sábado, 13 de diciembre de 2008

Un disfraz de resistencia





Recopilado y ampliado por José Enrique Méndez

Durante más de cuatro siglos el continente Americano soportó el fenómeno de la esclavitud, acontecimiento que costó como minimo veinte millones de vidas de seres humanos.

José Luciano Franco, en su obra La diáspora africana en el nuevo mundo, describe las penurias de los esclavos negros capturados, traidos por la fuerza al continente:

“Embarcados en los navíos negreros, a los esclavos se le encerraba en la cala, en galeras, uno encima del otro. Cada cual ocupaba un espacio de 4 0 5 pies de largo por 2 0 3 de ancho, de tal forma que no podían ni estirar las piernas ni sentarse. Contrariamente a las falsedades propagadas por los esclavistas acerca de la docilidad de los negros, las sublevaciones y revueltas de estos en los lugares de embarques, y también a bordo, eran incesantes. Para evitarlas se encadenaban los esclavos de pies y manos, unidos por filas a lo largo de una barra de hierro. En esta posición permanecían durante todo el viaje, y se levantaban solo una vez al día para hacer algún ejercicio y ayudar a los marinos a vaciar las inmundicias acumuladas (….) Como observa un escritor de su tiempo, en ningún lugar sobre la tierra se encontraba más miseria que en un barco negrero”.

“El infeliz esclavo-señala Ortiz- fue traído desnudo. Todo tuvo que dejarlo en su tierra nativa, no trajo nada material, todo lo que traía lo traía por dentro., pero a falta de familia y de bienes, trajo su espíritu, su cultura, sus cantos, su música, su danza, su lengua, su religión. Los negreros que lo despojaron de su libertad no pudieron despojarle de sus creencias ni de su afán de resistencia. ¡Qué gran adquisición habría sido para los magnates del economismo colonial poder importar negros sin espíritu! Fue ese espíritu el que le dio vida a nuestra lengua, a nuestra música, a nuestro carácter, a nuestra forma de reír, gestear y de andar, a nuestra identidad nacional”.

La contribución del africano y sus descendientes al desarrollo económico y social de América Latina y el Caribe fue decisiva. La mano de obra negra no sólo levantó grandes fortalezas, castillos y monumentos sino que creó un mundo de expresiones culturales único en el continente, que se pudo conservar por el inexplicable recurso de una oralidad que resistió el olvido gracias a una memoria colectiva, que puede calificarse como uno de los más valiosos patrimonios de la humanidad.
En esa lucha muchos son los que han abierto brechas inmensas en el estudio y la indagación de esta presencia, sembrandola semilla del reconocimiento y la revalorización de una herencia cultural que nos enorgullece y que es portadora de una energía social que ha generado no solo un patrimonio extraordinario en el terreno de las artes y el pensamiento, sino una cultura de la resistencia que es hoy un estandarte de los pueblos del continente.
Citas del doc. La ruta del esclavo: africanía y oralidad, Miguel Barnet

San Juan de la Maguana, las devastaciones de Osorio, la ruta de los negros esclavos

Henry Sena, en diario Moveb y bajo el título de Historia de Bayaguana, haciendo referencias a la mudanza obligada del pueblo de San Juan durante las devastaciones de Osorio asegura que:
"Esta mudanza fue aprovechada por los negros de los alrededores que desde hacia años se encontraban alzados, quienes negociaron su participación con la Audiencia a cambio de ser asentados en los lugares despoblados de San Juan de la Maguana, lo cual no fue difícil pues apenas llegaban a veintinueve. Las protestas de los vecinos de San Juan de la Maguana, por su parte, y de la misma población de Santo Domingo, que decía que de San Juan era donde esta la ciudad se proveía de quesos, mantequilla y sebo, hizo que al poco tiempo se permitiera a los vecinos regresar a sus antiguos sitios, quedando así toda la población española de la Isla reducida a los límites des la guardarrayas impuestas por las autoridades que prohibían a los vecinos bajo pena de muerte adentrarse más al norte o al oeste de Santiago de los Caballeros y más al oeste de San Juan de la Maguana y Azua."

Jon Anderson nos continúa Narrando:
"Pero la isla era rebelde y había resistencia tanto espiritual como marcial: los palenques de los cimarones, apenas fuera del alcance de las ciudades de la llanura, encontraron su contraparte espiritual en los dioses mercuriales de los mulatos, sus altares a plena vista y aún así fuera de los limites ortodoxos, y mas aún invisibles. Esta duplicidad, digna de los patriarcas, era el medio por el cual los forasteros sobrevivieron en una tierra extraña, caminando con un par de ojos en la nuca, vivieron su éxodo por la ironía de cada palabra, cada gesto, cada mirada que habló sobre una misteriosa e ilícita promesa, que solamente se cumplía fuera de la ciudad amurallada, en el desierto, la montaña, los ardientes matorrales del trópico".



Fue así, de esta manera que una vez más lo imaginario, el juego de las mentalidades hizo su aporte a la historia de San Juan.

En el caso Batey, término que originalmente era Ceremonia, en parte lúdica y en parte judicial, practicada por los aborígenes taínos, se dió un préstamo cultural –un tanto impuesto por la fuerza dominante- al convertirse en la designación del sitio o lugar de convivencia de las comunidades cimarronas afrocaribeñas. Su fuerza es tal que en estos momentos existe la Sección El Batey de San Juan. Esta sección del Municipio San Juan, fue fundada hace más de 400 años por orden de la Real Audiencia (Suprema Corte), sus habitantes originales fueron encabezados por Juan Sebastián Lemba y protagonizaron el primer grito de abolición de la esclavitud negra en América. La extensión del término ha sido tal que así son designadas las zonas ocupadas por las viviendas y demás edificaciones en los ingenios azucareros del Caribe.

En San Juan, el abuelo Lemba es el personaje más popular cuando se busca alguna conexión con la ascendencia africana. Traía en las venas el amor a la música de los tambores, al ritmo, a los colores brillantes y relucientes. Destacado por su lucha en defensa de sus derechos y en contra de la esclavitud, en 1546 se alzó, atacó el ingenio de San Juan de la Maguana y recorrió victorioso buena parte de la isla. Embistió al reducto indígena del cacique Enriquillo, trece años después de su muerte, como represalia por la traición de este a la causa de libertad.

Jon Anderson embriagado en el Camino de los Negros, en peregrinaje a pie y al azar por el mundo; tocando temas que andan a la culebra; hallazgos de una vida vagabunda; desperdicios que quizás no le interesan, pero que le alimentan termina diciendonos:El “camino” es sufrimiento y liberación, ignorancia y aclaración, abstinencia y abundancia. Es travesía de engrillados sobre aguas turbulentes, y un vuelo suelto a través de ardientes arenas. Son 18 kilómetros de polvo y calor, de andar descalza por un brusco sendero al lado de la montaña. En la cumbre están cantar, bailar y agua limpia que salta de la roca. Al fijar un pie en el camino se experimenta una transformación fundamental, escapando, por un instante, del uno mismo y de la circunstancia. El roce de los pies sobre pedregosos senderos, la llamada y la respuesta de los suplicantes, el relincho de burros y caballos, los chillidos de las ruedas de sobrecargados vehículos – este clamor de lucha hace eco por los corredores de la historia y resuena con la fuerza suficiente para romper en pedazos los muros de la experiencia y tumbar las ciudades de la llanura. La revelación cobra con sangre, sudor y sumisión, y sobreviene a aquellos que andan mas allá de todo lo que saben

No hay comentarios:

Publicar un comentario