Bienvenido de jesús Acosta Rivera.
El cabo Emiliano de León Bravo era una verdadera fiera. Hacía honor a su nombre cuando de revisar su historial se trataba. Alto, flaco y desgarbado
Revolver mágnum 44 al cinto regalado por el mismísimo general, luciendo el kepis ladeado hacia la izquierda como para asentar el tumbao de matón acentuado con un reluciente diente de oro amarillo de antaño y un bigotito “al estilo Jorge Negrete” como solía decir adoptando las poses del artista copiadas de las peliculas en blanco y negro de la década del 40 de las cuales era nuestro hombre muy aficionado. Y sobre todo atemorizaba la enorme cachiporra que siempre cargaba en la diestra.
Era una estampa el hombre, era un ser congelado, conservado en una época remota de su vida juvenil, Chapado a la antigua, todavía tenia en su oficina del cuartel de Cañada Honda una foto del “Jefe” guardaba celosamente los “Tres golpes”: la “Palmita”, el “Carnet” y las “diez tareas” por si acaso el jefe no estaba muerto. A un lado conservaba un radio que había comprado en 1952 marca “ Telefunken” con ojo mágico de luz esmeralda y todo. Y un abaniquito de antaño que giraba ensordecedoramente para aminorar los efectos del calor de Agosto y las picadas de
Había adquirido una vasta experiencia en la tortura durante los mejores días del apogeo de la dictadura del general Rafael Porfirio Gómez Liranzo. Asociado a los sectores más oscuros de la época, y apoyado “desde arriba”
Nuestro hombre siendo un simple policía, se ufanaba de ser militar.
Siendo que apenas aprendió a mal filmar su nombre sentía un odio profundo hacia todo lo que fuera estudiantil , odio que no era más que el producto de sus problemas internos no resueltos los cuales trataba de resolver a través de los excesos y el abuso de poder.
Era pues nuestro hombre un verdadero rufián de uniforme.
Los 27 de febrero solía ir al “Te Deum” en la catedral, para la ocasión siempre llevaba el mismo traje blanco almidonado y planchado por Doña Herminia la lavandera de los policías de puesto en el cuartel del villorrio en el cual el era “Ley, Batuta y Constitución” según su propio decir.
Era entonces un verdadero “ñame con corbata” vestido de blanco y metido entre la gente del sistema.
Vivía intimidando a la vecindad con frases como:
- “ Yo digo lo mismo que dice el coronel García : Tranquilidad viene de Tranca y Paz de palo”
Un día llegó al Bar “El Toro Loco” con otros tres famosos matarifes del régimen. Su llegada produjo un silencio sepulcral, las jóvenes en las mesas se dieron de codazos, otros se hacían señas llevándose el índice en posición vertical a los labios.
_ “Cuidado que llegó el cabo Emiliano y sus hombres” –susurraban los jóvenes sentados a las mesas-
El merengue de Villalona continuaba a todo volumen apagando las palabras mientras algunas parejas bailaban.
-“ La quiero a morir.........” se escuchaba la voz con tintes de flamenco.
Un mozo, quien también era un informante de la policía represiva de la dictadura, se presentó muy obsequiosamente para acomodar a nuestro siniestro é indeseable personaje y a sus acólitos.
Allí se situó el Consejo de los malos, las sillas de los escarnecedores, de los viles y truhanes, escorias del sistema.
Frente a ellos, un joven alto y delgado se sentaba e solitario, dos botellas de cerveza consumidas y una a medio palo. El joven tomaba sorbos lentamente al tiempo en que su mirada parecía escrutar todo cuanto acontecía en aquél antro del vicio.
En un momento la mirada del cabo Emiliano y la del joven en cuestión se encontraron de frente. El muchacho sostuvo sus ojos fijos en las pupilas inyectadas en sangre de aquella bestia uniformada lo cual fue interpretado como un atrevimiento y un desafío a la autoridad por parte de este “comunista ateo y disociador”
“Eso es lo que yo digo” (Dijo el cabo alzando la voz deliberadamente)
-“Los jóvenes de hoy son todos unos malditos comunistas, deberíamos fusilarlos a todos”
_”Jajajajaja!” (Rieron a coro y a mandíbulas batientes sus áulicos)
El joven escuchaba, veía y parecía estar indiferente.
Una de las muchachas que servían hacia esfuerzos desesperados por safarse de las garras de uno de aquellos sicarios que la tenía asida por una muñeca mientras le dedicaba una salta de piropos de mal gusto y subidos de tono.
Cuando por fin logró separarse de aquél baboso con vocación de ridículo Don Juan, salió disparada no sin antes recibir unas palmadas justo en donde la espalda pierde el nombre.
El joven contemplaba la escena con mirada de desaprobación, el cabo Emiliano se dio cuenta y parándose de la mesa en donde estaba, se ajustó los calzones agarrándose el cinturón, puso la mano en la canana del 44 y le
Espectó al joven:
-“Qué! ¿No te gustó?”
(Dijo mientras se acercaba desafiante y muy lentamente a la mesa del extraño joven.
- “Por aquí no nos gustan los pueblistas y mucho menos si son jóvenes”
Los acólitos reían y reían.
Se hizo tremendo silencio en el bar, todos contemplaban la escena con pavor. Muchos pensaron que serían testigos de otro crimen más.
La música se detuvo y una calma chicha se pegó como un chicle a la pared del tiempo.
- “Di si no te gustó! Tu como que tienes cara de agitadorcito”
( Decía el cabo sintiendo en las venas el calor de los primeros tragos)
En un rincón, detrás del bar, el informante preparaba algunos pedidos y al mismo tiempo observaba lo que estaba sucediendo)
- “Caballero! Tenga la bondad! Yo no me estoy metiendo con usted, yo solo vine por unos tragos. Así que deje de provocarme”
( Contestó el joven con calma)
- “Ah y también es respondoncito eh”
¿Usted no sabe quien soy yo Carajo!?”
¿Usted quiere que le meta una pecosá Coño!
” (dijo con instinto bestial y hemofágico el cavernario homicida de uniforme)
En esto si tenía gran experiencia. Sabía provocar para matar. Hoy estaba en modo “monstrual” y habia en él una velada sed de sangre. Sus acompañantes ya estaban tensos y con las manos en el gatillo.
El joven se paró instintivamente de la mesa en posición de firme lo que incomodó mas al cabo Emiliano quien instintivamente sacó “lo suyo de a cuarta” es decir su mágnum 44 y apuntó con él al indefenso joven.
De no haber sido por la intervención a tiempo de Don Braulio, el dueño del bar y quien era padrino del cabo un asesinato más habría sido añadido a la larga lista de sus homicidios etiquetados a la sazón en los expedientes policiales con el reconocido estribillo: “...se produjo un intercambio de disparos...”
Calmados ya los ánimos, nuestro siniestro y “mancebófago” personaje se echó un trago largo y se sentó mientras le temblaban nerviosamente las comisuras de los labios.
El joven pagó su cuenta y procedió a retirarse. Cuando ya alcanzaba la puerta escuchó a uno de los acompañantes del nada pundonoroso cabo de la policía que le gritaba:
“ Así mismo! Vete de aquí pendejo que este es un sitio para hombres!”
jajajajajajajajaja! (rieron al unísono)
Los ruidos cesaron cuando nuestro maltratado amigo cerró la puerta del lupanar. Apresurando sus pasos hacia un lugar desconocido.
Media hora mas tarde.......
La puerta principal del bar se abrió violentamente. Voces de mando militares se sucedían; eran voces de mando precisas, autoritarias atemorizantes y certeras.
Un cuerpo élite de la marina, todos de negro con pasamontañas y todo
Invadió el lugar.
-“Quieto todo el mundo! “ (gritó un oficial comandante)
-Que nadie se mueva o no respondemos” (Ordenó un subalterno mientras se escuchaba el sonido metálico de los AR15, las carabinas M-16. Un franco tirador con un FAL equipado con mira telescópica dibujaba un punto láser en el pecho del cabo Emiliano de León Bravo quien más bien ahora parecía León enjaulado. Estaba tan sorprendido que por un momento con sus manos en alto y pegado a la pared parecía un rótulo.
Dos guardiamarinas con las gorras al revés habían tomado posición detrás del bar apuntando sus armas de manera amenazadora hacia el público
Afuera habían tiradores apostados estratégicamente acordonando todo el sector aledaño al establecimiento.
- Somos militares! (Gritaron el cabo y sus subalternos al tiempo en que hacían intentos de incorporarse)
- Quieto allá! (Gritó militarmente uno de los guardiamarinas apostados sobre el mostrador del bar)
- El oficial que parecía comandar se dirigió a la puerta y entreabriéndola gritó:
- “ Señor! Ya puede entrar! Tenemos la situación bajo control!
En seguida se puso de perfil en posición de firme.
Un oficial joven todo de blanco con insignias y kepis con cinco estrellas apareció en escena, Sable al cinto y bastón de mariscal, de todas las medallas que llevaba al pecho se distinguía un corazón púrpura otorgado al valor extremo e condiciones de combate.
El oficial se acercó lentamente a la mesa del cabo Emiliano quien comenzaba a palidecer y a perspirar abundantemente llenando el aire de un raro almizcle a cerdo salvaje. Sus acompañantes estaban amarillentos del susto.
- ¿Me reconoces?
- (Dijo el oficial al tiempo en que se quitaba el kepis)
- Sintió violentos retortijones en el estómago y tuvo que apretar el esfínter con fuerzas para no convertir aquello en un desastre pues reconocía la cara del joven otrora humillado y aparentemente indefenso que habia abandonado el bar porque no era “sitio para pendejos sino para hombres de verdad”
Les quitaron el mágnum 44 y los tres 38 lo desnudaron de su uniforme y allí mismo los vistieron “de gato” les colocaron las esposas.
Un chofer militar, un morenazo de unas trescientas o más libras vestido de kaki y con el gorrito militar en la coronilla porque no le entraba en su cabezota los agarró a todos como si fueran corderitos, los elevó por los aires y los lanzó sin piedad hacia el duro fondo de la cama de la camioneta cherokee con los colores de la marina al tiempo en que lanzaba una sonora carcajada al viento que dejó al descubierto las faltas parciales en la menoscabada dentadura del negro quien al tiempo en que daba palmadas de “ se acabó” les dijo:
“Jejejejeje! Militares??? Y es fácil? “
“Aprendan a respetar al civil policías pendejos!!!”
La última vez que vi al cabo Emiliano de León Bravo estaba picando piedras en las canteras de la prisión Federal en Nueva Guinea, al otro lado del mundo.
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