domingo, 10 de agosto de 2014

Panfleteros de San Juan


Dr. Nelson Butten Varona Abogado Especialista en Derecho Electoral,
destacado abogado y revolucionario sanjuanero

NELSON BUTTÉN VARONA
A varios compueblanos que participaron con un alto perfil en actividades contra la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina los he exhortado a escribir sus vivencias, para que las generaciones post Era de Trujillo conozcan directamente de sus protagonistas episodios inéditos de las luchas contra la tiranía. Estimulado por las publicaciones relativas a los panfleteros de Santiago, asumo el rol de referirme a panfleteros de San Juan. Pero mi bajo perfil en las lides antitrujillistas me exigen hacerlo, a título de preámbulo, con los precedentes de mi actuación como panfletero.

En enero de 1958, próximo a cumplir los 17 años, terminé de hacer el servicio militar obligatorio. El último que programó la dictadura. De 6 a 8 de la mañana, provisto de una imitación de fusil, hecho de madera, los conscriptos recibíamos los entrenamientos, los cuales concluían siempre con la altisonante expresión de “rompan fila y viva el Jefe”. Por falta de orientación política, en ese momento Trujillo era para mi un gobernante merecedor del respeto y la admiración de todos los dominicanos.

Al mediados de ese año, los exiliados dominicanos iniciaron una intensa labor antitrujillista en Venezuela, con el apoyo del presidente Rómulo Betancourt. Mi padre me confió la tarea de escuchar, en horas de la noche, la trasmisión de un programa por Radio Barquisimeto, donde repetidamente se decía: “cada Bolívar es una bala contra Trujillo”. Mientras yo escuchaba él permanecía en la galería de la casa, para alertarme sobre la cercanía de las patrullas del Servicio de Inteligencia Militar (S.I.M.), las cuales denunciaban a tiempo su presencia por el fuerte ronquido de sus automóviles Volkswagen.

Con el triunfo de la revolución cubana, el 1ro. de enero de 1959, los exiliados extendieron sus actividades hacia Cuba, desde donde se transmitía un programa por Radio Habana incitando al pueblo dominicano a luchar contra la dictadura. En la creencia Trujillo de que San Juan de la Maguana podría ser un lugar apropiado para la llegada de una invasión armada, su campo de aviación fue hoyado totalmente, para evitar por allí el aterrizaje de expedicionarios.

Al producirse la invasión de los días 14 y 19 de junio de 1959, a través de Radio San Juan, la jefatura militar de la localidad hizo repetidos llamados a los conscriptos para que nos presentáramos a los terrenos de la escuela primaria e intermedia. Se hacía la advertencia de que los que no se presentaran serían considerados en rebelión contra el gobierno. Las amenazas radiales me atemorizaron sobremanera, pero al no tener claro qué harían con los conscriptos decidí no presentarme y me abstuve de salir a la calle durante el tiempo que conllevó derrotar a los invasores.

En enero de 1960 el régimen descubrió el movimiento clandestino 14 de Junio, con ramificación nacional. Entre los apresados en San Juan de la Maguana estuvieron los profesores Víctor Fleury Fernández y Fausto Rodríguez Mesa, así como los hermanos Jaime y Emérico Capell Bello. Después, un sobrino del segundo de ellos, Rafael Emilio Gallardo Rodríguez (Rafaelín), segundo teniente de la Fuerza Aérea Dominicana, perdió la vida en territorio rural de Yaguate, supuestamente de manera accidental en un vuelo de entrenamiento. Más adelante un cuñado de ese mismo preso, el capitán piloto Otilio Méndez escapó con un avión a Puerto Rico, en donde pidió asilo político.

Para esa época estaba cursando el tercer año de secundaria, en el liceo Pedro Henríquez Ureña, el cual funcionaba en dos viejas casonas de madera de la calle Trinitaria, próximo al parque Sánchez. Una mañana circuló allí el rumor de que en las letrinas habían dos letreros escritos con tiza que decían: “Trujillo mató a Rafaelín” y “Abajo Trujillo”. La semana siguiente se repitió la misma historia y presumo que en ambos casos las autoridades escolares procedieron a borrarlos.

Me decidí a seguir los pasos del planfletero de las letrinas, divulgando mis escritos en envolturas de chocolate. Como el espacio no era amplio, me limité a las frases “Abajo Trujillo” y “Abajo la tiranía”, elaboradas con la mano izquierda para dificultar un eventual análisis datilográfico. Por temor a ser descubierto, decidí no asociarme ni siquiera con mi condiscípulo de confianza política, Gustavo Dimayo, asesinado posteriormente en la avenida Mella de la capital, el 19 de noviembre de 1961 mientras encabezaba, portando la bandera nacional, una marcha por la salida del país de Héctor B. Trujillo Molina, José Arismendy Trujillo Molina (Petán) y demás familiares del ya fallecido dictador.

Concluida la primera semana de mi actividad no advertí consecuencia alguna. Mientras tanto continuaban apareciendo, por lo menos una vez a la semana, los letreros de las letrinas. Un viernes de la segunda semana observé que uno de mis volantes no había sido recogido, por haber caído en la escritura hacia abajo. Cometí el error de decirle a un estudiante de segundo año, Manolo Valenzuela, que viera lo que yo había leído en ese papel lanzado por un desconocido. Lo recogió, lo leyó, lo dejó caer en el mismo lugar y se marchó sin hacer comentarios.


El lunes siguiente, ya iniciada la primera hora de clase, el profesor Rafael Ernesto Herrera Suazo (Yaque) me dijo: “El director te quiere ver”. Me presenté ante éste, Bienvenido Méndez Piña, quien se limitó a decirme lo siguiente: “quien te quiere ver es el Intendente”. Cuando estuve ante la presencia del funcionario, Fabio Mendoza, éste me pidió explicación sobre el papelito que yo había tenido en las manos en el patio de la escuela. Le hice el cuento de que recogí del suelo una envoltura de chocolate, pero que al observar que se trataba de un escrito contra el Jefe lo solté y dejé en el mismo lugar. De inmediato me dijo: “el general Miguel Rodríguez Reyes te quiere ver”.

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