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miércoles, 12 de enero de 2011
ELEGIA A LA VIEJA CASONA DE LILIS
"Parecías una reina en su Castillo. Así fuiste. Sin embargo, al final de tu azarosa vida nadie se condolió de ti. Nadie intervino a tu favor. Ni la mal llamada “sociedad”, que tanto recibió de ti".
Por Carlos Vicente Castillo Mateo /
Por fin llegó tu final, después de tu larga agonía
tantos años de quebrantos, tantas fiebres sufridas.
Has caído de rodillas ante la tierra que te vio nacer
en el ocaso del siglo diecinueve. Por fin has muerto.
No hubo medicina para curarte. Te has ido para nunca
más volver. Fueron largos y dolorosos tus sufrimientos.
Nunca sudaste la fiebre como esperábamos los que te
conocimos. Los que vimos tu hermosura, tu belleza en
el ayer. Eras la única en tu género en toda la región.
Recuerdo que tu figura atraía a miles de curiosos
quienes solían ir a contemplarte, cuando el sol,
en horas de la tarde, tristemente se ocultaba.
Parecías una reina en su Castillo. Así fuiste.
Sin embargo, al final de tu azarosa vida
nadie se condolió de ti. Nadie intervino a tu favor.
Ni la mal llamada “sociedad”, que tanto recibió de ti.
Nadie hizo nada por salvarte de la enfermedad
que te consumía. Tu cuerpo fue cayéndose pedazo a
pedazo. Nadie te socorrió. Ni hubo facultativo que te
asistiera médicamente. No apareció nunca una enfermera
que llevara alivio a tu ser.
El 28 de diciembre de 1995,- serían como las once y
veinte minutos de la mañana-, ya casi finalizando el
siglo, vi tu cuerpo caer. Te vi arrodillarte sobre la
tierra de tus amores. Desplomarte inerte sin pedir
auxilio de nadie. Ni siquiera al aire que te cubría y
que se abría paso ante las líneas grises de aquella mañana.
Coincidencia de la vida. Un veintiocho de diciembre
pero de 1962, se produjo en nuestro pueblo
un hecho lamentable como tu partida: El genocidio
de Palma Sola.
Un gentío acudió al saber de tu agonía. Todos lloraron
desesperadamente. Entre sollozo y sollozo, vieron tu
cuerpo fallecer bajo la luz del día.
Ese día, Vieja Casona, en que besaste el polvo de
rodillas, polvo de la madre tierra, polvo de tus
amores, polvo de tus dolores, te doblegaste en silencio.
Ni siquiera una queja, ni una petición. Todos te miramos
llenos de angustia. Sentimos pena por ti.
Tu velatorio se prolongó más de lo esperado. Así lo quiso
la gente que te acompañaba en el mismo lugar donde
naciste y te elevaste. ¡Las cinco de la tarde!, y partió el
cortejo, al son del tambor y las campanas. La Catedral San
Juan Bautista, se llenó para despedirte.
Camino al Campo Santo, la Banda Municipal de Música.
oraciones y canciones fúnebres, música de Beethoven,
Mozart, Bach.
Las personas en sus viviendas, arrojaban un vaso
de agua al suelo y pronunciaban la frase acostumbrada:
“Vete en paz, Vieja Casona”, “Vete en Paz”.
Los hombres, llevaban cinta negra en su brazo izquierdo
y un silencio sepulcral en los labios.
Al momento del enterramiento, se oyó una voz tronante:
-¡Un momento! ¡Paren!
El hombre, no quiso identificarse. Pidió que le permitieran
decir unas cuantas palabras antes de cerrar el nicho. Parecía
como de abolengo.
-Permítanme, señoras y señores, ofrecer estas últimas
palabras a esa gran amiga de muchos años a quien hoy
damos sepultura. Esta Vieja Casona, fue amiga nuestra y
también del pueblo sanjuanero. En ella se alojó por largos años:
el Ayuntamiento Municipal, el Negociado de la Cédula, la
Academia de la Banda de Música, el Cuerpo de Bomberos
Civiles, pero sobre todo y por lo cual fue mandada a hacer,
la Residencia Presidencial del Presidente Lilís. De su seno
se emitieron numerosos decretos a todo el país.
Prosiguió: -Por eso, señores, ofrezcamos un minuto de
silencio a la memoria de la Vieja Casona.
Los presentes inclinaron sus cabezas.
Al final, el hombre se identificó como Coronel de los
Bomberos Civiles, confesando que no quería
que la Vieja Casona de Lilís, se fuera al otro mundo,
sin apenas una plegaria por su muerte, despidiose
definitivamente: ¡Descansa en Paz, Vieja Casona!
¡Descansa en paz, Vieja Casona de Lilís
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