Ing. Julio Suero Marranzini
Julio Suero
Autor: Tony PérezLleva una vida dedicada a la producción de Agua potable en todo el país, y en la cátedra universitaria.
Cuando era niño, en San Juan de la Maguana le llamaban “saco e chincha” y “reperpero”, debido a su carácter hipercinético. Sobrepasa los 62, es uno de los más reputados ingenieros sanitarios, hay pocos acueductos en el territorio donde no haya puesto su mano profesional, profesor durante un cuarto de siglo en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Santo Domingo donde tuvo de alumnos a talentos como el intelectual ex secretario de Obras Públicas, Pedro Delgado Malagón, y a la productora de televisión y ex reina de belleza Mariasela Álvarez...
Julio Maximiliano Suero Marranzini, fue director de la Corporación de Acueductos y Alcantarillados de Santo Domingo (2009, CAASD), está maduro y ha hecho mucho más desde los años sesenta cuando se tituló en la universidad del Estado, pero aún le queda esa especie de síndrome de la inquietud que le hizo ganar motes pintorescos en la fértil provincia sureña donde nació.
Una experiencia en el cargo de director de la Corporación de Acueductos y Alcantarillados de Santo Domingo (2009, CAASD):
Han pasado unos minutos de las once la mañana del miércoles. Acaba de salir de una licitación para la adjudicación de una obra multimillonaria, celebrada en el edificio principal de esta institución de Estado. Ahora camina hacia su despacho en la tercera planta, abriéndose espacio entre el asedio de decenas de personas que buscan colocación. Que nadie piense en el típico funcionario indiferente, ataviado en un traje y lustroso zapatos parisinos, italianos o ingleses, en aquél que se plancha el cabello una y mil veces y se niega a envejecer y mirándose en el espejo, en aquél que prefiere dejar sus ojos detrás de unos lentes de última y cambia hasta su forma de caminar. Va por el pasillo un hombre informal de 1.77 metros y 165 libras, sin pose, sin traje, ni fino ni corriente. Lleva zapatos deportivos y sobre su camisa normal, un chaleco azul sin muchas pretensiones. Este hombre que se confunde entre el jolgorio es un viejo amigo del Presidente Hipólito Mejía y su familia, fue director técnico y director general del Instituto Nacional de Agua Potable en los períodos 1967-1972 y 82-86. En su despacho, amplio por demás, con todo lo que debe contener una oficina, resulta una foto de su hija, la psicóloga Magna Cun Laude y fullbright en Socioeconomía, Laura Suero, muerta en una accidente de tránsito a los 28 años. La mira y se le apaga el humor que baña su imparable hablar semi ronco y ligeramente aflautado. Sus ojos se enrojecen, intentan tranquilizar los dedos de las manos. “Eso ha cambiado nuestras vidas. Esa...esa era la única hija, era lo mejor. Ella era íntima de Carolina, la hija de Hipólito”, masculla.
El siente que ha vuelto al sector público a cumplir con un amigo, el actual Presidente. Y asegura que no lo defraudará: “Yo tengo la voluntad, la capacidad y los cojones para cumplir con él”, espeta.
Hijo de Alfonsina Marranzini, una mujer de 92 años que procede de una villa italiana cercana a Avelino, que aún firma sus cheques y concilia sus cuentas con la presteza de una joven ejecutiva. Su padre, Camilo Suero Moquete, murió hace cinco años a los 87, un hombre sin igual, para él.
“Mi padre marcó un hito. Camilo Suero fue un munícipe completo. Haberse ganado el premio más grande que se daba, viniendo de San Juan como un niño todavía, es algo grande. Dice doña Sarah, la mamá de José Joaquín Puello (reputado neurocirujano y presidente del Comité Olímpico Dominicano) que Camilo fue quien hizo la primera escuela para adultos en los años 34 y 35.
Era dentista. Como dice el doctor Nildo de León: A Camilo hay que emularlo. Yo creo que los zapatos de él me quedan grandes. Quizás Camilito, mi hermano, se parezca un poco a mi padre”.
Su primera maestra en la escuela Francisco del Rosario Sánchez de San Juan de la Maguana, es doña Sarah Herrera de Puello, la madre de José Joaquín Puello, aún vive, ha cumplido 87 años y, cuando ve a su ex alumno, le exclama: ¡Mi hijo! Y él le responde: ¡Mi mamá! A los diez años, Julio Maximiliano fue enviado por su padre a la Capital. Vino a una pensión ubicado en el 60 de la calle Santomé, entre el Conde y la Arzobispo Nouel, donde hacía bultos y pagaban cinco cheles de pasaje en los autobuses de dos pisos e iba a parar al mismo sitio donde ahora la CASSD que dirige. Ahí estaba el play y también el control de las guaguas. Jugaba y ejercitaba su brazo zurdo nunca trascendente y regresaba a Ciudad Colonial. “La persona que estaba más cerca de mí era Héctor Cabral Ortega (reconocido abogado), que era estudiante de Derechos en esa época y yo, junto con mi hermano, era estudiante del colegio de la Salle. Ahí nos hicimos bachiller a los 15 años. En la Salle, mis compañeros eran Luis Heredia Bonetti, Francisco Acevedo Gautier, Tony Barreiro, que lo mataron en Las Manaclas junto con Manolo Tavarez Justo. Tony y yo nos graduamos juntos en la Salle y él luego entró a estudiar ingeniería; En el 1954 ingresé a la Universidad a estudiar Ingeniería. Mi grupo de esa época era Marcelo Jorge, José Israel Cuello, William Reid, Tutín Beras, María Teresa Mirabal. María Teresa y yo estudiamos juntos, en el 1956, la Agrimensura Legal, que era un folleto que impartía Alvarez Sánchez a quien le decíamos El inmueble, porque era una autoridad en asuntos de tierras”.
Recuerda a María Teresa hablándole una y otra vez de Leandro Guzmán, hasta el día cuando ya no la volvió a ver. “Y todos los días me hablaba de Leandro Guzmán. Entonces, en la calle Padre Pina, cerca del Malecón, un día partí la cátedra de Agrimensura en dos y le dije: Mira, María Teresa, estudia estos capítulos y pasado mañana nos vemos.
“NO LA VOLVI A VER...”
Luego, Leandro fue esposo de María Teresa, pero por poco tiempo, porque Trujillo dispuso de la vida de ella y su dos hermanos, Patria y Minerva. El compañero de estudios, Julio Maximiliano o Julito, también se casarían después de la graduación en la Universidad, a los 21 años, con Gilda Pimentel Fabra, nativa de Azua.
Padre de Camilo Julio, estudios de Economía en la Universidad de Illinois; de Federico Suero, médico urólogo; de Laura (La chiquita que murió), de Gabriel Arturo, 15 años, el actual director de la CASDD, un hombre espigado y con aire juvenil sólo se entristece cada vez que mira a su derecha. En el menor movimiento está frente al él la foto enmarcada de su hija muerta. Pero retoma el control y el humor. Dice que baila como un trompo, incluyendo salsa moderna, que jamás se ha emborrachado, aunque siempre ha tomado tragos, como siempre ha amado a las “cariñosas”, en sus años de escuela de campo, de colegio privado, de universidad... Risas.
“Yo como no me voy a enamorar. Yo me enamoré desde que era así, de pequeño. Decía mi papá que los más bello que puede existir en el mundo es una mujer, y yo creo igual. Tenemos que quererla, mimarla, venerarla. Yo soy bailador de todo y de salsa moderna también, porque bailador se nace y bailarín se hace.
Yo soy bailador, yo, desde pequeño iba a los sitios donde se bailaba duro y bueno. Me encanta un baile aunque no lo hago ahora... por Laura, por mi mujer” A principio de siglo, su abuelo Horacio Marranzini y familia emigraron desde Italia hasta San Juan de la Maguana.
Tenían una gran empresa llamada Marranzini Hermanos y fueron las personas que construyeron el primer canal de riego de la zona.
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