martes, 24 de febrero de 2009

Geología, Enigmas, Mitos e Histórica Estructural del Valle De San Juan


José Enrique Méndez


San Juan y su Valle es enigma en sus montañas, en sus cuevas, en la metamorfosis de sus rocas, en el agua de sus manantiales y ríos.


Fruto del desgarramiento cataclísmico, como enigma de la historia geológica, hoy lucen imponentes las huellas genéticas del llamado valle de San Juan, todo un “paisaje geológico aparentemente sencillo, que retiene su misterioso secreto desde el fondo soterrado del mar, inicialmente “móvil corteza terrestre, con ríos no menos intranquilos y variables.


En el comienzo lo que hoy es el valle de San Juan era una cuenca marina de sedimentación. (..). La “formación conglomerado Bulla” había sido encontrada por Marcano, al sur de la cordillera Central, desde la loma del Yaque (en los confines orientales del valle de San Juan) hasta Carrera de Yegua, sobre el meridiano de Las Matas de Farfán poco más o menos y al norte de esa población, y ahora en este viaje la buscamos en vano más al este de Carrera de Yegua hasta la misma Frontera: ni rastro de ella.


Fue así que surgieron una serie de lomas y mesetas que presentan en su mayor parte caracteres de bosque, así como pequeñas zonas con características de sabanas extensas y bajas.


También surgieron las grandes colinas del Valle, y su interesante sistema de drenaje pluvial, mediante el cual se irriga cada sendero distinto de los suelos de la provincia.


El Valle tiene una forma alargada, con una extensión de más de 100 Km. y ancho de 20 Km. aproximadamente. Es drenado por dos sistemas fluviales divergentes: el del Río San Juan tributario mayor del Yaque del Sur que drena su porción oriental y el Río Macasía, tributario del Río Artibonito que drena su porción occidental”.


Al respecto El profesor Manuel de Jesús Marcano haciendo referencias sobre este tópico nos habla de dos bloques inclinados que conforman, desde su fondo el declive dual y convergente del valle de San Juan., comenta:

“El drenaje natural del valle probablemente se deba al levantamiento de las formaciones de calizas eocénicas “(…) El drenaje natural del valle probablemente se deba al levantamiento de las formaciones de calizas eocénicas que están próximas a la cordillera Central, las que arrastraron hacia arriba las formaciones que se habían depositado en el Mioceno. Por la parte sur del valle, el levantamiento determina que el drenaje sea contrario al de la parte norte: de la sierra de Neiba al río San Juan y sus tributarios.”


Félix Servio Ducoudary, en su obra “Naturaleza Dominicana, Formaciones Geológicas”, con lenguaje un poco poético, nos habla de las ventajas geológicas del sistema de drenaje pluvial del valle, haciendo referencia a su Planicie, sedimentaria expresa que esta “ se tendió a dormir sobre el duro colchón de rocas más antiguas y profundas, para que el espigado arroz alzara, sobre el verdor acuático, su nutricio pendón, de pajizo dorado comestible, por lo cual es gramínea de caldero y de mesa, o el empecinamiento forestal de las baitoas —blanco mástil con vela de esmeralda— que sigue siendo tierno no obstante la sequía; y corrieran los ríos por su lomo, pobladas las orillas de rolitas y tórtolas que con urgente pico sacan del pedregal los granos del sustento”..



En el Valle existen cuevas volcánicas, que han surgido de derrames de lava, o cuevas que han sido formadas por procesos erosivos.
Las Cuevas de Seboruco, al pie del balneario natural de la gigantesca presa de Sabaneta, colocadas sobre un gran Mogote o Peñón de caliza poseen tres cavidades principales con tramos de galerías de cortos espacios,

Marcano hurgando en la identidad de la región desde su formación geológica escribe:
“La humedad de la cueva, que en sus paredes cría hongos, dio pie a los creyentes de la zona para juego semejante: en un punto de la pared la parte más porosa y húmeda que delimita el criadero del hongo, compone una mancha que los campesinos, por la estampa del contorno y el color castaño de la oxidación, identifican como representación milagrosa del santo”.
“Al pie del ascenso y de la loma, dos cruces: la de Liborio, azul y muy sureña, con dos crucecitas cargadas en los brazos extendidos, y la cristiana de palos cruzados, pero aún ésa con tres piedras de superstición encima:

una en el tope, las otras dos a los lados: «para que llueva».Y debajo de todo esto, alrededor y encima, el Eoceno.”

E. O. Garrido Puello en su obra “Espejo del Pasado”, nos cuenta: “A varios kilómetros al Noroeste de la ciudad de San Juan de la Maguana existe una loma Catana Matía (..) visité el lugar tras la tradición de que esa loma era un volcán apagado (...) A más de 30 kilómetros alrededor de esa loma se ven desparramadas superficialmente piedras volcánicas como si el predio fuera un cascajal, No se trata de algunas piedras sueltas, sino de un tapizado completo. Son piedras perforadas, no demasiado duras, con todas las características de provenir de un fenómeno geológico., Son piedras que parecen formadas por enfriamiento”.

(..) el extraño fenómeno debe tener origen en las fuerzas ocultas de la naturaleza. La loma tiene una cavidad vertical cuya profundidad es insospechable Si se lanza un guijarro, el ruido se pierde sin que se sienta su caída. Tanto esa profundidad como las piedras revelan con claridad que la loma fue un volcán, que quizás conmovió trágicamente la isla hará varios milenios.” (3)

El misterio, el extraño fenómeno geológico se manifiesta de nuevo en el caso de la caliza cárstica y cuevosa del cerro de San Francisco, y sus materiales del período miocénico con que se constituyeron las formaciones que ahora «chocan» (..) terrosas y masivas aflorando por el cerro, “que a trechos por minería del agua, le pone obra como de orfebrería geológica en sus entrañas huecas, convirtiendo una de sus cuevas en estación terminal de romerías religiosas donde los campesinos van con sus hijos para cumplir la promesa del cabello”, en la cueva grande del cerro, donde el 4 de octubre de cada año se celebra la fiesta de San Francisco.

“Para entrar a la cueva —situada a media altura de la loma— se ha construido una escalera de madera que va del piso de la falla hasta la misma boca.


Adentro, una gran sala de cuyos lados arrancan las galerías en que dejan sus ofrendas los creyentes: generalmente cruces envueltas en papeles de varios colores, que al año siguiente buscarán y encontrarán. O si no, campesinos que van con animales. En este caso, ofrenda menos perdurable, porque allí mismo son puestos a remate. Al pie del ascenso y de la loma, dos cruces: la de Liborio, azul y muy sureña, con dos crucecitas cargadas en los brazos extendidos, y la cristiana de palos cruzados, pero aún ésa con tres piedras de superstición encima: una en el tope, las otras dos a los lados: «para que llueva».Y debajo de todo esto, alrededor y encima, el Eoceno”(2).


no obstante la sequía; y corrieran los ríos por su lomo, pobladas las orillas de rolitas y tórtolas que con urgente pico sacan del pedregal los granos del sustento.”(2)


El valle y sus afloramientos, sus plegamientos, la limburgita volcánica, son el resultado de las fracturas que desde los periodos geológicos llamados: Eoceno, EL CUAL empezó hace 60 millones de años; el Oligoceno, 40 millones de años, y el Mioceno 26 millones, evolucionando definiendo y formando sus rasgos tectónicos morfológicos.


“El Valle de San Juan, que por el N.O., termina en la Plaine Centrale de Haití llega por el E. hasta la llanura de Azua y Bahía de Ocoa.


Esta fosa está rellena de sedimentos del Neoterciario y del Pleistoceno”.(1)

“Al norte la cordillera Central, la de Neiba al sur y puesto entre las dos y al pie de ellas, a ras del ruedo de sus faldas, como plataforma perfectamente nivelada, el valle”(2).


“Sí: el gran valle de San Juan es un inmenso llano. Planicie horizontal sedimentaria que se tendió a dormir sobre el duro colchón de rocas más antiguas y profundas, para que el espigado arroz alzara, sobre el verdor acuático, su nutricio pendón, de pajizo dorado comestible, por lo cual es gramínea de caldero y de mesa, o el empecinamiento forestal de las baitoas —blanco mástil con vela de esmeralda— que sigue siendo tierno.” (2)


“el extenso llano tiene sus bordes alzados. El del norte y el del sur. Lo constituyen dos segmentos inclinados que forman, en la línea de contacto, una hondonada o quilla central por donde poco más o menos se abrió paso el río San Juan después de la montaña —baja de la cordillera Central—, cuando empezó a buscarle el lado —y la confluencia— al Yaque del Sur, en el cual echa, junto con las suyas, todas las aguas que estos dos declives convergentes obligan a correr hacia su lecho.” (2).


Sobre la roca cretácica del fondo —o más antigua—, la misma que estaba ya encaramada en las cumbres del macizo de la cordillera Central, se depositaron en el Eoceno los materiales calizos de la formación Abuillot, cuyos pliegues verticales pueden verse maravillosamente nítidos, por ejemplo, en el corte que se le dio a la loma de El Número para que pasara rectamente por ella la carretera que va de Azua a Baní o viceversa, o también (para mencionar solamente dos puntos) en la escarpada vertiente trasera de la loma del Yaque, al extremo oriental del valle.

Millones de años después, en el Mioceno, fueron cayendo sobre ella los materiales equivalentes a las formaciones geológicas que en esa misma época se depositaban al norte de la cordillera Central en el valle del Cibao, en este orden: formación Conglomerado Bulla, formación Cercado y formación Gurabo, las que en el lado sur —salvo la Bulla— re-
cibieron innecesariamente nombres diferentes, esto es: formación Arroyo Blanco (Cercado) y formación Arroyo Seco (Gurabo).


Encima de todas, ya en el Plioceno, como nata del valle aunque no sea su flor, cayó el cascajo suelto y la arcilla de la formación Las Matas, que no tiene pareja equivalente en el valle del Cibao, y de la cual no se sabe a ciencia cierta todavía, si fue depósito terrestre, sub-aéreo, o sedimentación ocurrida en circunstancias de un agua litoral poco profunda. Si lo primero: ¿Acaso derrubio continental llegado desde el sur?



(1) Geología histórica de la cordillera central de la isla de Santo Domingo y su posición en el arco de las Antillas, Richard Weyl, Boletín de la Sociedad Dominicana de Geografía, No. 12, Vol XII Enero-diciembre 1988-1992.

(2)

(3) E. O. Garrido Puello, Espejo del Pasado

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