lunes, 6 de febrero de 2012

Una Curandera muy famosa, su nombre era Doña Ramona Uribe Castillo


La diversidad de los curanderos en el suroeste de la República Dominicana: Algunos pensamientos después de once meses de investigación del campo
Por Yvonne Schaffler1


En San Juan de la Maguana encontré un tipo de curanderismo que está muy ligado a las costumbres de la iglesia católica. En una comunidad pequeña que se llama Cañafistol, cerca de Juan de Herrera, vivía una Curandera muy famosa, su nombre era Doña Ramona Uribe Castillo. Lamentablemente murió hace dos años, pero mientras trabajaba curando, curó cientos de locos. Ella era Oliborista, como es muy típico en esta región, y en su patio todavía se encuentra un gran calvario con tres cruces que simbolizan la trinidad sagrada de Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tenía una casa especialmente hecha para su altar mayor en la que trataba gente mediante montarse y en el cual celebró novenas en forma de misas católicas y
fiestas con atabales. Ella, al contrario de Reyes, no sólo trataba sus pacientes ambulantes, sino internaba hasta diez pacientes al mismo tiempo en su comunidad para que se curaran. Eso podía durar un año o más. Los casos que llegaron a Doña Ramona a veces eran muy graves; personas encadenadas comiendo sus propios excrementos, o personas que querían suicidarse.

El tratamiento de Ramona era simple, pero efectivo. Dejaba dormir a los pacientes frente del altar en el piso, y les dejaba “coger su misión”, que significaba que tenían que hacer oficios domésticos en la comunidad. Así tenían ocupación y experimentaron una integración social.

También les enseñó a establecer un contacto con los misterios mediante montarse y hacer servicios a ellos. Cada paciente tenía su patrón, su misterio protector con quien trabajaba y a través de quien conseguía salud y bienestar mental. Ramona tenía una autoridad enorme y castigaba el mal comportamiento que comprometía la colectividad rigurosamente. Ella tomaba un ramo del piñón, que consideró como una planta sagrada, y daba a los pacientes dos veces dos golpes en forma de una cruz para que se tranquilizaran. Hay que tomar en cuenta, que esta mujer  trabajaba con gente que tenían graves desordenes mentales, sin usar nada
Sustancia química para tranquilizarles.

 También trabajaba con agua; tenía un charco atrás de la finca en el que bañaba a la gente; afirmaba que el agua contenía cualidades curativas. Si esta agua no servía, mandaba sus pacientes al agüita de Papa Liborio para que se bañaran en ella.


1 Estudiaba etnología en la Universidad de Viena. Trabaja de momento en la colección etnomedicinal del instituto de la historia de la medicina.

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