Vinicio Antonio Sánchez
[tonypiano1@gmail.com]
El terror de no ser se va tejiendo en mi como una telaraña, y así vuelvo al primitivo anhelo que busca caricias pintadas, besos profundos, orgasmos satisfactorios, que viertan la energía la energía coagulada buscando un sendero de bienertar profundo, y es ahí donde emerjo, y es así como surjo lleno del rencor de no haber sido; es entonces cuando me siento ser vuelo, extensor de la palabra siempre, paradigma de lo que se construye sin cesar, libertad para llegar cruzando, solo así siento un despertar de alas de manos de la franqueza.
Ser o no ser, dilema shespeariano, ahondarlo es difícil y pertenecerá al terreno filosófico, pero ser, digamos a secas es posible intentar descifrarlo, con ese accionar renuente que implora nuestro yo cuando necesita renovarse como esas células que mueren y son sustituidas por otras de manera incesante; ser que quiere ser radiante o por lo menos auténtico no es pretensión vanidosa, sino vitalidad convulsa que aspira ser desbordada.
Ser al menos es intentar probar que se puede ensayar un ejercicio de despegue hacia el cielo más próximo, o hacia la luna más callada, pero hay algo que es como una constante o condición indispensable que siempre se requiere porque es una compañía necesaria: la disciplina de tus horas y el deseo impolume del acto creador amante.
Son pensamientos que surgen de la visón de la naturaleza y de ese estado de conciencia donde se ve al mundo como una creación tan maravillosamente ejemplar, que despiertan solo emociones tan profundas, tan marcadamente profusas, que todo en derredor vuela conmovedoramente, el hechizo de la vegetación tan abundante, el perfume que brota de los campos, las estrellas siempre fijas, siempre distantes, y mis ojos puestos en ella, como queriendo alcanzarlas, todo es un acopio de emociones cuando se descubre ser parte de la tierra, y más aún del universo.
El vaho del perfume nocturno encanta, traslada al espíritu hacia un paraiso aromático donde la flor y la yerba parecen desprenderse de sus raices, transportando sus esencias por el aire cristalino que respiramos.
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