Identidad sanjuanera
Por: José Enrique Méndez
Poeta, narrador e investigador. Activo gestor de proyectos culturales vinculados con San Juan su provincia de origen
San Juan el Bautista, el santo, como representación de signos, de imágenes de la iluminación, de una vida o sueño, impone su poder de ser reconocido y obedecido; hace significar su misión de Heraldo del Mesías.
Enigmático, luciendo ropas hechas de Camello sujetas al cuerpo, con un cinturón de cuero, como las del profeta Elías, San Juan el Bautista emerge del desierto. Lleva capa de pelo de camello, se cubre las cinturas para abajo, hasta la rodilla, con prenda de cuero que les remplaza su túnica.
“su comida era langostas y miel silvestre”
Se impone como hombre enviado de Dios.
Se hace reconocer como voz, perdida, que informa con su grito en el desierto
Como iconografía sagrada, San Juan se convierte en el signo transformado: es el nuevo lenguaje de la luz, luz misteriosa, impregnada de humedad.
Dijo venir por testimonio, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
Dijo no ser él la luz, sino que daría testimonio de la luz, aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
En el año 15 de Tiberio César, se presentó en las riberas del Jordán predicando el bautismo de penitencia con agua.
Jesucristo inauguró su vida pública, haciéndose bautizar Por el Precursor:
“El cielo se abrió y descendió el Espíritu Santo”-descendió sobre él en forma corporal como paloma.
Fue así como la luz en las tinieblas resplandecieron, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
San Juan el Bautista pasó a ser símbolo de purificación basado en dos elementos: Agua y Fuego.
La lectura semiótica de la figura, y la obra de San Juan el Bautista, es traducida en imágenes por Leonardo en el misterioso cuadro de Louvre, allí “se nos presenta en un claroscuro cobrizo, húmedo y sumido en la penumbra, como si fuese un hermoso efebo, el bello andrógeno de los antiguos, cuyo hombro cubierto que tanta luz acumula se asemeja tan extrañamente a un hombro femenino”.
Como Iconografía de la luz, San Juan el Bautista, emerge de la sombra y vuelve a ella a través de acentos de brillante claridad, parecidos a los resplandores de bronce.
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