Damocles Méndez Rosado.
El juicio sumario al que fue sometido
Francisco del Rosario Sánchez y sus compañeros, es un acto adbominable,
execrable e ignominioso que constituye una sombra en la historia dominicana
por la bestialidad del trágico y funesto acto que mancho la conciencia
y el decoro de la dominicanidad. Con ese acto bochornoso se consuma
el horrendo crimen contra quien fuera el alma y unos de los más
intrépidos forjadores de nuestra nacionalidad. El martirio escenificado en San
Juan el 4 de Julio del año 1861, no tiene paralelo en la historia
dominicana.Fue un espectáculo deshumanizador, plasmado de crueldades y de una
criminalidad de lesa patria por las características de aquel hecho
que constituye una mancha negra en la pagina de nuestra vida republicana.
San Juan fue el lugar donde los colores
sacrosantos del lienzo tricolor se marchitaron con las sangres derramadas por
quienes la conciencia le dicto el sagrado mandato de restituir la soberanía
truncada por la traición de Pedro Santana.
La tragedia de Sánchez, se inicia en
el Cercado como consecuencia de una vil traición de dominicanos que se
ocultaron tras la sombra para eclipsar las honras de los que cargaban
en su conciencia el deber y el sentimiento patrio. Con el martirio
en San Juan se consuma, y se extingue la lumbrera que dirigió importantes
epopeyas en ara de la redención del pueblo dominicano, Sánchez no solo
es, el símbolo del sacrificio y el heroísmo sin límite ante las garras
infernales de sus verdugos, es la redención del sentimiento de la nación;
con él se cumplió un mandato ineluctable salpicado de traición tal como el
mismo lo señala cuando sentencio:
´´Para la proclamación de la república fue
necesaria la sangre de los Sánchez ´´
No hubo el menor ejercicio del derecho a
la defensa para Sánchez y sus compañeros, la sentencia estaba dictada en
la negra conciencia de Pedro Santana y sus séquitos desprovistos de
sentimiento de humanidad y actuando bajo la inspiración de malsanos intereses
anti nacionales. La vorágine espeluznante con que se llevo a cabo el
fusilamiento del patricio y sus campaneros de martirio, fue un acto repugnante
donde la barbarie vistió sus mejores garras con tentáculos que con sañas
buscaban arrancarle el corazón a la patria a la persona de Sánchez y sus
compañeros de campañas libertarias.
No valió el suplicio del Padre Narciso
Barrientos, para sensibilizar el corazón de quienes ejecutaron tan
bochornoso crimen.
El padre Barrientos, alma noble y de
sentimientos que demostraban su vocación de servidor del señor, en ningún
momento abandono a Sánchez en sus días aciagos, la tragedia del paladín
de Febrero conmovió las fibras más sensibles de este cura cuya vida fue un
rosario de buenas obras y de auxilios a los necesitados, su sotana era un
símbolo de humildad y dedicación al ministerio de asistir a los
necesitados y a las victimas de las injusticias.
Los relatos de la época, nos pintan
a un Padre Barrientos abrumado por el dolor, caminando
apenado, desde la rustica iglesia, hasta la plaza pública, escenario del
juicio. La impotencia afligía el rostro del cura ante la tragedia de Sánchez y
sus compañeros . Las crueldades de aquel martirio, dibujaban en su
figura, la protesta que brotaba callada de su interior. Desde el día 3 al
4 de Julio del año 1861, fueron días de tormentos para este humano que
compartía su ministerio con diversas practicas propias de su condición de
humano a quien las característica de un San Juan arropado por la
ruralidad y la cotidianidad propias de una comarca alejada de la
capital, lo inducían a compartir su sotana con las múltiples
circunstancias de la realidad del medio social en que se desenvolvía.
El cadalso de San Juan, sinónimo de
barbarie fulminó de vergüenza a sus ejecutores, sobre ellos se ciño el signo
imborrable de un anatema cuyas heridas no han podido cicacitrar la conciencia
de la nación. En el vórtice de esta hecatombe, resurge indignado la
figura del Padre misionero de solidaridad. Ramón Lugo Lovatòn señala:
´´ Por eso aquella figura, paseándose
airada frente a la soñolienta iglesia de techo de cana, maderas
negruzcas y enano campanario, encarnaba la protesta viva del paisaje ´´ (.Lugo
Lovatòn.op.cit.pag.135.)
Y agrega
´´´´El repique de las campanas dejaba
caer sus lúgubres sonidos en los oídos sordos de los que emitieron la
condena contra estos hijos de la patria herida en su vientre. Sin
embargo, camino al patíbulo, no habías signos de dolor,
desesperación ni lagrimas aún para la lavar el rostro y el cansancio de
los mártires de San Juan.´´´´
La presencia del cura Barrientos,
solitario peregrino, entre su vieja sotana y un crucifijo como
símbolo de redención, asistía a Francisco del Rosario Sánchez, cual
mártir de Galilea, esperaba paciente la llegada del momento para expirar
frente a la ignominia. Implorando perdón, Narciso Barrientos, confortaba
los momentos agobiantes previos a la acción patibularia.
El cadalso se revestía de dolor, de
impotencia, de injusticia. En aquel tétrico lugar, el Padre Barrientos,
un hombre cubierto con el manto del sentimiento y la compasión de
presenciar cómo el emblema de la patria cubriendo el decoro del
sacrificio caía manchado de fecunda sangre que profusamente salía de los
cuerpos de los sacrificados y como rocío de esperanza iba abonando lo que seria
la tumba de los mártires de la patria. Barrientos, amigo entrañable de Sánchez,
tal vez por la forma sanguinaria como termino el espectáculo, se
convirtió en un celoso guardián de la memoria de los mártires descarnados. La
referencia que tenias de las grandes hazañas encabezadas por este titán
que cargó en sus manos el pabellón tricolor para fundar la república, inspiraba
en el cura de alma, una profunda fe de resurrección del ejemplo y
del sacrificio de aquellos fieles dominicanos, seguidores del ideal
duartiano de que tarde o temprano la posteridad rendirías tributo homenaje de
recordación para glorificar su ejemplo y sacrificio.
Lo cierto es que en las fibras del Padre
Barrientos fluía libremente la idea de libertad
´´ Empolvado los faldones de su raída
sotana en la plaza pública de San Juan iba y venia el Presbítero José
Narciso Barrientos, lleno de impaciencia ´´ (Ramón Lugo Lovaton, Sànchez Pág.
134, ed, Montalvo, Ciudad Trujillo, 1948.)
El padre Narciso Barrientos a instancia de
Sánchez estuvo a su la lado en los momentos más angustiados. Hubo confidencias
que el misionero de Cristo se la llevo a la tumba; no obstante, queda
para la historia la siguiente misión que Sánchez le encomendó a Barrientos
cuando en un momento final de la vida del patricio y ya cerca en
encuentro con el martirio le dijo al cura:
´´ Decid a los dominicanos,
que muero con la patria y por la patria…..y a mi familia, que no recuerde mi
nombre para vengarla.´´´ (Lugo Lovaton, en Sànchez, pag., Pág.176)
El valor a la patria es una condición inseparable
en la vida de Sánchez. No hay episodios de la historia nacional que
registre un acontecimiento de saña y maldad como fue su el
martirio, tampoco hay paralelo que se compare con la valentía
y el amor patrio presente en los últimos momentos camino a la gloria, con el
sepulcro abierto y la inmortalidad cediendo su paso a la grandeza de la
patria como lo fue el sacrificio de Sánchez en el camposanto de San
Juan.
Siempre estuvo presente en el ideario
nacionalista de Francisco del Rosario Sánchez, el sentido de la patria a
la cual él y su familia abonaron con su sangre los caminos de la libertad y de
la redención nacional. Su historia familiar vivió con él en el
martirio. Cabalgó con el escudo del sacrificio en aras de la grandeza del
pabellón tricolor. Este es, un legado imperecedero dejado a la posteridad
por Sánchez con el traje vestido de mártir, dejado como
insignia de valor y dignidad a sus familiares y al pueblo
dominicano como ejemplo del amor patrio.
Parece que a tiempo el cura Narciso
Barrientos comprendió este llamado de la conciencia de un ser que
como Sánchez cargabas con el decoro y la grandeza de la patria vilmente
enajenada por una figura siniestra e inconsulta que como Pedro Santana es
la expresión de renuncia a los verdaderos ideales que inspiraron a los
fundadores de la nacionalidad dominicana.
Confirma la lúgubre vorágine
del martirio de San Juan, la afirmación de Sánchez ante sus verdugos cuando
sentenció:
´´ Para enarbolar el pabellón dominicano fuè
necesario derramar la sangre de los Sánchez, para arriarlo se necesita
también la de los Sánchez. Cumpla el presidente del Consejo su mandato.´´
(citado por Emilio Rodríguez Demorizi en ´´Acerca de Sánchez, pag.147,
ed.Taller, Santo Domingo ,1976.)
Lo humano personificado en biblia,
sotana y ministerio al servicio de los humildes fue la vocación de servicio del
Padre Barrientos, cura de almas de San Juan cuyo rostro describía los
momentos más angustiantes de Francisco del Rosario Sánchez camino al patíbulo.
Los relatos de la época enfatizan en la tristeza que le causo a Narciso
Barrientos ver la forma tan brutal de presencial un acto de criminalidad nunca
visto en el alejado pueblo de San Juan. Y se le veía impaciente transitar con
pasos lentos y el rostro angustiado, con su vieja y vestuta biblia,
maltratada por el frecuente uso, con su sotana descolorida, vestimenta que
hablaba de su humildad. La sòla presencia del padre Barrientos en el escenario
de los hechos era suficiente para que Sánchez, en medio de la vileza y la
desvergüenza, pensara en la solidaridad de aquel solitario mensajero de Jesús
quien se acercaba al héroe con la bondad del hermano y la vocación
de la redención, hecho este que enaltece la memoria histórica de Narciso
Barrientos.
Este vinculo de confraternidad entre el
cura Barrientos y Sánchez , estaba motivado por que en las venas del
purpurado del señor, corría una vocación y sentimiento
nacionalista, este cura mostraba simpatía por José
María Cabral y fue un anti- anexionista además de su incuestionable
sensibilidad humana que se alejaba de las cosas materiales para poner su
ministerio al servicio de los necesitados tal como lo señala Ramón Lugo Lovaton
en su obra titulada,´´ Sánchez``, cundo nos dice :
´´ El cura Don José Narciso Barrientos,
era un hombre bueno y su casa era un asilo de menesterosos donde comían
regularmente 15 personas. En ese aspecto de su personalidad, Barrientos era un
padre Bellini o un Padre Fantino.´´
Así fue este abnegado amigo de Sánchez,
ministerio de salvación de almas confundido con la sensibilidad de un servidor
de mensaje de solidaridad y de perdón, este cura poseía valores humanos
fuera de lo común tal como lo señala Ramón Lugo Lovaton. La tragedia del 4 de
Julio del año 1861, la sintió el prebistero Barrientos como parte de su dolor,
su lealtad a la amistad sincera, hizo de él un rosario de plegaria
para los que sufrieron el tormento del cadalso en la plaza pública del San
Juan, la que se vistió de grises colores, de nostálgicas tristezas al
tener que presencial como el sentimiento de la patria se derramaba con la
sangre de patriotas.
Los repiques de las tristes campanas, las
confecciones de los condenados y la imploración al señor para la compasión de
aquellos adalidade del valor patrio, eran partes del trabajo realizados por el
Padre Narciso Barrientos .La lealtad y el compromiso con causas justas en esa
época de montonera , de esporádicos fusilamientos, no fueron obstáculos para
que ese sacerdote, se mantuviera en contacto permanente con la población
, conociendo sus penurias , sus abastares por la existencia en un medio
agreste y aislado de los centros de las grandes decisiones nacionales .
Barrientos comprendió el papel de misionero y mensajero de la confraternidad,
del amor al indigente que implora un pan para amortiguar las necesidades
propias de la época..
El Padre Barrientos se nutrió de su
pueblo, su sotana a veces raída y rustica y en otras ocasiones perlatida como
su corazón, rasgó el velo inmaculado de bellas y hermosas beldades
que transmitieron una fecunda prole que germino en los surcos cuyos frutos hoy
son fructíferas sombras que han mantenidos por los tiempos, el
recuerdo de un sello que identifica la estirpe de generaciones.
Narciso Barrientos soporto con un valor
estoico, presencial el juicio de Sánchez y sus compañeros, él
transitó desde la plaza pública, cabizbajo hasta pisar la puerta del
camposanto donde la bestialidad esperaba la llegada de los
sacrificados para cumplir con la orden de fusilamiento. Allí estuvo el
cura de alma del viejo San Juan. Impaciente y con la paciencia de Job soporto
presencial la negra y sanguinaria rapsodia de sangre que sus ojos nunca habían
presenciado, vio como los cadáveres amarrados caían bajo el fuego de atronadora
descargas de fusiles que entres humos y sonidos de muertes caían salvajemente
al pavimento, tal vez para escribir un negro anatema de nuestra trágica
historia o para que sus cenizas sean la mejor prueba de un legado
imperecedero de un episodio que cubrió de sangre y dolor el precio de la
libertad .
Pero el Padre Barrientos, espero
paciente la espera de la grandeza de la inmortalidad cuanto los restos de
Sánchez fueron exhumados para recibir las honras fúnebres con la
cual este gigante del patriotismos nacional, entre salvas y victores de su
pueblo, iniciaba su camino a la inmortalidad, cubierto con el
pabellón tricolor, enseña sacrosanta, cuyo lienzo cubre el firmamento
de la conciencia nacional.
Se viò al cura Barrientos, alegre,
emocionado y con voces timbradas, levantar las buenas nuevas para su amigo.
Constreñido de dolor sintió el golpe en su corazón de ver el fusilamiento en el
viejo cementerio y espero el momento para desenterrar y rendirle el
último homenaje al amigo ahora vistiendo las enseñas de la patria.
Un 3 de Marzo del año 1875, el corazón de
noble sacerdote, se abrió jubiloso al ofrecer las honras fúnebres,
frente al presidente de la República Ignacio María González, acto
solemne con el cual los restos mortales del mártir de San Juan,
inician su trayecto desde el cementerio hasta la iglesia e inicial el
comino de la gloria y de la inmortalidad hasta que la verdad despojada de las
pasiones ,elevaron a la categoría de padre de la patria a esta figura que
como Francisco del Rosario Sánchez significa la heroicidad envuelta en el
martirio en ara de la redención de la patria.
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