martes, 2 de junio de 2009

Chago

RELATOS DEL SUR DOMINICANO


(El Camarada)

Roberto Rosado

Confesión Militante



Chago es un hombre muy sereno nacido en la comunidad de “El Cerro” perteneciente a San Juan de la Maguana.


Todos sus compañeros, sobre todo sus contemporáneos, lo conocieron por el apodo de “El Camarada” porque siempre que brindaba el saludo a sus amigos solía usar ese apelativo para llamarlos. Algunos dicen que era una forma de ocultar su militancia en el Movimiento Popular Dominicano por ser este de carácter clandestino y con ello obviaba la represión muy propia del régimen de turno, a finales de los años 1960 y 1970.


Muchos jóvenes cayeron abatidos en esa época como resultado de la represión del régimen de mano dura que imperaba entonces; esto justifica en modo alguno la actitud de Chago para protegerse y facilitar las actividades clandestinas que realizaba muy a menudo.


El Movimiento Popular Dominicano logró reclutar muchos jóvenes de esta y otras comunidades, los que eran preparados física y mentalmente en razón de que este partido siempre derrotar por las armas al régimen imperante.


El M.P.D. logró reclutar además a campesinos cuya actividad económica esencial era el jornal echa días, actividad que tenían que realizar para mantenerse ellos y sus familias.

El ingreso de muchas personas del campo permitía en gran medida realizar las actividades sin muchas dificultades, pues en la zona rural por lo general se acostumbraba a ser solidarios con sus hermanos de comunidad; amén de que además, la mayoría de los moradores de “El Cerro” tenían cierto grado de familiaridad.


Chago para la época era un adolescente que provenía de una familia cuya única entrada era la que se podía ganar como resultado del trabajo de cada día en las fincas.

Los estudios fueron muy limitados en virtud de que la mayor parte del tiempo tenía que dedicarlo al trabajo en las fincas para ganarse la vida, razón por la cuál apenas logró alfabetizarse.


Estas limitaciones no le impidieron hacer buenas lecturas del periódico de su partido, ni participar en las discusiones que se hacían en base, sobre todo, al Manifiesto Comunista de Marx y Engels, los estatutos del partido, etc., bajo la orientación de un camarada que siempre iba de la población a realizar dicha tarea.


En esta comunidad también se guardaban las armas que servían para los entrenamientos militares, no solo a los miembros del partido que vivían allí, sino a otros de otras comunidades y hasta como almacén estratégico, dada la dificultad que tenía la reacción de descubrir el lugar del almacenamiento de dichas armas.


Chago, un muchacho sereno, pero muy astuto, pronto se hizo un experto tirador, manejaba una carabina y/o metralleta con la misma destreza con que manejaba un arma blanca de cualquier categoría.


A ausencia de los entrenadores del pueblo Chago ocupaba ese lugar lo que le ganó un gran respeto entre toda la gente que giraba alrededor del M. P. D.


Se destaca también el espíritu solidario de Chago. Se manifestaba en muchas ocasiones; si alguien enfermaba ahí llegaba Chago para ayudar a llevarlo al médico; si moría alguien de la comunidad Chago era uno de los primeros en llegar para acompañar a los dolientes y ofrecerse para cualquier actividad propia de los velatorios de comunidades rurales sureñas: hacer la caja, abrir el hoyo para enterrar el muerto o muerta, cargar el muerto o la muerta hasta llevarlo hasta su morada final y en los nueve días nunca faltaba en los novenarios que cada día se le hacía.


La solidaridad de Chago a pesar de su juventud era reconocida por todos los lugareños a tal punto de que se le trataba como si fuera una persona con tanta madurez que hasta consejos se le pedía en circunstancias difíciles.


En su adolescencia estableció relación amorosa con Rosa, una muchacha de las misma comunidad, compañera de partido, con la que procreó tres hijos, a los cuales mantenía con el dinero que ganaba de su trabajo diario en la finca y con la ayuda que daba Rosa, cuando ocasionalmente se dedicaba al trabajo agrícola, sobre todo en la época de recolección de granos, trabajo este que comúnmente lo hacían las mujeres a cambio de una pequeña remuneración.


La casa de Chago y Rosa era muy frecuentada por los camaradas del partido, aquí el mote de camarada, que el Chago usaba para todos hacía que las reuniones se hicieran sin ninguna posibilidad de ser descubiertas por la reacción.


En tiempos de persecución acostumbraba a quedarse en los conucos como forma de evitar ser descubierto en sus actividades clandestinas.


A finales de 1971 la reacción fue informada de que la juventud de “El Cerro” realizaba actividades clandestinas y lo peor aún que existía un depósito de almacenamiento de armas.

Como resultado de la denuncia Alfonso y Tino fueron allanados y conducidos a la Policía del pueblo. Al día siguiente gracias a las gestiones hechas por moradores de “El Cerro” Alonso y Tino fueron despachados a sus casas no sin antes leerle el sermón en el que decía, “Si aparece otra denuncia en su contra le daremos una paliza de calzón quitao para que digan donde están las armas que según se ha dicho se guardan en ese campo del carajo, a los comunistas hay que acabarlos a todos de lo contrario acabaran con este presidente y se harán dueños del país”.


A pesar de la libertad de Alonso y Tino la vigilancia se mantenía en el campo; todas las actividades que se realizaban en el Club de Jóvenes, la Asociación de Agricultores, el Centro de Madres, y la Asociación de Parceleros eran vigiladas por la policía.


Las reuniones del partido dejaron de realizarse en la casa de Chago por temor a ser descubiertos. Se realizaban en una finca cercana a la comunidad, en una parte que se dedicaba a la siembra de café, ahí se planificaba todo lo concerniente a las acciones clandestinas y se determinaba la táctica a seguir para no ser descubierto ni mucho menos el lugar donde se guardaban las armas, con las que hacían sus prácticas militares.

En una ocasión, mientras seis de los miembros pertenecientes a una célula del partido se reunían en el monte de café, la policía se apareció en el lugar y Chago al observar la presencia de estos tipos dijo rápidamente “Yo soy Gocha y cada uno asuma un nombre, salgan de dos en dos y hagan creer que estamos en labores agrícolas”.


Chago, en ese momento Gocha, salió con Romer a quien le dijo te llamarás Roberto. En el trayecto por el callejón de “Los Vin” alcanzó a ver a la policía que venía de frente sin que pudiera evitar el encuentro. Rápidamente planeó una acción; sacó del bolsillo del pantalón color kaki que lleva puesto un cortaplumas y comenzó a escribir en el tronco de una mata de chácaro un mensaje; Roberto se acerca a él y le pregunta ¿Qué piensas escribir? A lo que Chago contestó: “lo que salga”.


El mensaje final fue: “Roberto se jartó de mango Juan Jaque” debajo de este mensaje apareció y “Gocha también comió mango”.


Al llegar la patrulla preguntó a Chago ¿Y esta vaguedad? Y este respondió; es que venimos del conuco de limpiar café, nos comimos unos mangos, muy escasos en este tiempo y decidimos escribirlo en esta mata de chácaro como recuerdo.


Los policías se marcharon y Chago o Gocha abrazó a Romer o Roberto en señal de regocijo por el éxito de la táctica utilizada.


La situación económica de Chago y Rosa no estaba del todo bien, por eso decidieron emigrar a Santo Domingo de donde sólo se sabe que trabajaba en un comercio de hacer y vender mabí; pues jamás volvió a la comunidad y hoy no se sabe si milita en alguna organización política o no.


En “El Cerrito” sólo quedó el recuerdo de “El Camarada”, apelativo que Chago hizo muy común en toda la comunidad.

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