RAFAEL E. CAAMAÑO
Por su parte el Poeta Curt Sachs señalaba: ”La música es la expresión más sublime de la creación humana y medio por el cual el hombre se transporta al infinito, convirtiéndose en una parte trascendental del universo”.
Para Luís Ramón de los Santos, Anulfo Mateo, Ike Méndez
Isaías Medina, Sobieski de Leon, Sinecio Ramírez y Maria Celeste
El gran filósofo griego Aristóteles, nacido en el siglo III antes de Cristo decía:
“Es imposible no reconocer el valor moral de la música, y puesto que este poder es muy verdadero, es absolutamente necesario que la música forme parte de la educación de los jóvenes”
Por su parte el Poeta Curt Sachs señalaba: ”La música es la expresión más sublime de la creación humana y medio por el cual el hombre se transporta al infinito, convirtiéndose en una parte trascendental del universo”.
Para el célebre músico francés Muricio Ravel “la música es la parte de la cultura que hace posible, elevar el poder mágico de los sonidos a un maridaje inusual con la materia”
Opiniones tan versadas, hacen susceptibles comprender que el hombre está rodeado de música, que habitamos un mundo enteramente musical, que se acrecienta con el uso de potentes medios de difusión –radio, televisión, cine que lo abarcan todo, pero que sin embargo no parecen ser lo suficientemente efectivos y más bien ser parte de un proceso discontinuo, a juzgar por los resultados que en el desarrollo musical se refleja en la sociedad actual con acentuada disminución de la calidad en comparación con otras épocas.
El análisis de este fenómeno, obliga realizar una evaluación de retrospectiva histórica, que permita profundizar en el contexto de la evolución musical que ha experimentado la República Dominicana, partiendo del momento mismo en que hace su aparición en el suelo insular la génesis de una cultura distinta.
A la llegada de los españoles, la manifestación cultural colectiva más importante de nuestros aborígenes, lo constituían los Areítos, llamados por algunos cronistas cantos-bailes, con los cuales evocaban sus antepasados al compás de un tambor de nombre Mayohuacan y el sonido de las Maracas, no obstante, que este último instrumento musical no parece ser originario de los tainos, si tomamos en cuenta la crónica del investigador Don Rogelio Velásquez, quien señala era utilizada por la etnia tupies para el culto religioso, de donde pasaría a los tapuyas y posteriormente a la América del Norte donde se les conocía como chichigoue. Conceptos que son reafirmados por Don Daniel Ortega Ricaurte, que plantea la posibilidad de que el nombre Maraca provenga del río Maracà uno de los afluentes del río Amazona. Lo cierto es que este instrumento servía para que los taínos realizaran una transmisión oral de la historia de su aldea, etnias o del cacicazgo.
El Español trajo consigo un modelo de diversión basado en el romance, cantos, coplas, villancicos, etc., que habrían de convertir a la Catedral de Santa María la Menor durante tres siglos, en el centro hegemónico de la vida social, artística y cultural de la colonia.
La temprana desaparición de los habitantes primarios de la isla, degeneraría en la posterior trata de esclavos negros traídos del África y con ellos, ritmos y cadencias que habrían de transformar toda la musicalidad original, a tal punto que manifestaciones musicales que hoy pueden ser catalogadas como indecentes, se bailaban en actos de carácter religiosos como es el caso de La Calenda.
El maridaje posterior del español con el africano daría paso ha una nueva raza. Pero la evolución en la dinámica económica de esa sociedad crearía las condiciones de donde surgió la división de clases y con éstas la diferenciación de las preferencias musicales. Es así como los llamados españolizantes ubicados en los planos altos entre los finales del siglo XVIII y principios del XIX tocaban y bailaban tonadillas, seguidillas, zapateos que constituían movimientos musicales emanados del fandango, a las cuales introdujeron expresiones criollas que permitió la diversificación y posterior nacimiento de variantes o subgéneros musicales, conocidos hoy como sarambo y guarapo.
El escritor Moreau de Saint Mery plantea, que la clase dominante en ese largo período, preferían musicalmente al minué y la contradanza francesa porque constituían, según su apreciación una coherencia con sus niveles de formación y de ubicación social. En la otra cara de la moneda, el pueblo solía recrearse, siguiendo los acordes de los palos o atabales, la bamula, el congo, la sarandunga, mangulina, etc.
La declaración de Independencia en el año 1844, no implicó un rompimiento con los patrones de dependencia y colonización musical. En los salones de la sociedad dominicana de finales del siglo XIX hasta mediados del XX se cultivaban géneros como el vals, galops, mazurca, polka, danzas, etc, y a partir de la Intervención Americana de 1916 se introdujo el blu, el foz trot, el jazz, entre otras manifestaciones musicales de procedencia anglo-sajona. Existiendo una teoría sustentada por el musicógrafo norteamericano Frank Patterson, que plantea un probable origen antillano del jazz.
Todas esas variables de orden sociológico en la evolución de la música de nuestro país, permitió el surgimiento de una corriente renovadora que encabezó don Juan Bautista Alfonseca, cuya finalidad era la de descubrir nuestras raíces culturales, producir alteraciones en la música tradicional e insertar en los salones de sociedad patrones pueblerinos por medio de un merengue y la mangulína con elementos críticos y picarezcos.
A la muerte de don Juan Bautista Alfonseca, esta línea musical proseguiría en las manos de prominentes músicos como don Juan Francisco García, don Esteban Peña Morel, don José Dolores Cerón, don Rafael Ignacio, don Luís Rivera, don Luís Alberti, don Julio Alberto Hernández, entre otros, con la eficiente colaboración de un gran número de poetas como don Ramón Emilio Jiménez, don Emilio Morel, don Franklin Miases Burgos, don Otílio Vigil Díaz.
También don Apolinar Perdomo, don Juan Antonio Alix, don Héctor José de Reglas Díaz, etc, quienes aportarían letras que contribuyeron a elevar el sentimiento nacionalista, dando inicio a un proceso de transformación en la mentalidad dependiente heredada de España y fortalecida por veintidós años de ocupación haitiana y ocho años de presencia norteamericana.
El propósito renovador emprendido por el maestro Alfonseca en el campo de la música, no solo sirvió para descubrir valores autóctonos si no también para demostrar que el modelo impuesto por España, estaba distante de las legítimas aspiraciones de los dominicanos y que sus remanentes constituían elementos de un anacronismo irritante, que habría de ser desplazado mediante las aportaciones fecundas de una cantera inagotable de músicos, cantantes y poetas que plasmaron sus huellas en el acerbo cultural de la patria, siendo probable que de estas ideas, naciera la inquietud que daría origen al Merengue, el cual se les atribuye haberlo llevado al pentagrama.
Estos artistas serían los escogidos para difundir nuestras variables musicales mas allá de la geografía nacional y escalar los peldaños de nuevos escenarios, con otros aplausos y geniales críticas que no solo las enriquecieron, si no también preludio para estrechar nexos con naciones hermanas, que dieron sus frutos. De estas vinculaciones es posible naciera el Son Ma Teodora en honor a Doña Teodora Ginés, considerado por algunos cronistas primario origen del actual género cubano; el himno al patricio Juan Pablo Duarte de la autoría de Moisés Simón y Manuel Santander ambos cubanos en el año 1913, y la canción Quisqueya del puertorriqueño Rafael Hernández.
El Merengue, Mangulina ,Sarambo , Pambiche , Criolla y Carabiné , ya no serían solo parte del folclor dominicano, entrarían de manera indisoluble ha ser parte de las manifestaciones autóctonas de Indo América , transportadas por una legión de interpretes cuyo perfil biográfico debe servir para rescatar sus nombres, en aras de que puedan sobrevivir a la cruel injusticia del olvido.
La inspiración proseguiría a raudales, pero ya no sería la continuación de patrones acomodados de otras culturas.
Era el arte mismo, expresado como parte de la belleza en una forma sensible.
Nuestro ser interior, daba forma material a las concepciones de un espíritu rebelde y dominicanista, íntegro y sin dobleces.
Era la voz de los verdaderos quisqueyanos que con vehemencia señalara Don Emilio Prud ‘homme en su inmortal canto a la patria.
Era la expresión sublime de un pasado-presente, lleno de romanticismo.
De un ambiente trovadoresco.
Época de la amada tras la reja florecida, que era perfumada frontera al ademán osado, en espera ansiosa de la voz del príncipe azul en apasionada serenata.
Y en cada reja, y en cada parque, y en cada ámbito umbroso, temblaba el silente rumor de un beso, de una plegaria de amor, de un suspiro.
Mientras el amante bajo la nebulosa oscuridad de la sombra, iba a interrumpir el sueño de la hembra, y embriagado con la nectaria potación del anhelo, cantaba.
Tu ventana está abierta, ¿estás dormida?
Que nos recuerda Apolinar Perdomo, el romántico cantor de Neyba, que formó una trilogía felíz de trovadores con Porfirio Herrera y Juan Tomás Mejía. Mientras allá , en los confines del suelo borincano se dejaba escuchar la tersa , límpida y melodiosa voz de Antonio Mesa, el llamado jilguero de quisqueya, llenando el pentagrama de armonía con las canciones del venezolano nacionalizado dominicano Eduardo Scalan, Raudo Saldaña,
Leopoldo Díaz, Alberto Vásquez, Porfirio Golibart y otros tantos compositores de los primeros años del pasado siglo XX cuyas trovas eran trasunto de canciones, criollas, romanzas y madrigales.
Como la “Lucía” de Joaquín Balaguer, musicalizada por Max Guzmán o el “Sálvame” de Enrique Patín Maceo.
Era el tiempo amoroso de la unión espiritual de la música y la poesía, en que para jerarquizar sus cantos nuestros criollísimos músicos e interpretes acudían a los grandes poetas.
Basta con evocar las palabras de Don Max Henríquez Ureña, por medio de su obra “Panorama Histórico de la Literatura Dominicana” y desde Río de Janeiro. Cito.
Entre las canciones de José Joaquín Pérez prefiero “A ti“ que dice:
“Tiende la noche su manto lóbrego,
reina en silencio la soledad”
O la que de manera magistral interpreta Raudo Saldaña:
“Dicen que tienen tus ojos,
Reflejos de tempestad”
Otros de los poetas que preferían los músicos para el uso de las letras de sus composiciones, eran:
Fabio Fiallo (Orfelina tu recuerda aquella tarde). Osvaldo Bazil, con su Pequeño Nocturno. (Ella, la que yo hubiera amado tanto). Enrique Patín Maceo “Tu que Sabes” (tú que sabes de todas mis ternuras, que has escuchado mi canción doliente).
Don Víctor Hugo, el mundialmente famoso novelista y poeta francés, también prestó las letras de una de sus prosas, tal fue el caso de “Ya brilla la aurora y la tarde está triste”. Gustavo Adolfo Bécquer inspiró al bardo Héctor J. Díaz con estas letras:
“Mi vida es un triste erial
flor que toco deshoja,
en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo la recoja.”
Pero al unísono con la elegancia literaria, estaba la música regia, la que trasciende por encima de la vulgaridad y que manifestaba en su pentagramada armonía un profundo contenido de amor al terruño.
Eran los tiempos en que en las retretas dominicales, las bandas marciales dejaban escuchar las inspiraciones más fecundas, como la de José María Arredondo:
La Ametralladora ... Danza
Los Judas Criollos, o Mercaderes de la Patria... Vals.
Las obras de José Dolores Cerón, Rafael Ignacio o Julio Alberto Hernández, que ponían de manifiesto el autentico perfil del campesino dominicano y su música de tierra adentro.
El canto no quedó rezagado, su papel en el desarrollo del arte dominicano exigía que los intérpretes, estuvieran revestidos de cualidades excepcionales. Y ésta cumplió su rol magnifico de sembrar la cimiente que habría de fecundar como ejemplo para las nuevas generaciones.
Américo Cruzado, Antonio Mesa, Alberto Vásquez, Raudo Saldaña, Fidel Rodríguez, Susano Polanco, Enrique Pereyra, Julieta Otero, Enrique Saldaña, Piro Valerio, Juan Lockward, Dedé y Teté Marcial, María Pichardo, Inocencio Pereyra, Chita Troncoso, Anita Pastor, Rosa Elena Bobadilla, quién sería la compañera sentimental y artística del más grande cantor dominicano Eleuterio Aragonés Brito Alvarez, nombre real del hombre nacido en una humilde cuna del paraje Cerro de Nava, Sección Blanco (hoy Luperón), Provincia de Puerto Plata el 20 de Enero del año 1906.
Eduardo Brito.
La llegada al poder de Rafael L. Trujilo Molina, representó la introducción de ciertos formalismos en la música y la poesía que buscaba adecuarla a los planes previstos por el régimen.
Ese formalismo, no obstante su imposición casi brutal y acompañado de una propaganda con la cual se trataba de ofertarle al pueblo, un Trujillo revestido de concepciones redentorista. No pudo desnaturalizar totalmente valores enraizados en la conciencia de una población que luchaba por ser actores de su propio destino.
El gobierno logró sin embargo, producir parcialmente una ruptura con los principios renovadores de la música y la poesía, dando paso a un arte cargado de servilismo y de canonjía, donde el culto a la personalidad del sátrapa se puso de manifiesto, obnubilando incluso la reverencia a nuestros símbolos, cosa que trató de cubrir con permisibilidad maliciosa, que buscaba proyectar su régimen de una aureola liberal que nunca tuvo.
De esa forma da inicio la producción de piezas musicales que ensalzan la figura del dictador y en cambio, proyectan la imagen de un pueblo dominicano sumiso y apóstata:
“Salve San Cristóbal,
Cuna de Trujillo
De ese gran caudillo
Jefe de la nación”
O como ésta surgida en los días posteriores al desembarco de numerosos expedicionarios por Constanza, el 14 de junio de 1959:
“Recogiendo limosna
No lo tumban
Que va` gallo, que va`
No lo tumban”
Alguna de esas creaciones disponían de hermosos arreglos musicales. No así las letras que constituían una afrenta para la dignidad del país.
Tal es el caso de esta danza titulada fastuosamente “Era Gloriosa”:
“Era gloriosa vive mi país
El pueblo siempre, se siente feliz
Murmura el río allí
El cocotero allá
La gloria inmensa que
Nos llega aquí”.
Pero a Trujillo no le bastaba con las simples loas de las grabaciones.
Con su maniático afán de grandeza, supo disfrazar las abismales diferencias que tenía con su hermano Arismendy (Petán), director propietario de la empresa radiotelevisora “La Voz Dominicana” y conceder facilidades para festejar el aniversario de este medio de comunicación. Las inolvidables “semana aniversaria”.
En aquellos apoteósicos eventos artísticos, desfilaban los más notables intérpretes de América y el mundo, teniendo como contraparte el talento nacional.
De esta forma Pedro Vargas, Pedro Infante, Miguel Aceves Mejía, Libertad Lamarque, Lucho Gatica, Nestor Chaire, Alfredo Sadel, Gregorio Barrios, El Indio Araucano, Juan Legido, Tongolele y muchos más, se compenetraron en sus actuaciones con José Nicolás Casimiro, Alberto Beltrán, Casandra Damirón, Rafael Sánchez Cestero, Juan Llibre, Tony Curiel, Armando Recio, El Che Pérez, Elenita Santos, Hector J. Díaz, Guarionex Aquino y Tavito Vázquez.
También Rafael Colón, Jesús Faneyte, Joseíto Mateo, Marcelino Plácido, Bullumba Landestoy, Nelio Rosario, Félix Del Rosario, Napoleón Dhimes, Pipi Franco, Bienvenido Fabián, Radhamés Reyes Alfau, entre otros, que representaban lo más granado del arte dominicano, en una rica experiencia que se unía a las enseñanzas de prominentes maestros como Dora Merten, Vito Castorina, Avelino Muñoz, Angel Bussi, Agustín Mercier, Roberto Caggiano, etc.
Todo ello hizo de “La Voz Dominicana”, actual RTVD, no solo el soporte político para difundir las conveniencias de un régimen de oprobio, sino también la fragua fecunda donde moldearon sus facultades artísticas, jóvenes talentosos que supieron aprovechar en una extraña alquimia, las escasas oportunidades que ofrecía un pasado borrascoso, convirtiéndolas en acciones dignas que hoy representan legado ejemplarizador para las generaciones futuras.
La eliminación física de Trujillo el 30 de mayo del 1961, renovó la esperanza de un mejor país y el viejo anhelo de una democracia plena, hizo surgir de nuevo a la música y a la poesía como arma de lucha, con las cuales se sacarían amarguras y emociones contenidas durante 31 años de dictaduras.
De ese período convulsionado de nuestra historia son las letras que aparecen a continuación:
“No llores muchachita de mi tierra
Esconde tu dolor un poco más
Por que pronto vendrá la primavera
Y las rosas de amor florecerán”.
Expresiones que reflejan la actitud de un pueblo, firme en su ideal emancipador.
La revolución de Abril de 1965 sirvió de estímulo para evolucionar el arte en todas sus manifestaciones.
La oposición a la intervención americana se dejó sentir por medio de himnos, canciones, poesías y hasta la fotografía dejó plasmada para el recuerdo hechos relevantes.
La presencia del dominicano Guillén, en una pose que denota arrojo y valentía. Cuando con los puños cerrados e impávido rostro se enfrentó a un armado militar norteamericano, recorrió el mundo.
De esa heroica jornada nació este himno, de la autoría del músico y cantante dominicano Washington Aníbal De Peña:
“A luchar, a luchar, a luchar
Soldados valientes
Que empezó la revolución
El clarín nos llama a la guerra
Pregonando la patria inmortal”.
Y las estrofas de este verso musicalizado, que hizo famoso entre otros interpretes Cuco Valoy:
“Mientras hayan hombres machos y patriotas
Habrá patria
En ellos está el porvenir de su pueblo
Y la esperanza en la patria”.
Mientras ese proceso se desarrollaba en la República Dominicana, en la sociedad norteamericana y en los países de indo América y Europa, nacía el movimiento hippy, como rebeldía a los cánones de una sociedad tradicionalista que parecía incapaz de ofertar soluciones para una juventud que prefería vivir bajo los puentes, en clanes, desaliñados y a los acordes de una música que era vivo reflejo de sus inquietudes.
Había nacido el Twis.
En escritura normal "La década del setenta del pasado siglo XX, pasará a la historia como una de la mas sangrienta en la República Dominicana. El período conocido como los doce años de gobierno del Dr. Balaguer produjo persecuciones, eliminación física de talentosos jóvenes a causa de sus ideas y las cárceles fueron mazmorra donde se pretendían pulgar el ideal libertario.
Pero esa etapa, representó para la música y el canto, el punto de partida de figuras de grata recordación. Rafael Solano, Vinicio Franco. Luchy Vicioso, Aníbal de Peña, Niní Caffaro, Francis Santana, Yvet Pereyra, Johnny Ventura, Wilfrido Vargas y de manera especial un grupo músico vocal cuyo nombre ponía de manifiesto el deseo de una generación por dejarse escuchar. "Expresión Joven" que supo hacerse sentir cuando osados pedía a un gobierno insensible.
"Habra las rejas señor gobierno
habra las rejas ".
En valiente solicitud para que las sobre pobladas cárceles fueran abiertas, poniendo en libertad miles de jóvenes culpables del delito de disentir con la política de torturas de un gobierno de terror.
En esa etapa sin embargo no todo fue gloria en la tierra de Quisqueya la provisionalidad democrática de 1963 y la inseguridad del gobierno del Triunvirato, motivó que los intelectuales del país se polarizaran y al producirse la guerra civil adoptaron posturas de marcada ambigüedad.
Unos mantuvieron posiciones dignas y otros prefirieron ser parte de la Cultura de Consumo, al cambiar la música y la poesía comprometida por el reclamo publicitario en un indudable plegamiento al modelo impuesto desde el imperialismo por los grandes consorcios que controlan las producciones discográficas y cuyos efectos se sienten hoy, con la existencia de una música transformada en su contexto como transporte de valores y al servicio de una sociedad consumista que fortalece la dependencia de los pueblos.
Deseo finalizar haciéndoles un llamado a la juventud de este siglo XXI, para que busquen delinear su personalidad en un campo donde prevalezca un ideal patriótico.
Cultivar la poesía con un sentido tridimensional:
La grandeza de la patria,
Las ideas para un bien común,
Pero sin postración alienante.
En la música, buscar en ella el goce estético, la sublimación y la grandeza de espíritu.
Recordando que en ella existe un arma de doble filo.
Cuando realza nuestros valores, fortalece la identidad nacional.
Cuando es un instrumento de penetración, desnaturaliza el concepto de patria y fortalece la dependencia.
Busquemos lo nuestro, cantemos lo nuestro, fortalezcamos lo nuestro sin olvidar que estamos atados a un principio indo americanista.
Orgullosos levantemos la frente, manteniendo la decorosa actitud en la que en ella, no se puede encontrar jamás “el grillete mohoso del esclavo, ni la humillante librea de un lacayismo bochornoso”.
Para Luís Ramón de los Santos, Anulfo Mateo, Ike Méndez
Isaías Medina, Sobieski de Leon, Sinecio Ramírez y Maria Celeste
El gran filósofo griego Aristóteles, nacido en el siglo III antes de Cristo decía:
“Es imposible no reconocer el valor moral de la música, y puesto que este poder es muy verdadero, es absolutamente necesario que la música forme parte de la educación de los jóvenes”
Por su parte el Poeta Curt Sachs señalaba: ”La música es la expresión más sublime de la creación humana y medio por el cual el hombre se transporta al infinito, convirtiéndose en una parte trascendental del universo”.
Para el célebre músico francés Muricio Ravel “la música es la parte de la cultura que hace posible, elevar el poder mágico de los sonidos a un maridaje inusual con la materia”
Opiniones tan versadas, hacen susceptibles comprender que el hombre está rodeado de música, que habitamos un mundo enteramente musical, que se acrecienta con el uso de potentes medios de difusión –radio, televisión, cine que lo abarcan todo, pero que sin embargo no parecen ser lo suficientemente efectivos y más bien ser parte de un proceso discontinuo, a juzgar por los resultados que en el desarrollo musical se refleja en la sociedad actual con acentuada disminución de la calidad en comparación con otras épocas.
El análisis de este fenómeno, obliga realizar una evaluación de retrospectiva histórica, que permita profundizar en el contexto de la evolución musical que ha experimentado la República Dominicana, partiendo del momento mismo en que hace su aparición en el suelo insular la génesis de una cultura distinta.
A la llegada de los españoles, la manifestación cultural colectiva más importante de nuestros aborígenes, lo constituían los Areítos, llamados por algunos cronistas cantos-bailes, con los cuales evocaban sus antepasados al compás de un tambor de nombre Mayohuacan y el sonido de las Maracas, no obstante, que este último instrumento musical no parece ser originario de los tainos, si tomamos en cuenta la crónica del investigador Don Rogelio Velásquez, quien señala era utilizada por la etnia tupies para el culto religioso, de donde pasaría a los tapuyas y posteriormente a la América del Norte donde se les conocía como chichigoue. Conceptos que son reafirmados por Don Daniel Ortega Ricaurte, que plantea la posibilidad de que el nombre Maraca provenga del río Maracà uno de los afluentes del río Amazona. Lo cierto es que este instrumento servía para que los taínos realizaran una transmisión oral de la historia de su aldea, etnias o del cacicazgo.
El Español trajo consigo un modelo de diversión basado en el romance, cantos, coplas, villancicos, etc., que habrían de convertir a la Catedral de Santa María la Menor durante tres siglos, en el centro hegemónico de la vida social, artística y cultural de la colonia.
La temprana desaparición de los habitantes primarios de la isla, degeneraría en la posterior trata de esclavos negros traídos del África y con ellos, ritmos y cadencias que habrían de transformar toda la musicalidad original, a tal punto que manifestaciones musicales que hoy pueden ser catalogadas como indecentes, se bailaban en actos de carácter religiosos como es el caso de La Calenda.
El maridaje posterior del español con el africano daría paso ha una nueva raza. Pero la evolución en la dinámica económica de esa sociedad crearía las condiciones de donde surgió la división de clases y con éstas la diferenciación de las preferencias musicales. Es así como los llamados españolizantes ubicados en los planos altos entre los finales del siglo XVIII y principios del XIX tocaban y bailaban tonadillas, seguidillas, zapateos que constituían movimientos musicales emanados del fandango, a las cuales introdujeron expresiones criollas que permitió la diversificación y posterior nacimiento de variantes o subgéneros musicales, conocidos hoy como sarambo y guarapo.
El escritor Moreau de Saint Mery plantea, que la clase dominante en ese largo período, preferían musicalmente al minué y la contradanza francesa porque constituían, según su apreciación una coherencia con sus niveles de formación y de ubicación social. En la otra cara de la moneda, el pueblo solía recrearse, siguiendo los acordes de los palos o atabales, la bamula, el congo, la sarandunga, mangulina, etc.
La declaración de Independencia en el año 1844, no implicó un rompimiento con los patrones de dependencia y colonización musical. En los salones de la sociedad dominicana de finales del siglo XIX hasta mediados del XX se cultivaban géneros como el vals, galops, mazurca, polka, danzas, etc, y a partir de la Intervención Americana de 1916 se introdujo el blu, el foz trot, el jazz, entre otras manifestaciones musicales de procedencia anglo-sajona. Existiendo una teoría sustentada por el musicógrafo norteamericano Frank Patterson, que plantea un probable origen antillano del jazz.
Todas esas variables de orden sociológico en la evolución de la música de nuestro país, permitió el surgimiento de una corriente renovadora que encabezó don Juan Bautista Alfonseca, cuya finalidad era la de descubrir nuestras raíces culturales, producir alteraciones en la música tradicional e insertar en los salones de sociedad patrones pueblerinos por medio de un merengue y la mangulína con elementos críticos y picarezcos.
A la muerte de don Juan Bautista Alfonseca, esta línea musical proseguiría en las manos de prominentes músicos como don Juan Francisco García, don Esteban Peña Morel, don José Dolores Cerón, don Rafael Ignacio, don Luís Rivera, don Luís Alberti, don Julio Alberto Hernández, entre otros, con la eficiente colaboración de un gran número de poetas como don Ramón Emilio Jiménez, don Emilio Morel, don Franklin Miases Burgos, don Otílio Vigil Díaz.
También don Apolinar Perdomo, don Juan Antonio Alix, don Héctor José de Reglas Díaz, etc, quienes aportarían letras que contribuyeron a elevar el sentimiento nacionalista, dando inicio a un proceso de transformación en la mentalidad dependiente heredada de España y fortalecida por veintidós años de ocupación haitiana y ocho años de presencia norteamericana.
El propósito renovador emprendido por el maestro Alfonseca en el campo de la música, no solo sirvió para descubrir valores autóctonos si no también para demostrar que el modelo impuesto por España, estaba distante de las legítimas aspiraciones de los dominicanos y que sus remanentes constituían elementos de un anacronismo irritante, que habría de ser desplazado mediante las aportaciones fecundas de una cantera inagotable de músicos, cantantes y poetas que plasmaron sus huellas en el acerbo cultural de la patria, siendo probable que de estas ideas, naciera la inquietud que daría origen al Merengue, el cual se les atribuye haberlo llevado al pentagrama.
Estos artistas serían los escogidos para difundir nuestras variables musicales mas allá de la geografía nacional y escalar los peldaños de nuevos escenarios, con otros aplausos y geniales críticas que no solo las enriquecieron, si no también preludio para estrechar nexos con naciones hermanas, que dieron sus frutos. De estas vinculaciones es posible naciera el Son Ma Teodora en honor a Doña Teodora Ginés, considerado por algunos cronistas primario origen del actual género cubano; el himno al patricio Juan Pablo Duarte de la autoría de Moisés Simón y Manuel Santander ambos cubanos en el año 1913, y la canción Quisqueya del puertorriqueño Rafael Hernández.
El Merengue, Mangulina ,Sarambo , Pambiche , Criolla y Carabiné , ya no serían solo parte del folclor dominicano, entrarían de manera indisoluble ha ser parte de las manifestaciones autóctonas de Indo América , transportadas por una legión de interpretes cuyo perfil biográfico debe servir para rescatar sus nombres, en aras de que puedan sobrevivir a la cruel injusticia del olvido.
La inspiración proseguiría a raudales, pero ya no sería la continuación de patrones acomodados de otras culturas.
Era el arte mismo, expresado como parte de la belleza en una forma sensible.
Nuestro ser interior, daba forma material a las concepciones de un espíritu rebelde y dominicanista, íntegro y sin dobleces.
Era la voz de los verdaderos quisqueyanos que con vehemencia señalara Don Emilio Prud ‘homme en su inmortal canto a la patria.
Era la expresión sublime de un pasado-presente, lleno de romanticismo.
De un ambiente trovadoresco.
Época de la amada tras la reja florecida, que era perfumada frontera al ademán osado, en espera ansiosa de la voz del príncipe azul en apasionada serenata.
Y en cada reja, y en cada parque, y en cada ámbito umbroso, temblaba el silente rumor de un beso, de una plegaria de amor, de un suspiro.
Mientras el amante bajo la nebulosa oscuridad de la sombra, iba a interrumpir el sueño de la hembra, y embriagado con la nectaria potación del anhelo, cantaba.
Tu ventana está abierta, ¿estás dormida?
Que nos recuerda Apolinar Perdomo, el romántico cantor de Neyba, que formó una trilogía felíz de trovadores con Porfirio Herrera y Juan Tomás Mejía. Mientras allá , en los confines del suelo borincano se dejaba escuchar la tersa , límpida y melodiosa voz de Antonio Mesa, el llamado jilguero de quisqueya, llenando el pentagrama de armonía con las canciones del venezolano nacionalizado dominicano Eduardo Scalan, Raudo Saldaña,
Leopoldo Díaz, Alberto Vásquez, Porfirio Golibart y otros tantos compositores de los primeros años del pasado siglo XX cuyas trovas eran trasunto de canciones, criollas, romanzas y madrigales.
Como la “Lucía” de Joaquín Balaguer, musicalizada por Max Guzmán o el “Sálvame” de Enrique Patín Maceo.
Era el tiempo amoroso de la unión espiritual de la música y la poesía, en que para jerarquizar sus cantos nuestros criollísimos músicos e interpretes acudían a los grandes poetas.
Basta con evocar las palabras de Don Max Henríquez Ureña, por medio de su obra “Panorama Histórico de la Literatura Dominicana” y desde Río de Janeiro. Cito.
Entre las canciones de José Joaquín Pérez prefiero “A ti“ que dice:
“Tiende la noche su manto lóbrego,
reina en silencio la soledad”
O la que de manera magistral interpreta Raudo Saldaña:
“Dicen que tienen tus ojos,
Reflejos de tempestad”
Otros de los poetas que preferían los músicos para el uso de las letras de sus composiciones, eran:
Fabio Fiallo (Orfelina tu recuerda aquella tarde). Osvaldo Bazil, con su Pequeño Nocturno. (Ella, la que yo hubiera amado tanto). Enrique Patín Maceo “Tu que Sabes” (tú que sabes de todas mis ternuras, que has escuchado mi canción doliente).
Don Víctor Hugo, el mundialmente famoso novelista y poeta francés, también prestó las letras de una de sus prosas, tal fue el caso de “Ya brilla la aurora y la tarde está triste”. Gustavo Adolfo Bécquer inspiró al bardo Héctor J. Díaz con estas letras:
“Mi vida es un triste erial
flor que toco deshoja,
en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo la recoja.”
Pero al unísono con la elegancia literaria, estaba la música regia, la que trasciende por encima de la vulgaridad y que manifestaba en su pentagramada armonía un profundo contenido de amor al terruño.
Eran los tiempos en que en las retretas dominicales, las bandas marciales dejaban escuchar las inspiraciones más fecundas, como la de José María Arredondo:
La Ametralladora ... Danza
Los Judas Criollos, o Mercaderes de la Patria... Vals.
Las obras de José Dolores Cerón, Rafael Ignacio o Julio Alberto Hernández, que ponían de manifiesto el autentico perfil del campesino dominicano y su música de tierra adentro.
El canto no quedó rezagado, su papel en el desarrollo del arte dominicano exigía que los intérpretes, estuvieran revestidos de cualidades excepcionales. Y ésta cumplió su rol magnifico de sembrar la cimiente que habría de fecundar como ejemplo para las nuevas generaciones.
Américo Cruzado, Antonio Mesa, Alberto Vásquez, Raudo Saldaña, Fidel Rodríguez, Susano Polanco, Enrique Pereyra, Julieta Otero, Enrique Saldaña, Piro Valerio, Juan Lockward, Dedé y Teté Marcial, María Pichardo, Inocencio Pereyra, Chita Troncoso, Anita Pastor, Rosa Elena Bobadilla, quién sería la compañera sentimental y artística del más grande cantor dominicano Eleuterio Aragonés Brito Alvarez, nombre real del hombre nacido en una humilde cuna del paraje Cerro de Nava, Sección Blanco (hoy Luperón), Provincia de Puerto Plata el 20 de Enero del año 1906.
Eduardo Brito.
La llegada al poder de Rafael L. Trujilo Molina, representó la introducción de ciertos formalismos en la música y la poesía que buscaba adecuarla a los planes previstos por el régimen.
Ese formalismo, no obstante su imposición casi brutal y acompañado de una propaganda con la cual se trataba de ofertarle al pueblo, un Trujillo revestido de concepciones redentorista. No pudo desnaturalizar totalmente valores enraizados en la conciencia de una población que luchaba por ser actores de su propio destino.
El gobierno logró sin embargo, producir parcialmente una ruptura con los principios renovadores de la música y la poesía, dando paso a un arte cargado de servilismo y de canonjía, donde el culto a la personalidad del sátrapa se puso de manifiesto, obnubilando incluso la reverencia a nuestros símbolos, cosa que trató de cubrir con permisibilidad maliciosa, que buscaba proyectar su régimen de una aureola liberal que nunca tuvo.
De esa forma da inicio la producción de piezas musicales que ensalzan la figura del dictador y en cambio, proyectan la imagen de un pueblo dominicano sumiso y apóstata:
“Salve San Cristóbal,
Cuna de Trujillo
De ese gran caudillo
Jefe de la nación”
O como ésta surgida en los días posteriores al desembarco de numerosos expedicionarios por Constanza, el 14 de junio de 1959:
“Recogiendo limosna
No lo tumban
Que va` gallo, que va`
No lo tumban”
Alguna de esas creaciones disponían de hermosos arreglos musicales. No así las letras que constituían una afrenta para la dignidad del país.
Tal es el caso de esta danza titulada fastuosamente “Era Gloriosa”:
“Era gloriosa vive mi país
El pueblo siempre, se siente feliz
Murmura el río allí
El cocotero allá
La gloria inmensa que
Nos llega aquí”.
Pero a Trujillo no le bastaba con las simples loas de las grabaciones.
Con su maniático afán de grandeza, supo disfrazar las abismales diferencias que tenía con su hermano Arismendy (Petán), director propietario de la empresa radiotelevisora “La Voz Dominicana” y conceder facilidades para festejar el aniversario de este medio de comunicación. Las inolvidables “semana aniversaria”.
En aquellos apoteósicos eventos artísticos, desfilaban los más notables intérpretes de América y el mundo, teniendo como contraparte el talento nacional.
De esta forma Pedro Vargas, Pedro Infante, Miguel Aceves Mejía, Libertad Lamarque, Lucho Gatica, Nestor Chaire, Alfredo Sadel, Gregorio Barrios, El Indio Araucano, Juan Legido, Tongolele y muchos más, se compenetraron en sus actuaciones con José Nicolás Casimiro, Alberto Beltrán, Casandra Damirón, Rafael Sánchez Cestero, Juan Llibre, Tony Curiel, Armando Recio, El Che Pérez, Elenita Santos, Hector J. Díaz, Guarionex Aquino y Tavito Vázquez.
También Rafael Colón, Jesús Faneyte, Joseíto Mateo, Marcelino Plácido, Bullumba Landestoy, Nelio Rosario, Félix Del Rosario, Napoleón Dhimes, Pipi Franco, Bienvenido Fabián, Radhamés Reyes Alfau, entre otros, que representaban lo más granado del arte dominicano, en una rica experiencia que se unía a las enseñanzas de prominentes maestros como Dora Merten, Vito Castorina, Avelino Muñoz, Angel Bussi, Agustín Mercier, Roberto Caggiano, etc.
Todo ello hizo de “La Voz Dominicana”, actual RTVD, no solo el soporte político para difundir las conveniencias de un régimen de oprobio, sino también la fragua fecunda donde moldearon sus facultades artísticas, jóvenes talentosos que supieron aprovechar en una extraña alquimia, las escasas oportunidades que ofrecía un pasado borrascoso, convirtiéndolas en acciones dignas que hoy representan legado ejemplarizador para las generaciones futuras.
La eliminación física de Trujillo el 30 de mayo del 1961, renovó la esperanza de un mejor país y el viejo anhelo de una democracia plena, hizo surgir de nuevo a la música y a la poesía como arma de lucha, con las cuales se sacarían amarguras y emociones contenidas durante 31 años de dictaduras.
De ese período convulsionado de nuestra historia son las letras que aparecen a continuación:
“No llores muchachita de mi tierra
Esconde tu dolor un poco más
Por que pronto vendrá la primavera
Y las rosas de amor florecerán”.
Expresiones que reflejan la actitud de un pueblo, firme en su ideal emancipador.
La revolución de Abril de 1965 sirvió de estímulo para evolucionar el arte en todas sus manifestaciones.
La oposición a la intervención americana se dejó sentir por medio de himnos, canciones, poesías y hasta la fotografía dejó plasmada para el recuerdo hechos relevantes.
La presencia del dominicano Guillén, en una pose que denota arrojo y valentía. Cuando con los puños cerrados e impávido rostro se enfrentó a un armado militar norteamericano, recorrió el mundo.
De esa heroica jornada nació este himno, de la autoría del músico y cantante dominicano Washington Aníbal De Peña:
“A luchar, a luchar, a luchar
Soldados valientes
Que empezó la revolución
El clarín nos llama a la guerra
Pregonando la patria inmortal”.
Y las estrofas de este verso musicalizado, que hizo famoso entre otros interpretes Cuco Valoy:
“Mientras hayan hombres machos y patriotas
Habrá patria
En ellos está el porvenir de su pueblo
Y la esperanza en la patria”.
Mientras ese proceso se desarrollaba en la República Dominicana, en la sociedad norteamericana y en los países de indo América y Europa, nacía el movimiento hippy, como rebeldía a los cánones de una sociedad tradicionalista que parecía incapaz de ofertar soluciones para una juventud que prefería vivir bajo los puentes, en clanes, desaliñados y a los acordes de una música que era vivo reflejo de sus inquietudes.
Había nacido el Twis.
En escritura normal "La década del setenta del pasado siglo XX, pasará a la historia como una de la mas sangrienta en la República Dominicana. El período conocido como los doce años de gobierno del Dr. Balaguer produjo persecuciones, eliminación física de talentosos jóvenes a causa de sus ideas y las cárceles fueron mazmorra donde se pretendían pulgar el ideal libertario.
Pero esa etapa, representó para la música y el canto, el punto de partida de figuras de grata recordación. Rafael Solano, Vinicio Franco. Luchy Vicioso, Aníbal de Peña, Niní Caffaro, Francis Santana, Yvet Pereyra, Johnny Ventura, Wilfrido Vargas y de manera especial un grupo músico vocal cuyo nombre ponía de manifiesto el deseo de una generación por dejarse escuchar. "Expresión Joven" que supo hacerse sentir cuando osados pedía a un gobierno insensible.
"Habra las rejas señor gobierno
habra las rejas ".
En valiente solicitud para que las sobre pobladas cárceles fueran abiertas, poniendo en libertad miles de jóvenes culpables del delito de disentir con la política de torturas de un gobierno de terror.
En esa etapa sin embargo no todo fue gloria en la tierra de Quisqueya la provisionalidad democrática de 1963 y la inseguridad del gobierno del Triunvirato, motivó que los intelectuales del país se polarizaran y al producirse la guerra civil adoptaron posturas de marcada ambigüedad.
Unos mantuvieron posiciones dignas y otros prefirieron ser parte de la Cultura de Consumo, al cambiar la música y la poesía comprometida por el reclamo publicitario en un indudable plegamiento al modelo impuesto desde el imperialismo por los grandes consorcios que controlan las producciones discográficas y cuyos efectos se sienten hoy, con la existencia de una música transformada en su contexto como transporte de valores y al servicio de una sociedad consumista que fortalece la dependencia de los pueblos.
Deseo finalizar haciéndoles un llamado a la juventud de este siglo XXI, para que busquen delinear su personalidad en un campo donde prevalezca un ideal patriótico.
Cultivar la poesía con un sentido tridimensional:
La grandeza de la patria,
Las ideas para un bien común,
Pero sin postración alienante.
En la música, buscar en ella el goce estético, la sublimación y la grandeza de espíritu.
Recordando que en ella existe un arma de doble filo.
Cuando realza nuestros valores, fortalece la identidad nacional.
Cuando es un instrumento de penetración, desnaturaliza el concepto de patria y fortalece la dependencia.
Busquemos lo nuestro, cantemos lo nuestro, fortalezcamos lo nuestro sin olvidar que estamos atados a un principio indo americanista.
Orgullosos levantemos la frente, manteniendo la decorosa actitud en la que en ella, no se puede encontrar jamás “el grillete mohoso del esclavo, ni la humillante librea de un lacayismo bochornoso”.
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