jueves, 4 de agosto de 2022

El Oficio de Escritor



Sobieski de León

Hay que tener vocación de escritor. Es decir, querer ser escritor.

Hay que tener perseverancia si queremos ser escritor. Tener verdadera pasión por el oficio. Hay que tener un impedimento, un obstáculo existencial, una mordaza, para poder escribir. Decir lo que nos pasa. O tener un ideal moral. Y puesto que el “ideal”, es lo ideal, y el medio ambiente generalmente absurdo y vulgar, anodino e intrascendente, aburrido y deprimente, habrá un choque entre nuestro ideal y nuestro entorno. Eso provocará una vocación de escribir.


Nuestros sentimientos amoldazados, nos llevarán a escribir.


La experiencia vivida, todo lo que nos ha pasado o nos está pasando, habremos un día de querer explicarlo, no sólo a nosotros mismos sino también

a los demás.


Como el Mundo y sus diferentes geografías no tienen un desarrollo homogéneo sino privilegiante, vivir en un nivel “superior” nos inclinará a querer contar, es decir a escribir, cuando estemos en el otro nivel o “inferior”.


Walt Whitman, el Poeta de América sentenciaba: “Hay que vivir mucho, conocer mucho, viajar mucho, leer mucho, antes de empezar a escribir”.


Hay que querer transformar al Mundo.


No es nuevo el deseo de transformar el mundo por parte del Hombre. De la Mujer. Un hombre escritor de temas filosóficos, económicos y sociales lo

decía de esta forma: “Lo importante no es conocer el Mundo, sino transformarlo”. Era una crítica a antiguos pensadores que concebían la misión de la pareja humana en la tierra como “conocer la Naturaleza”.

El “conocimiento” era el fin. Allí quedaba agotado el animal humano, amputando su creatividad cerebral. Su desarrollo histórico sobre el planeta.


Imposibilitado en determinadas circunstancias de transformar la Naturaleza y su ambiente social, la pareja humana lo transforma con su pluma. Sobre un papel en blanco preve su futuro. Visualiza su futura felicidad en la tierra.

Sueña. Lucha. Escribe. Pasa su sueño y su lucha a los demás a través de lo que escribe con palabras o símbolos gráficos.


Como no todos podemos ser Presidente o Presidenta de la República, ni Secretario de las Fuerzas Armadas con el Poder de las Armas, ni el todopoderoso jefe de la Institución Pública que todo lo ordena y manda, ni el Imperio abusador que impone y amenaza, entonces nos queda el recurso creativo de escribir. La poderosa arma de la escritura.


De esa forma creamos el mundo soñado y no alcanzado “ahora”, pero sin duda, empujado cada vez más hacia su consecusión y realidad.


Escribir es transformar mediante la energía educadora que encierran las palabras al expresar nuestros conceptos, pensamientos, sentimientos y

esperanzas.


El escritor deber estar siempre comprometido con su época, y aún trascenderla.Qué es un escritor comprometido? Aquel que escribe por convicción, aunque esté equivocado. Aquel que reproduce la realidad de su tiempo para transformarlo y darle, no la estética que piden las academias y los claustros, sino la belleza intrínseca que lleva toda verdad enunciada.

Si se dijo que la verdad era revolucionaria porque en sí produce cambios, nosotros decimos también que es bella porque produce armonía.


Obra comprometida, a nuestro humilde entender, permitiéndonos elegir una obra sanjuanera, lo es “La Peste De Estos Días”. En ella, el autor denuncia despiadadamente el desastre de nuestra Salud Pública, la infuncionalidad de nuestros Hospitales Públicos, depósitos de indigentes y la insensibilidad de la casi totalidad de quienes están llamados a socorrer a los enfermos. Pero no se piense que es sólo esto.


Preguntado en una ocasión el autor de “La Peste De Estos Días” de qué trataba su obra, respondió lacónico: “Es sobre el desastre de los Hospitales Públicos y una serie de líos que se van dando a partir de esa realidad”.


Se equivoca el autor y se equivoca quien vea en esta obra de gran sentido social y humano, la simple “deshumanización” de los médicos o personal sanitario encargado de la asistencia de salud a la población. Así quedaría camuflada, impune, intocada, la otra, la gran culpa que llevó a la deshumanización de los que laboran en esas instituciones desmoralizadas y destruídas en su concepción originaria para resolver problemas de salud. La perversión de la conducta que llevó a esa tragedia. Se trata, y esto se lo decimos con satisfacción a su autor, de una crítica social contundente, valiente, a la degeneración de la conducta a todos los niveles en nuestra sociedad. Con su obra, el autor realiza una vividisección perfecta de todos los órganos y tejidos del organismo social y no sólo del “organismo

hospitalario público”.


Lo que apesta no es “El Hospital Público” sino la “Sociedad Pública”. La deshumanización médica no es más que la consecuencia lógica de la deshumanización de los componentes de la Sociedad, pero específicamente de los que dirigen las instancias de Poder de la Sociedad. La podredumbre está en los dirigentes y no en los trabajadores. Asistimos a la putrefacción del sistema capitalista y su modalidad impuesta llamada neoliberalismo económico

y social.


Tal es la esencia de la podredumbre. Y el valor de “La Peste De Estos Días”, está en haber removido valientemente esa podredumbre que desgraciadamente

toca a sus actores directos médicos y enfermeras. Pero también a sus directores ineptos, a sus ministros insensibles y a sus presidentes mentirosos que prometieron alguna vez resolver el problema de la salud pública.


El oficio de escritor es amplio.


Su obra no sólo debe ser comprometida, sino también ser bella en su planteamiento esperanzador. No es acaso la esperanza lo más bello existente, dentro de la naturaleza humana?


En este otro aspecto, presento mi visión crítica de otra obra-sanjuanera también-, y al mismo tiempo redondeo mi opinión sobre el oficio de escritor. Apenas terminada de leer, ha dejado en mi espíritu la más aturdidora de las emociones. Aquella ligada a la esperanza. Es una sensación de que aún no todo esta perdido, a pesar de que muchos piensen lo contrario como característica de estos tiempos que se viven y que nos van dejando tanto sabor amargo.


En medio de la más terrible desgracia de la condición humana, palpita, potenciadora de vida, la recuperación moral mediante la búsqueda insistente, el encuentro y entrega real de nuestro amor, para no perecer en la soledad de un mundo sórdido y alienante.


Léase entonces: “La Danza en el Crepúsculo”, y se asistirá desde el basurero sórdido de Cuco Méndez ,que él organiza como el mejor basurero del mundo

porque es su realidad, hasta el amor indiscutido de Jovanna, amor único, auténtico, surgido de las sombras de su vida y de su entorno, para rescatar

a Cuco Méndez y en este acto a ella misma.


Al leerse “La Danza en el Crepúsculo”, parece que se asiste a la lectura de nuestra propia vida presente. Después de hacerlo, se tendrá menos miedo y más esperanza. Sé que en nosotros palpita un amor tan grande como el de Jovanna, y sabemos también que se habrá de triunfar como triunfaran Cuco y Jovanna.


A eso se llama escribir. Oficio de escritor. Escribir de tal forma que al leer lo escrito nos estemos leyendo a nosotros mismos y nos ayude a salir de

nuestras miserias humanas.


Debemos expresar que nos sentimos halagado de compartir esta noche en esta Tercera Tertulia Itinerante Sanjuanera, no sólo con el escritor azuano (en realidad ocoeño) dramaturgo Willian Mejía, sino con todos los contertulios aquí presentes, y especialmente con Angelo Valenzuela, nuestro anfitrión y autor de “La Peste De Estos Días” y “La Danza en el Crepúsculo”, dos obras auténticas sanjuaneras que desde ya apuntan a su universalización. (San Juan de la Maguana, R.D., Sábado, 12 de Enero, 2002).-

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