lunes, 25 de abril de 2011

Nuevos apuntes para reorganizar la memoria histórica

LA PERSECUCION AL OBISPO O REILLY ORDENADA POR TRUJILLO

INDENTIDAD SANJUANERA


Bernard Diederich, reconocido corresponsal extranjero de las principales agencias de noticias internacionales, nos desvela hechos y sucesos, relacionados con la guerra a sangre y muerte, ordenada por el dictador Trujillo contra los sacerdotes sublevados y en especial el “Obispo rebelde”, Monseñor O Reilly, de la diócesis de San Juan de la Maguana. En su obra Navidad con libertad, La lucha por la libertad del pueblo dominicano, nos relata la manera en que Reilly le escribió a máquina de su Diócesis de San Juan de la Maguana, un resumen de los hechos

He aquí lo que el Obispo O’. Reilly le contestó, palabra por palabra:

“Como bien sabes, cuando mi residencia y la rectoría de los Padres Redentores fue destruida el 12 de abril por una muchedumbre (guiada por alrededor de unos 40 a 60 policías y oficiales militares disfrazados de civil), traje a los curas y a las monjas de seis parroquias a la capital.

Algunos de nosotros nos quedamos en una escuela para señoritas llamado Colegio Santo Domingo.

La prensa y l radio continuaban el bullicio (ver, por ejemplo, El Caribe del 23 y 24 de mayo de 1961) presionado para que tanto yo, como el otro obispo extranjero Francisco Panal de La Vega, fuéramos expulsados. Pero el Nuncio en funciones le informó a Trujillo que nuestra expulsión causaría que Trujillo mismo fuera excomulgado públicamente. Varias personas anónimas me continuaban mandando a decir que mi partida voluntaria desanimaría las esperanzas y esfuerzos de resistencia contra Trujillo.

Hasta había rumores de que los asistentes a reuniones organizadas por los pobres de los barrios –en la capital y en los pueblos de provincias- terminaran siendo subidos a camiones y llevados a las puertas del Colegio Santo Domingo a irrumpir violentamente y darle fin a la insolencia del Obispo Yanqui.

Eran ya las 4:00 a.m. del 31 de mayo (unas seis horas tras la muerte de Trujillo) cuando los soldados de la fuerza Aérea rompieron los paneles alrededor del portón del colegio Santo Domingo y entraron al área de recepción. Las monjas estaban durmiendo en las habitaciones a la izquierda- en el primer piso y también en el segundo piso- con estudiantes. Dos curas dormían cerca de mi habitación en el pasillo de la derecha. Curas y monjas- con hábitos y sotanas puestos velozmente sobre sus pijamas- rápidamente confrontaron a los soldados y les prohibieron entrar al edificio a buscarme.

Hubo muchos empujones violentos, monjas caían al piso sólo para levantarse nuevamente y pelear con los soldados, los curas fueron golpeados fuertemente en los brazos y hombros con las culatas de los rifles. Las niñas arriba gritaban despavoridas. Unos cuantos soldados tiraron tiros al piso y también mataron a tiros a un perro grande de las monjas que entró ladrando.

En la oscuridad interior, permanecí indeciso por unos 15 a 20 minutos….Me pareció que si eran hombres vestidos de civil, yo debía escapar por otra puerta hacia los arbustos> Pero cuando percate de los uniformes, sentí que entonces eran redada oficial y no un asesinato que el Gobierno pudiese desmentir cono un acto de indignación popular. Por ende, encendí la luz en la habitación y en el pasillo y fui rápidamente escoltado a un coche que esperaba. La media docena de soldados que me acompañaban sólo me preguntaron dónde estaba el Obispo Panal y les contesté que asumía que, como de costumbre, él estaba en su casa, en La Vega.

Aún estaba oscuro cuando llegamos al centro de detención y tortura de la Fuerza Aérea en el Kilómetro 9. Conocía al comandante Coronel Dimas Rodríguez-Méndez y le pregunté qué ocurría. Se veía demacrado y sin afeitar, y me dijo que me sentara y esperara, que era una noche de gran confusión. Alguien que, aparentemente, había sido golpeado y que estaba sollozando, fue llevado a la próxima habitación y yo fui transferido al garaje donde había letreros y dibujos advirtiendo a todos los llevados allí que no abrieran la boca o morirían. Me tomé un tranquilizante y sólo pensé que estaba siendo abruptamente expulsado.

Una hora y media más tarde, me dijeron que subiera a un vehículo portaarmas.. Preguntar cualquier cosa era inútil Fui colocado en el asiento delantero, entre un soldado y el conductor; el Coronel Rodríguez Méndez y uno o dos soldados estaban atrás. Yo estaba confundido, pues ya era de día y podía ser visto claramente por las muchas personas que salían de sus hogares hacia el trabajo.

Regresamos a la ciudad; atravesamos la puerta trasera del Palacio Nacional. Fui conducido a una habitación en el segundo piso. Esperaba encontrarme con un Trujillo furioso y ser informado que me iban a sacar del país. Pero el Presidente Balaguer, Paíno Pichardo (Secretario de Cultura) y el General Román Fernández (Jefe de las Fuerzas Armadas) entraron a la habitación.

El Presidente Balaguer, cortés como siempre, me pidió disculpas por todos los agravios, afirmando que había sido una noche de confusiones y que había habido un atentado contra Trujillo. Cuando llegué a decir que esperaba que este estuviese a salvo, Paíno Pichardo interrumpió diciendo que no lo estaba y que el cuerpo de Trujillo acababa de ser recuperado y traído al Palacio Nacional. Balaguer continuó diciéndome que ahora había cientos de guardias alrededor del Colegio Santo Domingo y que yo podía regresar allá tranquilamente…Esto fue poco después de las 7:00 a.m.

Partí por la puerta principal. Paíno Pichardo me iba a llevar pero tras ver al Secretario de Educación- Jiménez- le delegó a él esta labor.

El inmenso palacio parecía silente y sólo había unos cuantos carros civiles cerca de la puerta delantera.

Regresé al Colegio Santo Domingo y le narré los acontecimientos al Cónsul Americano (Henry Deaborn) y al representante oficial del Embajador Británico (Bill Harding) (estábamos bajo su protección). [Fue el Obispo quien informó a los dos diplomáticos la noticia, confirmada por Balaguer, de que Trujillo había sido asesinado] .

Cinco días más tarde, los curas y yo regresamos a nuestras labores en esta región de la Diócesis de San Juan.

Poco después, me enteré que yo había sido llevado al Kilómetro 9 a ser ejecutado y que fue por órdenes del Coronel Luis León Estévez (el primer esposo de Angelita). Balaguer me mencionó, el 16 de marzo de 1970, que el General Román Fernández había aprobado la orden de mi muerte, como parte de su deplorable intento de justificarse a si mismo y de encubrir su parte en el complot contra Trujillo.

El chofer de Trujillo, herido, alcanzó la calle que va paralela a la Ave. George Washington y debe de haber llegado al hospital alrededor de las 11:00 Pm; el 30 de mayo de 1961. Uno de los primeros en ser informados debe haber sido Don Cucho- Virgilio Álvarez Pina-, más viejo que Trujillo y su amigo y hombre de confianza, pensábamos que Balaguer era un hombre decente e inofensivo, un intelectual en residencia, pero el grupo de poder debe haber reconocido sus grandes habilidades y deben haber orquestado el que este fuese de los primeros en llegar al Palacio, un poco después de la medianoche.

De acuerdo con el actual Comandante de este pueblo-ahora un coronel-quien llegó al Palacio Nacional, alrededor de las 3;00 a.m. del 31 de mayo de 1961, la primera orden que dio Balaguer como el real Presidente fue que no asesinaran al obispo, diciendo razonablemente que no sabían a esas horas de la madrugada cuál era la verdadera situación y que el asesinar a un obispo yanqui no ayudaría en nada.

Por lo menos dos meses tras la muerte de Trujillo, había muchos militares que insistían en que tanto el Obispo Panal, obispo español de La Vega, como yo, fuésemos expulsados del país. Balaguer fue muy firme en insistirles a los militares que si nos expulsaban a los dos, él renunciaría.

¿Por qué fui yo seleccionado para este acto de venganza?

Sólo había dos obispos extranjeros en el país que no podían ser controlados por actos de terrorismo contra familiares. El Obispo Panal y yo escogimos distintas metodologías. Panal, obstinadamente, rehusó ver a Trujillo en todo el 1960, pero entre febrero y marzo de 1961 accedió a recibirlo con los honores debidos a un Jefe de Estado, pero aclaró que continuaría predicando como siempre….le anexo ese sermón, por si nunca lo ha visto…Muy al estilo del siglo XVIII,, de un predicador de la corte en París, quien le está diciendo al monarca absoluto que deje de ser tan injusto y adúltero, pero todo disimulado tras terminología elegante.

Yo fui más flexible. Pero el grupito de Trujillo se dio cuenta de que el Servicio Católico Nacional de Noticias sobre el Bienestar estaba incluyendo relatos detallados de sus persecuciones y crímenes. El 11 de marzo de 1961, cuando traté de prevenir, sin mucho éxito, la expulsión de otro cura, le pedí a este que me enviara, a través de mi usual confidente, la declaración que yo haría en la Catedral el 12 de marzo, un domingo.

Así lo hizo y el 13 de marzo, la Voz de América repitió el texto. Acusaba a Trujillo de hipocresía y de encubrimiento, mientras este seguía con sus persecuciones. Eso motivó que los hombres de Johnny Abbes García destruyeran nuestras residencias en búsqueda de un aparato de enviar ondas cortas 9que nunca existió)….Luego, tras ser obligados a abandonar esta diócesis, el grupo de Trujillo estaba convencido de que el obispo americano y sus curas apoyadores debían ser eliminados como punto focal de la resistencia.

Por ende, la reacción inmediata a la sorprendente muerte de Trujillo fue vengarse. Ni León Estévez, ni mucho menos Román (ya que este formaba parte del complot) creían que yo tenía conocimiento del complot, pero que realmente sí había agregado leña al fuego por demasiado tiempo.

Y así termino la narración personal del Obispo O’ Reilly sobre los eventos que casi le causaron la muerte, una descripción muy vivida y única de cómo Trujillo se vengaba de sus enemigos, reales o imaginarios.

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