Por José Enrique Méndez Díaz
Pobre, haraposo y mendigo, Luís Braván, fue uno de esos personajes típicos olvidados del ayer.
Este  humilde hombre sin techo y sin derecho, que residía en el deplorable  sector de “Guachupita” de San Juan de la Maguana, vivió una vida cruel,  de permanente daño auto inflingido.
Soportando la hostilidad y burla  de la gente del pueblo, que le vociferaba “Luís Braván”, reaccionaba,  estrellando su frágil cabeza contra las endurecidas paredes y contenes  de las calles, gritando , amenazando con lanzar: “un caño y dos goteras”  de malas palabras para que nadie le continuara jodiendo,
Todos lo  que conocían de sus reacciones impulsivas, solían colocar la paja que  quebraba o rompía la columna vertebral del Camello que como Luís venía  cargando.
Luís, cargando en sus espaldas un enorme fardo de  impotencia y desamparo, de insoportable dolor psíquico, prefería  “bravear”, arder antes que hacerse humo, prefería transitar la vía  rápida de la autodestrucción, produciéndose daños intencionalmente.
La  bravura de Luís, mal comparada, nos da por recordar la rabia que ardió  en la sangre del rey caonabo de la Maguana, quien actuó con autentica  bravura ante el látigo implacable de los invasores Españoles, quienes  sistemáticamente se encargaron de exterminar todo vestigio de cultura de  muchas de nuestras regiones, de quien se dice murió de rabia al  sentirse impotente.
IDENTIDAD SANJUANERA
 
Lamentablemente tenemos la tendencia de burlarnos de las personas con problemas mentales como ignorando que cualquiera puede ser víctima de los mismos.
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