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domingo, 14 de octubre de 2012

AFRICANÍA EN LAS IDEAS DE JOSE MARTI

 
Por Damocles Méndez Rosado

El presente trabajo es un enfoque sucinto sobre la concepción de José Martí en torno a la participación de los descendientes africanos en el proceso de formación de la nación cubana. Las ideas del apóstol cubano sobre el fenómeno racial, hacen de este insigne hombre de América uno de los pensadores más preclaros en lo que respecta a su visión del problema racial cubano que lo sitúan en un lugar de principalía entre los autores de su tiempo sobre esta problemática.

Las ideas de Martí son claras, precisas y valorativas sobre el peso específico de los negros a la formación del pueblo cubano. En este trabajo se presenta en rasgos generales lo avanzado del pensamiento de José Martí sobre el aporte del negro descendiente de África, al proceso histórico cubano.

José Martí, el apóstol de la independencia cubana, interpretó genialmente las características étnicas de su nación y en consecuencia elabora un pensamiento acorde con esta realidad que le permitió comprender la complejidad del proceso histórico de la nación cubana. La articulación multiracial era para Martí un problema de primer orden para la consecución de la liberación de su pueblo de las ataduras coloniales.

El alto nivel de análisis del problema racial le permitió a Martí comprender el proceso de independencia de Cuba como un proyecto de nación articulador de los diferentes grupos étnicos a un programa estratégico con un sentido societal y multi-sectorial.

Martí valora el aporte del negro africano a la cultura cubana y de su formación como nación, reconoce el amor a la libertad y su espíritu de lucha. En este sentido, José Martí veía al negro como soporte fundamental en la independencia cubana.

En esta dirección el apóstol señala:

“de parte de África ignorantes y sencillos han nacido en el país gran número de cubanos tan aptos, por lo menos, para el arranque original y protector de un pueblo naciente, como aquellos de color más felices que en la desgracia y en el trabajo no hayan pureza de su sangre de soberbia y malicie” [1]

El aporte de los descendientes africanos al proceso formativo de la nación cubana y a su independencia la apreció Martí con gran admiración y respeto, tal como lo expresa en el texto citado.

Investigando en la producción intelectual de Martí, recogida en su obra completa, se advierte con singular preocupación la importancia que le asigna al fenómeno multi-étnico existente en Cuba en víspera de la consumación de la independencia cuando afirma:
“Peca por redundancia el blanco que dice ‘mi raza’; peca por redundancia el negro que dice ‘mi raza”. [2]

Y reafirma el apóstol:

“En Cuba no habrá guerra de razas, la república no se puede volver otras; y la república desde el día de la redención del negro en Cuba, desde la primera constitución, el 10 de abril en Guiamaro, no hablo nunca de blanco ni de negro…”. [3]

El problema racial y las desigualdades sociales fueron temas abordados por Martí con un criterio fuera de época. Entendía que las diferencias sociales eran un atentado a la dignidad de las personas que rompía la más mínimas condiciones de la naturaleza humana, planteaba que los blancos y los negros deben separarse no por el color de su piel, sino por la virtud que tienen unos u otros.

Cuando Martí clamaba ¡no más guerras de raza en Cuba! comprendió el fenómeno integracionista del proceso cubano.

Martí tiene una alta significación y valoración histórica del papel desarrollado por la población negra a la conformación de la nación cubana. Es Martí de los pocos próceres americanos en adoptar un pensamiento valorizador de los aportes del negro a la constitución de los actores nacionales de nuestra América, víctima de los prejuicios aberrantes de la minoría étnica blanca contra la mayoría de la población mestiza, negra y mulata. Veamos cómo lo confirma José Martí:

“Yo sé de manos de negros que están más dentro de la virtud que de la de blanco alguno que conozco. Yo sé del amor negro a la libertad sensata, que sólo en la intensidad mayor y natural y útil se diferencia del amor a la libertad del cubano blanco. Yo sé que el negro ha erguido el cuerpo noble y está poniéndose de columna firme de las libertades patrias”. [4]

Para Martí el negro fue el factor decisivo en la libertad cubana. La participación de los descendientes africanos en la formación de la nación cubana fue determinante.

La presencia negra en Cuba se pone de manifiesto en el sincretismo religioso del pueblo cubano realizado a través de un proceso de transculturación e integración de los mitos africanos con la religión católica. Cuba es de los pocos países de América donde los rasgos culturales negros han permanecidos con una intensidad imborrable. El proceso de integración de la cultura negra en Cuba tiene su esencia en los barrancos azucareros y en las plantaciones cañeras.

El barranco y el ingenio no sólo reproducían los conflictos entre amos y esclavos, sino también los lugares de convivencia cultural del negro mediante procesos mentales y materiales de recreación de sus culturas centrales. La plantación se convierte en el centro sincrético y de integración de la cultura negra y blanca. Sobre este fenómeno Miguel Barnet dice lo siguiente:
“El sistema de plantación contribuyó a esa integración y a ese sincretismo. El ingenio fue el lugar donde esa gran hazaña volitiva, como gustaba decir Elías Entralgo, se desarrolló. En él se encontraron por primera vez el hombre blanco y el negro. La primera noche de cohabitación entre una negra y un blanco, marcó un hito en nuestro país, y es un día de meridiana luminosidad para la cultura del Caribe. Gracias a esta unión se conjugan dos factores que contribuirán al aporte definitivo en la conformación de la nacionalidad cubana. Esta unión, que se produce inicialmente al ritmo del trabajo azucarero, crea al hombre cubano en toda su complejidad y riqueza”. [5]

La concepción de africania, expresada en el pensamiento martiano parte del reconocimiento de la presencia negra en la caracterización de la sociedad cubana.

Cuba es historia de caña de azúcar y de negros. Fernando Ortiz describe magistralmente la vinculación entre el negro y la caña de la siguiente manera:

“Llegaron arrancados, heridos y trozados como caña en el ingenio y como éstas fueron molidos y estrujados para sacarles el jugo de trabajo”. [6]

Esta realidad, expresión sociológica de una estructura social plasmada de alineación humana, sembró en las ideas de Martí, el concepto de africania como fenómeno esencial en la formación de la nación cubana cuyo color va a definir el mosaico racial de la perla de las Antillas. Esto se advierte en el sueño de Martí cuando dice:

“Me desperté hoy, 20 de agosto formulando en palabras, como resumen de ideas maduras y dilucidadas durante el sueño, los elementos sociales que pondrá después de su liberación en la isla de Cuba la raza negra”. [7]

Martí valora y destaca el papel protagónico desempeñados por los descendientes africanos no sólo a la formación de los rasgos étnicos del pueblo cubano, sino también al proceso de independencia de Cuba. Este concepto que evidenció una comprensión de la realidad sociológica de Martí sobre el proceso cubano, lo llevó a concebir la causa redentora de su patria como un proyecto político con una fundamentación histórica reconocedor de una visión multicultural, siendo el problema étnico un factor crucial en la consolidación de la vía independentista de la tierra de Maceo.

La integración y participación destacada de la gente de color en la dirección de puesto de mando de las tropas independentistas llenaron de profundo sentimiento de sensibilidad y reconocimiento de las virtudes hermanas del negro cuando dice: “La raza negra es de alma noble”. Nobleza esta que fusionó la sangre y el sudor plasmado de ignominia en la semilla que germinó el carácter de la cubanidad, tal como lo afirma Fernando Ortiz cuando veía en el negro “la emoción y la conciencia de la cubanidad”.

Martí, conocedor de la psicología del negro, de su tenacidad, sus sufrimientos, bravura y su valor espartano de carácter epopéyico a la hora de cerrar filas en sus tenaces luchas para librarse de sus cadenas, comprendía que la integración de la gente de color era una impostergable tarea para la consumación de la independencia cubana.

El Martí de “Dos Ríos”, de palabras pasionales y proféticas, sentenció:

“Tiene el negro una bondad nativa, que ni el martirio de la esclavitud pervierte, ni se oscurece con su varonil bravura. Pero tiene más que otra raza alguna, tan íntima como unión con la naturaleza que merece más apto que los demás hombres a estremecerse y regocijarse con sus cambios. Hay en su espanto y alegría algo de sobrenatural y maravilloso que no existe en las demás razas primitivas y recuerda, en sus movimientos y miradas la majestad de león, y hay en su afecto una lealtad tan dulce que no hace pensar en los perros, sino en las palomas, y hay en sus pasiones tal claridad, tenacidad, intensidad, que se parecen a la de los rayos del sol”.

El autor, De la Rosa Blanca-Martí, al valorar el aporte de los descendientes africanos a la consolidación de la causa cubana, los personifica y simboliza con la madre de los Maceo, Mariana Grajales como madre negra del tambor y de la cubanidad.

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[1] MARTÍ, José, en Revista Patria, Nueva York, mayo 1893.
[2] MARTÍ, José, Mi raza, Ob cit. 16 de abril de 1893.
[3] MARTÍ, José, Mi raza, en Ob. Cit.
[4] MARTÍ, José, Con todo y para el bien de todos, citado por Fernando Ortiz, La Etnia y Sociedad, pág. 124, La Habana, Cuba, 1993.
[5] BARNET, Miguel, La cultura que germinó el mundo del azúcar en presencia africana en el Caribe, de Luz María Martínez Montier, Ed. Consenso Nacional para la Cultura, México, 1995.
[6] ORTIZ, Fernando, Etnia y Sociedad, Ed. De Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 1993.
[7]
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