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viernes, 14 de diciembre de 2012

Santomé y la Dominicanidad


Por Rubén Moreta
La Batalla de Santomé ocurrida el 22 de diciembre del 1855 es un digno ejemplo de la gallardía de los soldados independentistas para echar fuera de nuestro territorio a los vecinos invasores haitianos. Sin embargo, la gesta no ha tenido la proyección que otras -19 de marzo en Azua o 30 de marzo en Santiago- por parte de las instancias de gobierno encargadas de los
aspectos históricos y culturales.
Al conmemorarse el  aniversario de esta gesta patriótica los sanjuaneros y dominicanos en general debemos revalorar la significación de esta epopeya que afianza el proceso emancipador febrerista, parido por el ideal del prócer Juan Pablo Duarte.

El triunfo logrado en esta batalla tuvo una gran trascendencia política e histórica, porque contribuyó a sellar la Independencia Nacional.

Fue en la Sabana de Santomé, en San Juan de la Maguana, donde nuestros soldados, guiados por el general José María Cabral y Luna impidieron la avanzada de los invasores haitianos, quienes pretendían abortar la naciente república, alumbrada el 27 de Febrero del
1844.

El Estado Nacional creado en el 1844 adolecía de una gran debilidad institucional. En término económico, se trataba de un Estado caracterizado por una fragilidad e insuficiencia de ingresos, que apenas captaba aproximadamente 1.5 millones de pesos.

En el orden social y político, las divergencias entre el liderazgo nacional eran pronunciadas. La lucha por el poder no cesaba entre los caudillos de la Primera República, y los yerros gubernamentales eran notorios.

La economía de la época era marcadamente agrícola, donde el Hato Ganadero se constituía en la unidad económica fundamental.

El Presidente Pedro Santana había auspiciado un infeliz Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con los Estados Unidos, una polémica decisión que implicaría cederle en arrendamiento a esa nación la Bahía de Samaná. Internamente esa decisión generó
escozor, lo mismo que en el plano internacional con las naciones amigas, que no ocultaron su enojo por tan parcializada medida.

A pesar de todos estos inconvenientes el espíritu libertario del pueblo dominicano no se había
amilanado. La apuesta por la libertad estaba firme y vigorosa, no obstante las adversidades
socioeconómicas.

Pero el enemigo estaba al asecho. Haití no había renunciado a que la Isla fuera una e indivisible, gobernada por ellos.


Los líderes haitianos pretendían nuestras fértiles tierras, nuestras riquezas minerales y la
privilegiada ubicación geográfica de nuestro territorio.

Los invasores querían borrar nuestra independencia. Al efecto, los dirigentes haitianos van a iniciar una campaña militar por diferentes frentes para intentar adueñarse de nuestro territorio: El 8 de diciembre del 1855 una ofensiva por el sur profundo, al mando del
General Garat que tenía como objetivo la Villa de Neyba; otra ofensiva por la región sur-central, usando como sendero la ruta Cachimán-Comendador-Las Matas de Farfán, la cual venía bajo el mando del general Souluque, cuyo objetivo era la ciudad de San Juan de
la Maguana y una columna que intentaría tomar la zona norte, tomando como ruta Dajabón, y cuyo objetivo era la ciudad de Santiago.

La columna central era la más fuerte y numerosa. Esa fue la que se batió en Santomé el 22 de diciembre del 1855 con las tropas del General Cabral, quien tenía la misión de no dejar pasar al enemigo de suelo sanjuanero.

Al rememorar el 151 aniversario de la Batalla de Santomé insistimos en destacar la misma como un orgullo de la dominicanidad.

El autor es periodista y profesor UASD.

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