I
Soy de una tierra hermosa,
donde fluyen las tiernas plantaciones al olor del rocío;
conservando costumbres y tradiciones
bondadosas.
Te hablo del centro de la isla,
tierra de Anacaona,
la que el malvado Ovando quiso matar en vano,
para silenciar la luz eterna de su nombre.
Cuando el capitán Velásquez, quiso fundar mi pueblo lo
hizo para colonizar sus grandes estepas verdes.
Vinieron los trapiches, para ese entonces, cuatro,
y créanme señores, que es verdad lo que digo,
llena de sangre y llantos sacaron de la caña el azúcar.
Todo fue un plan,
siguieron asesinando los últimos reductos
de mi raza taína;
como siempre, Ovando dio la orden.
Luego, el farsante de Ojeda intentó inútilmente en
burlarse del gran Señor de la tierra, mi indómito
Cacique Caonabo; pero su plan falló.
por encima del daño está el orgullo,
y este noble taíno,
Rey de esta inmensa planicie,
decidió escapar de tan ingrata infamia,
abrazando la muerte.
Como el tiempo en mi tierra es más breve que en otras,
el cacique Enriquillo al rato vino,
y volvió a hacer historia.
En la Higuera vivió muy apaciblemente
Con su amada Mencía,
terruño olvidado de este valle eterno;
hasta que el señor Valenzuela no lo quiso escuchar.
Se instaló en Bahoruco, y allí se enseñoreó.
Los ingratos extranjeros
ladrones de su amor y su tierra,
genocidas y traidores,
no sólo tenían miedo, tambien se arrodillaron.
El bravo de Enriquillo agradeció el apoyo
de negros cimarrones.
Esta lucha, que trascendió los cielos,
unificó las dos razas cautivas,
y vaya Usted a saber: no pudieron vencerlos.
II
De Haina un nuevo hermano vino.
en Sosa se quedó, y fue bien recibido.
El heroico Lemba, por un tiempo vivió
en esta dulce tierra de amalgama y encanto.
Luego de cierto tiempo mi tierra fue olvidada,
saqueada, devastada, tanto por crueles españoles
como filibusteros y errantes bucaneros.
pero nada impidió que esta hermosa planicie,
con sus abundantes ríos y sus altas lomeras,
siguiera construyendo sus adiós, su recuerdo y su canto.
III
Cuando fue necesario su sangre derramar
y gritos de victoria nuevamente cantar,
para seguir tejiendo libertad,
apareció imponente la figura gigante
del General Cabral,
en la inolvidable Batalla de Santomé.
Y el pobre Emperador, anclado en Punta Caña,
debió de retirarse apresuradamente a la parte Oriental de
la hermosa Quisqueya, vencido y humillado.
¡Salud! ¡Salud! ¡Salud! Decían al General Cabral
soldados jubilosos en Santomé.
y aunque Usted no lo crea,
el pobre Emperador en su desafortunada retirada,
deliraba;
pues creía que ese coro,
que al unísono victoreaba al General Cabral,
lo que hacía era pronunciar su triste nombre:
¡Soulouque! ¡Soulouque! ¡Soulouque!.
IV
Sin embargo, a hurtadillas, la patria fue anexada,
y los herores caídos de Santomé vibrante,
en sus tumbas lloraban.
Y entonces sucedió lo que tenía que ser:
el buen samaritano dispuesto vino, a morir por la paria,
entrando por Haití, porque no pudo hacerlo
por otra parte.
Te hablo de Sánchez, el patricio.
¡ Restauración ! ¡ Restauración ! ¡ Restauración !
Vibrante proclamaba, pero fue traicionado,
y allí, en el Cercado preso,
más tarde, fusilado,
de igual modo, sus valientes hermanos.
En la mata de Guazuma se escuchan los tambores
lloriqueando, maldiciendo a esos ingratos traidores
que injustas muertes dieron.
V
A tres lustros y un año del nuevo siglo veinte,
vienen otros tunantes a perturbar la paz de la republica,
y como en muchas partes
de mi tierra un hombre dijo ¡ basta¡,
desatando las iras arrogantes de estos envilecidos
mercenarios.
Olivorio Mateo, mi maestro, mi hermano,
sé muy bien que intentaron matarte
al igual que a otros tantos,
y nada te pasó.
Sigue cantando.
Estremece la tierra con tus trinos.
Sigue sanando, hermano.
VI
Después del dieciséis,
cuarenta y nueve lagrimas cayeron;
treinta y una de éstas, ungidas de martirio,
en verdad, más amargas que las que aun quedaban.
un sátrapa asesino encontró en mi tierra
tambien sus adversarios;
la familia Ramírez, sólo es un buen ejemplo.
Cuando fue ajusticiado el sátrapa asesino,
el pueblo decidió continuar por su propio camino,
y usted sabe la historia.
VII
La patria estaba en llantos por la herida infringida
trataron de frustrar nuestra alegría,
y ya vez,
Los tunantes de entonces, de nuevo no pudieron
del sur profundo y mío emergió de sus entrañas el
Coronel de Abril, y entonces de nuevo se hizo Patria,
bendiciendo el recuerdo de los héroes caídos.
VIII
Sé muy bien que tú sabes que te hablo de San Juan,
el imponente valle de mi raza taína;
el Granero del Sur,
donde algún día,
posiblemente
más temprano que tarde,
ha de llamarse Provincia Anacaona
como justo tributo a su memoria
y a su indómita raza.
Soy de esta tierra amada,
de donde a veces parto y al momento quisiera regresar.
Si quieres ser amado a plenitud,
cásate con una esbelta mulata de mi tierra.
Si deseas degustar de un plato suculento,
come Chenchen con Chivo,
o disfruta de un sabroso Chacá.
En cada patronales reverdece el canto y la alegría.
Si de estudio se trata,
sólo debes saber que en esta tierra mía
hay más profesionales que en muchas
republicas del mundo;
y en verdad no exagero.
Si te hablo de cultura, prefiero no caer en detalles;
duraría demasiado señalándote ejemplos.
Y es que aquí hay de todo, pues prefiero callar;
para que de arrogante no me acusen.
Si al final de tus días deseas tener un albergue apacible,
dirígete sin dudas a esta tierra de encantos;
pues, la magia de estas extensas llanuras,
está en la alegría de cada gente mía.
Quien visita mi tierra no quiere irse,
y si el deber lo obliga, pronto desea volver.
A esta inmensa planicie del Sur profundo y mío,
quisiera bendecir en cada versos y alma,
recogiendo estos siglos de historia.
¡Amo tanto mi tierra como a la patria mia!
Estos versos del alma, dedicados a mi amada provincia, representan un
tributo a los actores principales en estos siglos de historia, que en muchas
ocasiones, fue necesario revelarse en contra de los abusos cometidos, tanto
por los colonizadores españoles, así como por los continuadores de estos
malos principios, que atentaron en contra de razas, credos y culturas.
A esta inmensa Estepa Verde del Sur profundo y Bueno, debemos sus habitantes
preocuparnos más a menudo en describir sus paisajes, visitar sus monumentos
olvidados, al tiempo que debemos difundir su cultura, tan basta y extensa
como ella misma.
Este es un pueblo de gente buena, alegre, solidaria , cuando tiene que ser.
Con una historia fascinante, que demuestra el alto espíritu de sacrificio y
entrega, a cualquier causa noble. No es casual que haya salido de esta
tierra el primer guerrillero de América, Enriquillo, quien mantuvo en vilo a
los colonialistas españoles, obligándoles a capitular, siendo el tratado de
“Barrionuevo” el documento de dicha capitulación. Conocemos además de la
rebeldía de negros cimarrones, los cuales no mucho tiempo, utilizaron como
punto estratégico para sus innumerables luchas en contra del opresor,
precisamente a este Valle de San Juan. Desde aquí tomaron nuestra tierra
como canal de comunicación con el Cibao, y así como tambien, desde aquí,
trasladarse al Maniel, y desde allí, al histórico Bahoruco; por solo citar
algunos de los muchos ejemplos. Incluso Lemba vivió junto con sus compañeros
en la Sección Sosa.
Todos sabemos que la nacionalidad Dominicana terminó de definirse en la
“Batalla de Santomé”, cuando el General José María Cabral y Luna, derrotó
convincentemente a la tropa de ocupación haitiana, que dirigía Soulouque
quien pernoctó en la Sección Punta Caña.
Quisiéramos señalar finalmente que el único propósito a que aspiramos, es
que “San Juan en Versos y Alma”, sea difundido entre grandes y chicos, en
escuelas, templos religiosos, centros culturales, en cada hogar donde habite
un (a) sanjuanero(a). Este humilde obsequio de fácil lectura, recíbelo con
todo mi amor y la alegría que nos caracteriza. Porque es cierto lo que
dicen, que: “el sanjuanero nunca tiene mala cara”
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