domingo, 13 de noviembre de 2011

El sermón de Montesinos


David Alvarez Martín

“¿Estos no son hombres?” El sermón de Montesinos.

En su carta pastoral del 27 de febrero del 2011 la Conferencia del Episcopado Dominicano ha tomado las palabras del Sermón de Montesinos, que este año conmemoramos su quinto centenario, como guía de su reflexión. Propiamente no es uno, si no dos los sermones predicados por Montesinos, el primero el domingo 21 de diciembre del 1511 y el segundo el domingo 28 de diciembre del 1511. Este último fue el resultado de la intimidación de los colonos españoles para que desdijera lo planteado en el primero, pero en lugar de ello, Montesinos reafirmó punto por punto lo expuesto en el primero.

Más que las ideas de Montesinos, el sermón reflejó las ideas de la comunidad de los Dominicos en Santo Domingo -formada en su comienzo por Pedro de Córdoba, el superior de la comunidad, Bernardo de Santo Domingo, Domingo de Villamayor y el propio Antón de Montesinos, pero para finales del 1511 contaba con más de una decena de miembros- quienes acordaron el tema y Fray Pedo de Córdoba le solicitó que fuera Montesinos su expositor. Las referencias directas a los fragmentos que conocemos de esos dos sermones las encontramos en Historia de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas, también de la Orden de los Dominicos. Es menester preguntarnos por la originalidad y trascendencia de dichos sermones que nos alcanza hasta el presente y son tan valorados por nuestros obispos.

Cuando llegó la primera expedición de naves europeas a nuestro continente, al mando de Cristóbal Colón, el azar fue el principal protagonista. Su destino era las costas orientales del continente asiático que suponían podían alcanzar navegando hacia el occidente desde las Islas Canarias, pero nadie podía suponer el 12 de octubre del 1492 que existía un continente entre Europa y Asía al que hoy llamamos América, ni lo supieron por muchos años después de ese primer arribo a las islas del archipiélago de las Bahamas.

Esa expedición tenía una vocación de negocios, ya que buscaba alcanzar las costas asiáticas para establecer una ruta de comercio nueva debido a que la utilizada hasta ese momento por el mar Mediterráneo estaba controlada por Estados hostiles al naciente Reino de España. Además de la ambición económica existía una vocación conquistadora que se plasmaba en los acuerdos logrados por Colón con la corona de Castilla que le reservaba al descubridor derecho de dominio bajo el reinado de Isabel la Católica.

El segundo viaje que llegó a la Española en noviembre del 1543 ya tenía propósitos más definidos y decenas de colonos con la intención de establecerse en las tierras descubiertas un año antes. Aparte de los motivos políticos y económicos el mandato de la reina castellana incluía la evangelización de los habitantes de estas tierras, pero ¿qué entendían los reyes españoles del siglo XV con evangelizar en el seno de un proyecto político y económico como el emprendido bajo su mandato en nuestro continente?

Para contestar esa pregunta es necesario comprender que en el mismo año de 1492, meses antes de la partida de Colón hacia el Atlántico, la alianza de los reyes de Castilla y Aragón habían logrado reconquistar el último reducto de las monarquías musulmanas que habían dominado por siete siglos la península ibérica. A ese largo proceso en que los reyes ibéricos cristianos fueron recuperando el territorio de la actual España se le conoce con el nombre de Reconquista. Esa extensa empresa militar y económica que representó la Reconquista forjó una visión de lo religioso, muy a la usanza medieval, donde evangelizar era entendido como la legitimación del dominio político y la guerra contra quienes no eran cristianos, en ese caso los musulmanes. Era una suerte de religiosidad guerrera muy lejana de los valores del Evangelio.

Para comprender esa mentalidad tenemos como una referencia muy útil el relato que tenemos de la batalla del Santo Cerro, donde según cronistas españoles los conquistadores derrotaron a los aborígenes con la ayuda de la Virgen de las Mercedes. Este relato se ubica históricamente en el 1495, es decir, tres años después del primer viaje Colón, y en su narrativa busca justificar la misión de España como conquistadora de estas nuevas tierras habitadas por pueblos que no eran cristianos. La estructura del relato es casi una copia de otro relato que está en el origen mismo de la Reconquista y que fue el referente permanente de los siete siglos de guerra de los reinos cristianos de la península contra los reyes musulmanes. Me refiero al relato de la Virgen de Covadonga que data del 722. En su versión más popular señala que al llegar las tropas musulmanas al territorio norte de España, donde actualmente es Asturias, un rey cristiano llamado Pelayo junto a un puñado de sus hombres fue cercado por las huestes musulmanas en la cima de una montaña. En un momento determinado la Virgen de Covadonga hizo el milagro de que rocas de la montaña cayeran sobre las tropas musulmanas y los derrotaran.

Al comparar dicho relato con el del Santo Cerro nos encontramos con los mismos elementos, un reducto de cristianos en la cima de una montaña enfrenta a un enemigo no-cristiano más numeroso y con la intervención de una advocación de la Virgen logran triunfar. Es decir, los españoles llegados a nuestras tierras se consideraban a si mismos como guerreros cristianos iniciando una nueva guerra contra los que ellos consideraban infieles, allá en Europa los musulmanes, aquí los tainos.

Esta forma de entender la evangelización, como continuación de la experiencia que habían vivido en la península ibérica por casi 700 años, justificaba todas las formas de explotación y violencia que ejercieron los españoles durante los primeros años contra la pacifica población indígena de nuestra isla. 15 años después de la interpretación de la batalla del Santo Cerro en clave del cristianismo guerreo y conquistador que trajeron los castellanos a nuestras tierras, llegaron a Santo Domingo una comunidad de monjes dominicos. Esto ocurrió en el 1510. Provenientes del Convento de San Esteban en Salamanca, formados sólidamente en la teología tomista y un estudio profundo de las Escrituras, comienzan a ver y evaluar la situación de la isla y los abusos que cometían los españoles contra los indígenas. Un año después de su llegada, en el periodo de Adviento, toman la decisión de exponer públicamente frente a los colonos españoles su crítica al maltrato a que sometían a los Tainos y que dicha conducta era contraria a los valores evangélicos.

Si los castellanos llegaron a nuestras tierras imbuidos de una religiosidad que sólo en apariencia se llamaba cristiana, también de España llegaron los Dominicos que fundamentados en el mensaje de Jesús llamaron a la conversión de los colonos ibéricos y defendieron la dignidad de los aborígenes. Los frutos de los dos Sermones de Montesinos se prolongan hasta el presente, pero es fundamental destacar que promovió las Leyes de Burgos del 1512 que intentaron recuperar la dignidad de los aborígenes americanos, e influyó en el pensamiento de la llamada Escuela de Salamanca de los Dominicos –basada en el mismo Convento de San Esteban- y especialmente en Francisco de Vitoria, que en su propuesta del Derecho de Gentes fundamentó lo que hoy llamamos los Derechos Humanos. La reflexión de esa comunidad Dominicana de Santo Domingo, expresada en el Sermón de Montesinos, ha sido piedra angular de la reflexión teológica latinoamericana y se encuentra de manera privilegiada en los grandes documentos de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) desde Medellín (1968) hasta Aparecida (2007).

La óptica de David Alvarez Martín

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