En San Juan de la Maguana el gobierno organizó un mitin el 9 de abril de 1961, precedido por artículos en La Nación y El Caribe titulados «Descubren complot terrorista auspicia monseñor O’Reilly contra Gobierno Dominicano» (7 de abril de 1961). Uno de los sacerdotes expulsados hizo declaraciones a la prensa de Chicago explicando como el jefe del Partido Dominicano, Virgilio Álvarez Pina, viajó a San Juan de la Maguana para organizar el evento y seleccionar amigos del obispo forzándolos a fungir de oradores. Cuatrocientos soldados fueron trasladados de la capital a San Juan, vestidos de campesinos. El día de la manifestación unas 10,000 personas vociferaron slogans antiyankees... Gritaban «a la horca», «al paredón», «muerte a los curas».
A través de reportajes de periódicos se decía que los habitantes de la provincia solicitaban la expulsión de Monseñor O’Reilly.
Después de otra manifestación realizada el 12 de abril, oficiales del ejército y soldados vestidos de civiles, entraron en la rectoría en San Juan y la residencia del obispo saqueando los dos edificios y prácticamente destrozando el interior. Al día siguiente el obispo, sacerdotes y religiosas estadounidenses abandonaron San Juan y se refugiaron en el Colegio Santo Domingo de la capital. El 29 de mayo, Trujillo dio la orden de apresar a los obispos extranjeros y encarcelarlos el 30 de mayo. Lo demás es historia conocida. Varias horas después de dar la orden, Trujillo caería ajusticiado por un grupo de civiles y militares. Esto no impidió que agentes del SIM fueran al Colegio Santo Domingo y apresaran a Monseñor O’Reilly. Al día siguiente, con Trujillo muerto, Joaquín Balaguer lo liberaría.
Los campesinos del Cibao y los de San Juan de la Maguana reaccionaron de forma diferente a los ataques a la iglesia, coherente con las diferencias culturales de las zonas. Los campesinos de la diócesis de La Vega amanecían con machetes al interior de la catedral para proteger a monseñor Panal. En cambio, los campesinos de la diócesis de San Juan de la Maguana no reaccionaron.
Mientras la región Norte tiene siglos de colonización religiosa española y de conformación de un clero autóctono, en el Suroeste, la evangelización sistemática se inició con la ocupación de los Estados Unidos en 1916.
La diferencia cultural-religiosa entre ambas regiones se manifestó con anterioridad al período trujillista con el surgimientodel movimiento mesiánico político-religioso alrededor del culto a Olivorio Mateo, o Papá Liborio. Este movimiento constituye uno de los pocos mesianismos del siglo xx, de interés antropológico y sociológico más allá de las Antillas. En 1922 el gobierno de ocupación reprimió el movimiento y asesinó a Olivorio Mateo en la zona de Maguana, cercana al pueblo de San Juan de la Maguana.
Esta represión no fue motivada por el culto en sí, más por su oposición armada a la ocupación militar. Pero el movimiento no desapareció. Con el grito de «Olivorio vive», el eje del culto se trasladó a Palma Sola, en el Municipio de Las Matas de Farfán. La creencia en la resurrección de Papá Liborio, ya convertido en figura mítica, aumentó la fortaleza del movimiento. Este asumió una organización socialista y religiosa. En 1962 el culto fue de nuevo enfrentado, esta vez por el ejército dominicano.
En 1970 tuve la oportunidad de residir tres meses en Las Matas de Farfán y palpar la cultura de ésta región, distinta a la de la región Norte del país que conocía. Durante esta estadía pude verificar la escasa integración de la población al catolicismo y sus diferencias lingüísticas y étnicas con el campesinado cibaeño. A las misas dominicales concurrían pocas personas, mientras enlas comunidades rurales, la inasistencia generalizada llevó a los sacerdotes redentoristas a abandonar las misas y sustituirlas por
visitas domiciliarias. En cambio en las zonas rurales del Cibao, hombres, mujeres y niños llenaban las iglesias.
(….) El plan para hacer una manifestación en Santo Domingo quedó frustrado. La manifestación tendría lugar frente a la nunciatura y requería contactar al nuncio previamente para que este abriera las puertas del patio en caso de masacre. Viajé a Santo Domingo para hablar con la monja directora del Colegio Santo Domingo con el objetivo de coordinar la cita. La directora se negó a llamarlo o hablar con monseñor O’Reilly. Hablé con otra religiosa que conocía desde 1954. Me sorprendió su pregunta: «-¿Qué tipo de sociedad sustituiría a la trujillista?» Temía al comunismo que consideraba peor que la tiranía militar. Hablé con un sacerdote dominico español que viajaba a Puerto Rico para que entregara un mensaje codificado a mi tío con el objetivo de informar al grupo en Puerto Rico los últimos acontecimientos. El sacerdote se negó. Tenía miedo de que su acto fuera conocido. Regresé a San Francisco de Macorís frustrada.
En la medida que los ataques a la iglesia por Radio Caribe se intensificaron, los padres de las alumnas internas en el Colegio Santo Domingo reaccionaron temerosamente. El 31 de mayo de 1961, día en que agentes del SIM entraron al colegio para llevarse a monseñor O’Reilly, solamente quedaban siete alumnas internas, entre ellas mi hermana Arlette y una de mis primas Yangüela. La población de internas disminuyó a un 10 por ciento de lo que fuera en 1959.
El temor nunca fue infundado. Las internas notaron la incoherencia entre el lujo del vestuario de una nueva interna y sus modales de mesa. Más tarde, un boletín del 14 de Junio incluía la foto de la nueva alumna en una sección que desenmascaraba a los «calieses».
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