jueves, 14 de septiembre de 2017

Del Mito a la Metapoesía




José Enrique Méndez

Aunque existen diversas perspectivas y puntos de vista alrededor de los mitos y su definiciones, en el presente trabajo lo consideraremos como aquellos relatos fundadores que los miembros de una sociedad se transmiten de generación en generación desde los tiempos más antiguos [1]. Sobre la noción que nos ocupa, Arrom dice:
“Los mitos suelen ser compendios de las experiencias de un pueblo, fuente de sus mejores obras de arte y origen de sus creencias más profundas y significativas”.

Como podemos ver, regularmente el origen de un mito puede encontrarse en un acontecimiento histórico ocurrido en un pasado ignoto. El suceso se conserva en la tradición oral, y poco a poco, con el correr del tiempo se va llenado de fantasía. Cabe señalar que no es solamente cualquier clase de historia, al decir griego, sino también la creación de dioses, semidioses, sus hazañas y hasta la factura de una cosmogonía dubitable o no [2].

Al respecto, José Echeverría ha dicho:
“El mito ha de expresar en forma sucesiva y anecdótica lo que es supratemporal y permanente, lo que jamás deja de ocurrir y que, como paradigma, vale para todos los tiempos”[3]

La poesía desde sus orígenes ha dado expresión al mito. La poesía dramática durante largo tiempo fue sólo la representación del mito en forma de acción directa. En ella la acción se desarrollaba mediante diálogos. Cuando el poema estaba consagrado a un hecho solemne e incluía un final trágico, la obra pertenecía a la tragedia. Por su parte, la poesía épica representó el mito en forma de narración. En su Historia de la Estética, Bayer destaca que “entre los poetas épicos, la naturaleza era algo muerto, objetivo, sin duda, animado por dioses y diosas”[4]; y aun “para la lírica, los paisajes eran estados de ánimo; la naturaleza se espiritualizaba y humanizaba”[5], más individual en su expresión, le prestó al mito su voz musical.

Hurgando en el pasado, hoy es posible una recreación demiúrgica poética-literaria a partir de los mitos, estableciendo paralelismo con las leyendas de las fuentes originales, conservando en lo posible la mayor fidelidad en la sintaxis, imprimiéndoles una coherencia poética por medio de la re narración enriquecida, pero rellenando el texto con hermosas imágenes desde las zonas obscuras y abismales del inconsciente: ejes recónditos invisibles de la metapoesia, espacio donde el poema se deja poseer por el ámbito maravilloso del sueño surrealista y el metalenguaje.

Abraham Méndez Vargas, al referirse a mi trabajo metapoético, apunta las siguientes ideas, que son, a mi juicio, igualmente válidas al quehacer propiamente de la Metapoesía en su entrecruce con el mito:
"... la metapoesía tiene la magia de introducirnos de soslayo en la historia del mundo, a partir de ejemplos sencillos, como ‘percepción de simples realidades’ que son como el meollo que sirven de conducto, en su decir original y sin valerse de la retórica clásica, la cual conoce sobremanera, por donde las ‘cosas todas’ que acaecen, ‘presentes sucesivas’, pues la realidad nunca cesa, como el tiempo es sucesivo, y entonces va ‘decursando siempre hacia refugios de desolaciones’, porque la humanidad parece retroceder cuando ha alcanzado cierto grado de civilización, y es por eso que el poeta vuelve al pasado, detrás de esas ‘simples realidades”.

La metapoesia puede dar ilación y continuidad, formas al simbolismo del mito re- narrado, respetando la atmósfera de los originales

En este nuevo campo de la metapoesía- mito, entra en juego la pulsión vital de la descomposición y recomposición, muerte inevitable, y el reconocimiento de la memoria como recuperación del todo, de la identidad; es como soñar despierto la idea de aquellos lejanos saberes primigenios, reconstruyendo el ámbito de lo maravilloso, mediante una asociación de palabras, recuperadas desde todas las manifestaciones del sueño inconsciente.

Abraham Méndez Vargas descubre la neuroplasticidad positiva, la coherencia simbólica, la inserción del elemento meta-onírico en nuestro trabajo metapoético y una vez más al hacer referencia a nuestra creación metapoética, expresa:

“…. es el alma de Dios que habita en los tiempos remotos que nos cobijan los sueños, porque siente que desde el fondo de la tierra sangre aborigen exige no sólo la justicia de la flor de níspero disperso de su agonía crística, sino que también sus ritos y tongoneos de fieros acadios quieren decirnos el color de sus sueños de flor de culo de bruja azul celeste[6].

En este proceso de Mito – Metapoesía, la memoria es poética. Ella crea o fabrica la imagen de su propio devenir, el proceso es creativo y el metalenguaje asume el papel discursivo mediante su voz propia, entonces ocurre, en este sentido, poesía antropológica o antropología poética. La metapoesia, conocedora de la antropología, crea literatura. A partir de la poesía podemos recrear descripciones etnográficas.
[1] Pierre Bonte y Michael Izard. Diccionario Akal de etnología y antropología. p.495
[2] Pag7 Mitología Cubana, Samuel Feijáo
[3] Canto al canto, Cemí, Leyendas y Mitos, Sadi Orsini Luiggi, pag. 12
[4] Historia de la Estetica , Raymond Bayer, Pag.27
[5] Ibidem
[6] Neuroplasticida, Abraham Méndez Vargas, http://identidadsanjuanera.blogspot.com/2009/08/neuroplasticida.html


José Enrique Méndez 


Nació en San Juan de la Maguana, República Dominicana. Poeta, narrador e investigador. Activo gestor de proyectos culturales vinculados con su provincia de origen.


No hay comentarios:

Publicar un comentario