Bernardo Silfa Bor
Puede ser la utopía un ideal poético? Es arbitraria la poesía? Tiene flor lo utópico o la utopía es una flor? Ficción verdadera o verdad ficcional. Floración que imbrica lo arbitrario y abraza lo divino y plácidamente utópico de un decir sensitivo y abarcante. Estamentos que conducen a un estado de claridad de pensamiento emocional y de sentimiento vivificante y puro.
Estas interrogantes se abanican de entrada en la lectura de esta “Flor de Utopía”. Su textura se encumbra en el aroma de una verdad ficcional y/o en una ficción verdadera que define como un todo o ser poético el ideal de un autor en unas orbitas que rozan la maravillosa posibilidad de ascensión lúdica del hombre poeta que desea e intenciona dejar en un inquietante asombro a lectores avezados de versos hermosos, profundos e iluminadores en donde se codifican o se materializan temáticas posibles en el poema dando a la luz unas tramas y unas doxas o experiencias híbrida existencial.
Toda creación plantea un conjunto de ideas y sentires de fundación en su esencia y conlleva un sazonamiento del ideal que se cuece utopía de verdades reales y que se concretizan en el ser del poema. Así el ideal poético en la esencia de esta poética se hace y se construye utopía fabulosa del hacer y del decir verdadero en el sentir y en el creer de quienes se leen y se identifican en este todo y en este ser poético utópico concretizado en el poema que transita la perennidad.
Este ideal poético utópico responde a realidades que son soñadas y a un estado real de vigía. Por lo tanto, el ideal o ser poético utópico, de este todo, no está en el plano de lo vertical utópico significante sino en una horizontalidad fascinante y refrescante referencializada ente realizable maravilloso que tiene el sentido del crear poético.
En esta “flor de utopía”, la poesía es agua cristalina que corre por el cauce poema del río, siempre en un sentido de descenso ondulante ordenado en la norma y entendimiento de lo planteado en esencia y en virtud del quehacer discursivo definido en el texto, cuya desembocadura se cristaliza en el vuelo del poema. Aquí la poesía nada tiene de arbitraria, es más bien, toda razón lógica sentimental de realidades reales o soñadas, de ubiquidad en movimiento, en donde orbita el decir del autor.
Ya hemos visto como aquí lo utópico es una floración de ideas realizable en el mundo convulso, fascinante, fabuloso y maravilloso del lenguaje con los cuales se generan los poemas que habitan esta textualidad con todas sus circunstancias vitales: su ritmo, su música, su acento, su aliento; sus tropos constituidos en figuras e imágenes perpetuas y perfectas que hablan, dicen y definen su existencia en la vida, más allá del poema.
El alma de la flor, sus cualidades: su espíritu, su aromática versatilidad de colorido en movimiento crean la ola poética donde surfear es adquirir lo sustancial del conocimiento ético y estético del diálogo entre el poema con su autor y éstos con sus lectores. La flor se cierne en la verdad del pensamiento, en la necesidad del sentimiento y en la fantástica misticidad de lo dinámico concreto que se prevé utopía poética en la realidad del sueño. Lo utópico, como ente volátil y perteneciente a lo irrealizable, se encuentra fuera de la esencia textual de todo poema y fuera, por lo tanto, de “Flor de Utopía”, porque aquí la flor utópica se abre a la polinización realizable desde lo cíclico del fin origen u origen fin en la perennidad metafórica del hacer siendo el poema en el poema.
Flor de Utopía, es una cosmogonía mantenida en movimiento desde su propia centralidad, la que propicia la diversidad textual en el organigrama de lo que se va a decir, contar o narrar en la secuencia poemática del hacer-decir. El autor es conocedor de ese ambiente respirable en los tramados temáticos de esta textualidad mántica de ritualidad cósmica que va desde la iniciación final hasta el fin primario en secuencia de circularidad pendular que sube y baja del cielo a la tierra como un eco expandido de ero y desde el tránsito del ángel al ser que atraviesa el gozo desbocado del cuerpo.
Desde “Ecos de mis sueños”, “pensaron y existieron” pasando por las distintas instancias (primera, segunda y tercera), hasta “primeros deseos”, “leer su cuerpo” y el último texto de “Flor de Utopía” conviven múltiples y esenciales temáticas. Su cosmología enciende la llama y el génesis inicia su ciclo y la “Luz primera desde el medio de la nada/ desde el silencio de vieja y honda ausencia” trae, desde los abismos de absoluta oscuridad, la luminosidad intensiva del lenguaje y los recuerdos como recursos que se mueven y hacen de esta “Flor de Utopía” un ente vivo y dinámico.
Su autor, José Enrique Méndez (Ike Méndez), metapoeta de la República Dominicana, es un experto en la investigación y la re-creación de los mitos, las leyendas primigenias y el palimpsestismo que, en comunión con la lengua, re-crean su metalenguaje. Ike Méndez crea una textura hilvanada desde sus recuerdos y sus experiencias mito y metapoética. Textualidad que enciende el lenguaje urbano y coloquial para que arda en la mutación del metalenguaje y hable el metapoema.
Dice este metapoeta en “Ecos de mis sueños”: “Con hilo de polvo y arcilla/en el fondo de mis ojos/dibujó su armonía/estimuló el color/el fulgor/cada matiz presente del entorno/la transparencia del mundo/sus ejes invisibles/la curva en expansión genética/hasta los ecos de mis sueños//.
Hilo, polvo, arcilla, armonía, dibujo, estimulo, matiz, transparencia, genética, sueños. Conjugación para la transparencia presente y eterna en el entorno donde se expanden los ecos, y los sueños se hacen referentes y miradas en el poema, porque y lo dice nuestros autor: “la mirada me hizo/artesano de palabras transparentes/…”.
El poeta busca la cáscara de la vida. Busca la cascada universal con sus onduladas posiciones de simetría. Busca en la equidistancia el vértice entre las razas habitantes del planeta. En su búsqueda la equidad del autor suspira. Adquiere la conciencia de un mundo desigual. Un mundo sumido en espirales de decadencia. Un mundo en donde hasta los dioses están rotos y “en los confines de la tierra/a fuerza de sol y viento/la flor es convertida en polvo/…” como escribe el poeta.
Y es en ese preciso instante, en el cual el hombre desde su “antigua eternidad” busca la luz de la esperanza que llega y “desborda la existencia verdadera”. Ese hombre, que observado observa desvalido ya, y sumido “en las posibles figuraciones de su nada”, se ilumina y alcanza la clarividencia de “la tempestad que asoma” y, en un furor, se le revela “un valle de brumas que oculta/ la rosa inaccesible/..”.
En el poema “Deuda simbólica de barro” se dice: “Antes de su naturaleza/el pozo a cielo abierto/mostró su ley de deuda simbólica/su lodo de arcilla cohesiva/y cruda”. Al leerse estos versos se percibe como se desnuda el sentido del mitopoema. Varios poetemas hablan de esa deuda que es primigenia y ancestral como la vida misma. También, en este poema, el poeta nos presenta y nos habla de ese amor primero que cohesiona y aun habita en los corazones del hombre que, según el poeta, surgió del “barro lavado/depurado de toda sombra líquida/todavía no usada/…”.
Flor de Utopía transita lo perenne. Lo perdurable. Lo duradero abarcante. Flor de Utopía va “desde la sombra fría/…/con nuevos nervios/tibias, rótulas/puños levantados/” que “claman por la vida que florece/y perdura ante el viento y la lluvia…/” para respirar y transpirar “tras el ser de mirada de miel” en donde los “suspiros ardientes/azules/pequeños sorbos/en la piel del deseo/que lustra el marfil de tus dientes/…” esquematizan la pasión por lo bello, lo hermoso y lo sublime.
Aquí, “donde me asomo/y te pienso hasta los huesos/…” y en casi todo el poemario, es donde se encuentra parte del ero que irradia, tematiza y transversaliza esta poemática. Pero este ero es el que ama la tierra, el fuego, el aire, el viento, el agua, la naturaleza… El que ama los procesos de civilidad en la transformación de la humanidad y sus relaciones socioamánticas.
Esta poemática de Ike Méndez deja pernotada ese sentido mítico y místico (“Hay surcos desconocidos que conectan/a la menor resistencia/a drenajes y trampas/a mitos y creencias/donde el saber falta”) en la vertiente abierta en la metapoesía que es el palimpsestismo como “posibilidad para reiniciar el fuego/líneas onduladas/mensajeras/palimpsesto/amasijo aliento de culebra,”/.
Esta huella de escritura antigua, escrita en la dureza de la piedra, en el sonido de la brisa, en la humedad del agua, en el plumaje de las aves, en la sal de los mares, en la piel y el pelaje animal de las bestias, así como en las voces que viajan por la naturaleza, desde tiempos inmemorables y que permanecen imborrables en los ecos eternos del universo, asciende desde la memoria activa a la pasividad calmada del torrente vigoroso del autor en su estado de vigía somnoliente. Desde ese estado nuestro poeta dice que: “En este andar para desandar/quedan recuperadas imágenes/ el amasijo de mundos sutiles/la huella borrada de una escritura anterior”/. Pero que ahora vemos como la reescribe en esta Flor de Utopía.
Lo histórico verificado se avala en un decir sigiloso y activo. “En estos versos sueltos/
la palabra humana/evoca/sin revisar/concordancias verbales/y tempos”/. Su hacer se expone y materializa en un glamuroso olfatear humano puesto en evidencia en todo cuanto ha acontecido, acontece o pudiera acontecer en la realidad biológica y témica del texto, que es materia soñada en el contexto de lo real y que se cuenta o cuenta el autor en su estado de vigía en el poema: “Soy el ser que liba en miel/el instante que me absorbe/como polen// Capturo esa imagen sutil/de la hembra de colorido plumaje/instinto de la danza nupcial/en los brazos del sueño”/.
Ike Méndez se adentra al laberinto de los múltiples lenguajes ( y lenguas ) en busca de los elementos precisos que le permitan expresar las distintas sensaciones que le producen y le dejan esos acercamientos que hace a sus objetos de estudios y analices. Ejemplo de ello está dado en el poema Säntis.
“Son códigos egocéntricos invertidos
mi utopía.”//“supremos fantasmas del metaverbo/
argonautas,”/
Aquí se define de forma inmanente y específica esta Flor de utopía. El autor desvela el sentido utópico de sus versos en estos exergos exquisitos que lavan su piel en las aguas salina de este océano de palabras rígidas en la blandidez de sus formas: “En mi calmas ecuatoriales” “incógnitas obnubiladas en lengua rota” y maleable en la raíz “acerada” en la flacidez de su fondo. Ike Méndez rompe con la sinergia lógica del poema tradicional abocándose a una aventura posmoderna escritural donde su uso del metalenguaje se reconoce en su fascinante decir hacer inaudito de carga exquisita:
“seres alados de garras capitosas/chamanes/patriarcas de sueños omnímodos”/ y continúa el poeta con su juego demiúrgico en las olas de esta playa poemática explicando que los textos de flor de utopía “Son intentos por clausurar las palabras de los pájaros/conjugar milagros y prodigios/desquiciadas sinestesias estridentes en el templo del instinto.”/.
En ámbito inaugurante reafirma su estrategia. Sus lineamientos. Su visión cosmogónica y ontológica del poema. En este ámbito de mezclas combinadas es en donde las palabras adquieren la significación ideada y definida por el poeta, como en toda la obra, y donde con su singular estilística se afianza su estética metapoética. Esa delineada también en su poemario titulado Al Despertar.
“Vuelves innominada/a mi etérea memoria/incontenible,/con ruidos peregrinos”/…. Persiste el poeta en la especificidad politemática, polifónica y polisensorial de su textualidad sugerente que habla de todas las temáticas generadas en las civilizaciones occidentales diciendo que “Es una reiteración” y que “todo es persistencia/raigambre/fuente que persigue y amontona/brisa de calcio/identidad de un día que va cayendo/sobre huellas sumarias de miradas borradas”/.
El sueño es un estado esencial en la transmutación real de lo verdadero o lo ficcional de las temáticas formales de estos metapoemas. Todo transcurre y describe unas elípticas de conocimiento que asombra y deslumbra. El poeta va más allá de su escritura, se sumerge en las marismas y los posos reales de este mundo, pero también en la más sublime y armónica lozanía abrazada por sus gentes. La lectura de estos versos lo confirman: “Mi aurora es sinestésica/presencia y existencia diferida/más allá de la poesía/viaje a la provincia de lo agradable/e irreductible”/.
Flor de Utopía es una lectura amena, sencilla, sonara que habla y dice, y que espera por lectores ávidos de temáticas coloridas, musicales y lúdicas. Flor de Utopía es Ike Méndez. El Ike Méndez metapoeta.
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