“Algunos datos históricos de San Juan de la Maguana” Miguel Ángel Monclus-
Moreau de Saint Mery, que escribe alrededor de 1790, dice en su obra Descripción de la Parte Española de Santo Domingo : “El pueblo actual de San Juan, no fue comenzado sino muy encontrado el siglo XVIII y en 1764, estaba considerado como nuevo”. Ese mismo dato lo aporta Don Antonio Sánchez Valverde en su libro Idea del Valor de la Isla Española. En ese año, 1764, había en la jurisdicción de San Juan 3,600 habitantes, eran gente nueva,
Después de cerca de siglo y medio de haber sido arrasados, acudían nuevos pioneros a repoblar aquellos valles de milagrosa fertilidad, en donde la industria de la crianza de animales sin mayores afanes, pronto los haría prósperos y poseedores de tinajones de morocotas, como al fabuloso Don Camilo Suero a principios del siglo pasado.
Hasta hace poco tiempo, la pecuaria fue por excelencia la riqueza del valle de la Maguana, de San Juan y de los sanjuaneros y aún de personas ajenas al solar de San Juan. Correlativos con los tiempos de las devastaciones en la relación de los bienes de Don Francisco Davila, cuando vinculaba mayorazgo a favor de su sobrino Don Pascual, se declara que Don Francisco poseía en jurisdicción de San Juan de la Maguana, un hato con catorce mil yeguas…. ¡Catorce mil yeguas!.
La riqueza en ganado vacuno, especialmente, era cuantiosa. A la crianza absolutamente se dedicaban los sanjuaneros con exclusión de otra actividad, y la razón era la siguiente. La parte francesa de la isla, Haití, al revés de esta parte, se había especializado en la agricultura y puede decirse que fue una sementera en toda su extensión, notablemente en lo que respecta al cultivo del café, producto muy solicitado por escaso y extremadamente caro para entonces en los mercados europeos. El ganado de cualquiera especie era raro allí y los haitianos se abastecían de carne y de animales de tiro y de carga en esta parte y, en consecuencia, los criadores dominicanos próximos a la frontera hacían con ellos un comercio muy vivo y provechoso.
En 1780 se hizo con las autoridades un convenio por virtud del cual se enviaban a Haití 800 novillos mensuales. El tráfico de ganado por la frontera y los embarques de caoba por los puertos de la Colonia eran las únicas fuentes de ingresos de nuestras arcas, particulares u oficiales. Este tráfico de ganado hizo cotidianas y estrechas las relaciones de los habitantes fronterizos de esta parte, con los pobladores de aquel lado. En sentido general, desde antes de 1760 los vecinos de la línea fronteriza en toda su extensión, y los radicados en las proximidades de ella, especialmente los del Sur, tenían establecidos casi todos sus contactos con la parte francesa de la Isla y sus pobladores y la razón era obvia. Par comunicarse San Juan de la Maguana, por ejemplo, con la capital de la Colonia, la ciudad de Santo Domingo, en donde había un comercio mortecino, una vida lánguida y unas autoridades apáticas y desinteresadas de la suerte general de los colonos, tenía que hacerse un viaje de por lo menos ocho días en ida y vuelta. Era un camino largo e infinitamente malo, despoblado, con llanuras inhóspitas y caldeadas por el sol. En las diligencias oficiales de urgencia, era forzado utilizar hasta cuatro monturas que iban consiguiéndose en etapas sucesivas. Del otro lado, a la mitad de la distancia, estaba la rica y siempre bien provista capital de la opulenta colonia vecina, la ciudad de Puerto príncipe, excelente mercado para vender y adquirir las cosas indispensables para la existencia. Cerca de Bánica en territorio dominicano entonces, hay o había unas fuentes de aguas sulfurosas que eran un sanatorio y un balneario muy concurrido por los colonos franceses enriquecidos en Haití: ese sitio era un objeto de atrcción y de lucro, siempre próximo a tratos y contratos y a otras relaciones entre los vecinos de aquella y esta parte.
Ya en 1794, época en que Moreau de Saint Mery había terminado su obra, la población de la Parroquia de San Juan alcanzaba a 5,000 habitantes. En esos no se contaba ningún descendiente de los que fueran primitivos pobladores del San Juan de antes de 1606. Después del éxodo había transcurrido cerca de ciento cincuenta años con el eclipse definitivo en el valle de la Maguana de las primitivas familias y los primeros apellidos, o sea los Ovalle, Monasterios, Quirós, Bernaldez, Caballero, Agüero, Campusano, Farfán de los Godos, etc.
Continuará
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