el espontaneísmo es una de las características más notorias en el quehacer literario sanjuanero siglo XX, muchos más notorios en el difícil arte de hacer novela que exige no pocas veces una dedicación a tiempo completo.
En las últimas décadas la literatura dominicana ha estado viendo a las provincias abrirse paso en la narrativa. Escritores ‘‘desconocidos’’ han estado labrándose una personalidad propia dentro del género, cuyas obras han tenido que ser tomadas en cuenta no porque la critica las haya aupado sino porque el publico las ha acogido con beneplácito y las ha hecho suyas. En estos casos ha habido tesón y preparación de sus autores, persistencia y paciencia.
Ejemplos de estos novelistas los tenemos en el Norte, en el Este y en el Sur, entre ellos el vegano Pedro Antonio Valdez y su novela ‘‘Carnaval de Sodoma’’, el romanense Avelino Stanley, y sus novelas ‘‘Tiempo Muerto’’ y ‘‘Al fin del Mundo me Iré’’, y los azuanos, Emilia Pereyra, y su ‘‘Crimen Verde’’, y R. A. Ramirez Báez, y su novela ‘‘ Los Hijos de Aguamarina’’ y ‘‘Los Muertos También Hablan’’ (relatos novelados).
Como novelistas sanjuaneros a tomar en consideración tenemos dos autores: Ulises Heureaux  Ogando y Guillermo Piña-Contreras, ambos preparados literariamente en Paris, Francia, el uno a principio de siglo, el otro al final. La obra de Heureaux Ogando, aunque sabemos fue escrita se mantiene ‘‘perdida’’, incluso no hay pruebas de que hayan sido publicadas aunque cuentos suyos aparecieron en revistas de la época. 
‘‘En la Copa del Árbol’’ (1906), es la novela que más se menciona de él, y solo tenemos pinceladas de que es una novela romántica catalogada de ‘‘curiosa’’, escrita en Paris y ambientada en sucesivos enlaces y episodios sobre un fondo galante. Completa su trilogía novelística: ‘‘Amor Que Emigra’’ (1910) y ‘‘Rafael Leónidas Trujillo’’ (1938). Su obra de teatro ‘‘Consuelo’’, fue representada en el Teatro Anacaona de San Juan de la Maguana, tan temprano como 1918. Lo que demuestra que el teatro sanjuanero ha sido uno de los primeros en la República Dominicana. 
Guillermo Piña-Contreras, hasta el momento es la máxima representación de la novela en la provincia de San Juan, durante toda la segunda mitad del siglo XX. Tiene dos novelas: Fantasma de una Lejana Fantasía y La Casa de Leonor, ambas escritas en Paris. La primera aborda el tema de la postrimería y caída de la tiranía de Trujillo. Heureaux, el otro sanjuanero-parisino, también aborda el tema de Trujillo en su novela ‘‘Rafael Leónidas Trujillo’’. Tal vez presente a un Trujillo modernizador de la República. Si recordamos que Juan Bosch, uno de los literatos más sobresalientes de nuestro país salió al exilio en 1937 asfixiado por la opresión del régimen, y que Heureaux Ogando, escribió su novela un año después, es deducible que si salió a la luz, habrá sido por ser favorable al régimen.
Fuera de estos dos autores, San Juan de la Maguana no tiene otros novelistas con rigor literario durante los cien años transcurridos que analizamos. 
Tenemos noticias de una novela titulada ‘‘El Jardín de los Guayabos’’ del sanjuanero Bienvenido de Jesús Acosta Rivera, y otra de reciente aparición: El Monseñor de las Historias (editada por Búho, 2007), de Carlos Agramonte. La ineditez de la primera y el hecho de apenas empezar a difundirse la segunda, no ha permitido una caracterización de las mismas.
En cuanto a ‘‘José Olivorio Mateo: Curandero-Guerrillero’’, es claro que no se trata de una novela; más bien de lo que se trata es de la historia contada de un personaje maravilloso con intensiones novelescas. Se trata de una rica veta de oro poco pulido donde se avizora el germen de una gran novela que espera ser escrita, sobre este profeta de su tiempo. En ella aparecen testimonios verídicos de protagonistas que acompañaron al guía espiritual y social de la Maguana en sus años de lucha y martirologio. 
El Bastardo, de Rafael Caonabo Peña, La Familia de Francisco Gómez, de Sigfrido Cordero y El Manual, de Luis Enrique Matos (que su autor llamo ‘‘cuentos’’), se parecen mucho en su estructura y creación. Los tres autores parten de un punto común: El deseo de contar lo que han visto, lo que les ha dejado una honda impresión en sus vidas. Pero todas se quedan en una ‘‘crónica de acontecimientos cotidianos’’ que en más de una ocasión se desconectan de los que cuentan para iniciar cosas nuevas, dejando una sensación de disgregamiento. Los tres son bisoños del novelar, tipos con agallas que se han propuesto un fin: escribir su novela. De las tres, El Bastardo tiene momentos de verdaderos logros novelísticos como cuenta la matanza de las dos familias por asuntos de herencia y como se diezmaron mutuamente, pero cuando ‘‘El Bastardo’’ empieza a buscar un mundo mejor e inicia sus andanzas, así como se disgrega su familia se disgrega la historia.
La Familia de Francisco Gómez, es más bien un conjunto de relatos novelados de una familia de clase media baja unida por el años y el sacrificio de sus padres, que va escalando posiciones sociales a base de tesón y perseverancia a través de la educación en la escuela pública; el  autor va contando anécdotas infantiles, escolares y universitarias mezcladas con los sueños y la moral de esa época, hasta lograr algunos de ellos anhelado triunfo profesional. Luego habrá un salto a la vida burguesa de placeres que les fueron vedados durante la formación de la personalidad de cada uno de ellos. Se trata de una narrativa ‘‘oral’’, pero sin tener mucho en cuenta, las reglas literarias del contar o el novelar.
(Continuará)

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