La ciudad de San Juan de la Maguana y toda la zona del Valle de San Juan experimentaron pocos cambios en el orden económico y social durante el siglo XIX. Esta zona del país conservó con más fidelidad que otra los rasgos que adquirió en el siglo XVIII, cuando se produjo la explosión socioeconómica ligada a la industria azucarera de la vecina colonia francesa.
Así, durante el siglo XIX, San Juan y sus alrededores continuaron siendo un lugar donde prevalecía la crianza de ganado, vacuno y caballar, y en donde la agricultura era una actividad de mera subsistencia. El ganado crecía en terrenos abiertos. La forma de propiedad prevaleciente eran los terrenos comuneros.
En el plano geográfico, San Juan se encontraba prácticamente aislado del resto del territorio nacional, a causa de la inexistencia de vías de comunicación con Azua y la capital, al menos para los asuntos de la actividad económica. Los vínculos económicos de la zona eran más estrechos con Haití, país donde los sanjuaneros realizaban sus transacciones, consistentes básicamente en la venta de cuero y ganado. Allá también se adquirían las mercancías de consumo local, indispensables para la vida cotidiana. De hecho, durante el siglo XIX, los vínculos comerciales de San Juan eran más estrechos con la ciudad de Puerto Príncipe que con la capital dominicana.
La prolongada relación económica de San Juan con Haití explica muchos de los elementos culturales que prevalecen en la zona. Como se sabe, la cultura local presenta una riqueza extraordinaria en materia de religiosidad popular. En la provincia prevalecen muchas prácticas mágico – religiosas. De igual modo, es el asiento de una de las expresiones religiosas más vigorosas que existen en el país, que es el olivorismo. Según un estudio sobre este movimiento, escrito por Jean Lundius y Mats Lundahl, durante el siglo XIX, la vida en el valle de San Juan mostraba ciertos rasgos parecidos al estereotipo del oeste norteamericano, pues los autores dicen que “el valle era un área de áspera frontera, habitado en su gran extensión por ganaderos orgullosos de su bravura y de su coraje de hombres guapos.” A pesar de toda la oposición en su contra, el movimiento, de corte mesiánico, conserva intacto sus cimientos, ya entrado el siglo XXI, por los mismos lugares donde se inició a comienzos del siglo XX.
La llegada y expansión de la caña de azúcar en el país, en el último cuarto del siglo XIX, tuvo grandes repercusiones en San Juan y en la zona del valle. Hubo que esperar, sin embargo, que entrara el siglo XX para percibir las transformaciones. Mientras tanto, ya en 1895 uno de los más conocidos propietarios de tierra en la zona, el señor Wenceslao Ramírez, dio inicio a las actividades de regadío de las tierras, lo que a la postre tuvo también mucho importancia para el cambio de actividad económica del valle, luego de más de 150 años de ganadería.
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