Este articulo fue publicado hace cerca de dos años como respuesta a la exposicion pictorica presentada por el ministerio de cultura en la puerta del Conde.Motivado a que nuevamente se ha colocado dicha exposicion, permitame , muevamente publicar el articulo como respuesta y critica.
A: Emilio Valdez, Orlando Cuello y Marino Mejía
La Dirección General de Comunidad Digna y la Comisión Permanente de Efemérides Patrias depositaron una ofrenda floral en el Altar de la Patria, con motivo de celebrar el 194 aniversario del Natalicio del Patricio Juan Pablo Duarte y el Mes de la Patria.
Al mismo tiempo, la comisión permanente, con ideas de Juan Gilberto Núñez, y el asesoramiento del historiador Juan Daniel Balcácer, dejó a disposición del público, en la Puerta del Conde, 28 cuadros del pintor Henry Santana, con temas de la lucha de los trinitarios en el tiempo de la separación.
Las pinturas, realizadas fundamentalmente en colores fuertes y atractivos, no atraen los estudiosos de los hechos históricos, porque desdicen de las investigaciones realizadas hasta hoy, de la situación existencial del pueblo dominicano en ese período de formación, arrojando nieves sobre la memoria histórica, al presentar paisajes y una recreación existencial diferentes a las vivida por nuestros libertadores, que hoy forman parte del acerbo cultural de nuestra generación.
Es que por medio de este arte, la pintura, utilizando los colores aporta el silencio para la mente y la tonalidad musical para los ojos del observador, los exponentes producen una depuración histórica, pretendiendo pervertir nuestra realidad material, la conciencia ciudadana y la gesta patriótica, como movimiento social sobre los campos nacionales, donde los humildes habitantes de nuestras campiñas desaparecen de los combates librados.
Estos retratos, que con su belleza tenían que profundizar la riqueza de la vida y la libertad y en el caso de los grupos duartianos, invocar el martirio y la piedad, para continuar con las tradiciones de los humanistas venecianos que producían retratos para los que tenían dinero y quienes no, con la intención que tuvieran allí, presente siempre, para proclamar su existencia y sugerir que eran distintos y únicos, no llenan las especificaciones históricas conocidas, porque: exhiben escasa presencia de los mulatos en las luchas de la independencia.
Limpieza y pulcritud exagerada en los militares opresores presentados con piel blanca.
Caballería con indumentarias lujosas, más parecidas a las utilizadas por la del imperio Otomano y no la de soldados de una colonia del Caribe empobrecidos.
Celdas para rebeldes, con más característica de estancia de descanso que de un destacamento penitenciario.
Presencia de una vida bucólica activa, donde la juventud se caracteriza por su facciones nórdicas, totalmente rubia, entonando música por medio de flauta con gesto del mundialmente famoso kenny G.
Olvidando el artista que por mucho que sea el talento, lo que hace perfecta la pintura es la ambientación en el tiempo y el espacio y que lo verdaderamente importante en esa clase de exposición, es la historia, la cual con una lograda expresión artística completa su función didáctica.
Alguno podría pensar, luego de agotar tiempo en la observación de la exposición, que los deseos de separación no tenían sustentación económica ni cultural, porque la forma de vida presentada bajo el control del Estado Haitiano es superior a la que se vivió luego de los momentos de la separación, lo cual es un mensaje permanentemente utilizado por historiadores del hermano país, que alegan que la independencia nacional tuvo su base de sustentación en el Bobarismo del pueblo Dominicano, cosa totalmente incierta.
Ambos sectores estaban empobrecidos y tenían intereses diferentes, lo cual explica de manera razonable de donde salen las contradicciones económicas con el gobierno haitiano, que también era el de los dominicanos.
La pobreza se manifestaba en lo material y cultural, estando el sistema educativo a la deriva, por la fuga de personalidades para otros lugares y las ciudades abandonadas por partes de sus habitantes y sus pertenencias.
En la clásica obra, El amor en los tiempos del cólera, dedicado a Mercedes, por supuesto, que no tiene nada que ver con quien escribe, el inolvidable escritor del Caribe Colombiano y del mundo, Gabriel García Márquez, relata que: “luego de la independencia del dominio español y de la abolición de la esclavitud, las grandes familias de antaño se hundían en el silencio dentro de sus alcázares desguarnecidos. En los vericuetos de las calles adoquinadas que tan eficaces habían sido en sorpresas de guerras y desembarcos de bucaneros, la malezas se descolgaba por los balcones y abría grietas en los muros de cal y cantos aún en las mansiones mejor tenidas”.
Allí, Duarte y sus compañeros son etéreo, un destello de una idea, un deseo de juventud, en medio de vientos tempestuosos.
Por esa razón: la dominicanidad al margen del Estado que lo representa, por medio de individuos desclasados y segmentos populares de nuestra población, ha comenzado a esparcirse en todos los confines de la tierra, llevando su color, pobreza, merengue y bachatas junto a su inolvidable bandera, emblema imborrable de los grupos libertarios, la cual con el trabajo, la cultura y el deporte, pretenden hacerla más fuerte, más bella, más grande, mucho
más.
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