Juan Tobías León Ortega
Agujero vital que nos guía al camino prismático donde una sola luz eterna entra en el silencio de los sueños sin espacio, fortaleciendo paredes del alma lisonjera, camino divino que conduce a la petición de querubines que acechan en las radiaciones de un final Omnipotente.
En el agujero, nadie tiene medida, todos se esparcen en la búsqueda de la verdad, en un mundo que flota armonioso, sellando las dificultades que a diario nos martillan sin clemencia.
Al final del orificio, te espera la reconciliación con las ondas que una vez soplaron en tu cordón umbilical las alegrías del universo, que como en el Pesebre Sagrado sellaron tus días de existencia.
El ostracismo que conduce a la puerta del olvido nos hace perseverar y reconciliar las terquedades que a diario nos conducen a malos entendimientos con la armonía de lo pedido y lo recibido.
Un agujero necesitamos, para alimentar nuestras ansiedades que nos corroen de adentro hacia fuera, al punto de partida de nuestras desdichas, un deseo de ver la luz para siempre
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