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lunes, 24 de agosto de 2009
La calzada del corral de los indios
Vista aérea del esplendoroso Batey Maguana
Por: JULIO CESAR PAULINO, Antropólogo y musicologo.
Al Prof. Ney Sánchez, Maestro de Maestros.
En 1967 un grupo de personalidades visitaron la ciudad de San Juan de la Maguana, atendiendo una invitación que le hiciera el Honorable Ayuntamiento de la ciudad, con el fin de que observaran la restauración que se le había hecho a la Plaza Ceremonial o Corral de los Indios. Entre ellos, se encontraba el famoso escultor español Harold Priego.
La mal llamada restauración, consistía en un relleno de piedras que le hicieron a las dos hileras que conformaban el estado original la circunferencia de la Plaza, reduciéndola de 21 pies, a 18 pies 15 pulgs, como había dicho el cónsul de Inglaterra Sir Robert Schomsurgk, quien visitó la plaza en 1863, según medidas, confirmadas en este recorrido por Doris Montes de Oca y el grupo.
El mismo relleno también se le hizo a la calzada, que sale al Oeste de la Plaza y que aparentemente termina en un pequeño arroyo llamado Fondillo, en terrenos que pertenecen al Sr. Domingo Paniagua. Estos fueron invadidos por un grupo de campesinos, quienes destruyeron la calzada para construir un barrio que hoy le llaman Berrinche. Esto a todas luces resulta ser un crimen al patrimonio histórico de San Juan de la Maguana, que en el período precolombino, fue el centro político de la Isla, y asiento del bravo cacique Caonabó y su esposa Anacaona.
A todos los sanjuaneros de mi generación, se nos inculcó que en la piedra que se encuentra en el centro de la Plaza, se sentaba la Reina Anacaona a contemplar los juegos de pelotas y los areítos, y que cuando terminaban sus ceremonias los indios bajaban por la calzada a bañarse al río.
Lo primero que tenemos que señalar al respeto, es que Anacaona nunca se sentó en esa piedra o monolito, debido a que en esa época se encontraba en posición vertical, no horizontal como se encuentra actualmente; en segundo lugar, que la calzada no terminaba en el río, sino que continuaba y llegaba hasta Hato del Padre, antiguo hato de don Francisco de Valenzuela, donde vivieron el Cacique Enriquillo y su esposa Mencía, y que hasta donde llegan mis investigaciones, ése era el lugar donde se encontraba el pueblo de Caonabó, quien junto a Anacaona, bajaba con todos los indios del poblado siguiendo la calzada hasta la Plaza Ceremonial a celebrar sus areítos.
Pasaremos a analizar el porqué desapareció la calzada y cómo volvimos a encontrarla.
En efecto, el documento más antiguo que habla de la plaza ceremonial data de 1853, cuando Sir Robert Schomsurgk, Cónsul de Inglaterra en el país, escribió sobre ella. En este documento dice que “Un sendero de la misma anchura que el circo se extiende a partir de este en la dirección del oeste y dobla después en ángulo recto hacia el norte. Más adelante continúa diciendo “Es pues imposible determinar su longitud exacta.”
De lo dicho anterior, se puede deducir que el Cónsul había hecho el recorrido desde el inicio de la calzada, que sale del corral, hasta el río San Juan que es donde la calzada dobla hacia el norte, no pudiendo continuar porque el sendero estaba invadido por una espesa selva, como también afirma.
Ahora bien, la pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿Cuál era la función de esas dos hileras de piedras y a qué sitio conducían? En primer lugar, tenemos que decir que por esa calzada caminaban personas, es decir, que era una especie de carretera por donde transitaban los indios; y en segundo lugar, ¡si la calzada comenzaba en el Corral de los Indios tenía que terminar en algún sitio! Y precisamente esa calzada terminaba en Hato del Padre, lugar donde se encontraba el poblado de Caonabó.
De hecho, las dos hileras de piedras hacía muchos años que habían desaparecido, sin embargo, en nuestras investigaciones hemos podido constatar que el camino del Corral a Hato del Padre desapareció en 1998 cuando el ciclón Georges inundó toda el área.
El primer intento por encontrar la antigua calzada, que fue utilizada por última vez por nuestros indios en el mes de mayo del año de 1495, cuando miles de ellos al mando de Maniocatex, marcharon a incendiar la ciudad de La Isabela, con el fin de liberar al bravo capitán del reino del Maguana quien se encontraba encadenado en una de sus celdas, las realizamos Doris Montes de Oca y quien escribe, acompañados de varios guías de lugar.
En esta exploración, seguimos lo que aparentemente era una calzada que se encuentra al lado del arroyo Fondillo y que se extiende hacia el norte; lamentablemente ese primer intento fue un fracaso.
Para el segundo intento, nos trasladamos de Santo Domingo a San Juan de la Maguana, un equipo de antropólogos compuesto por Rafael Puello, Glenis Tavárez y quien escribe. Nos acompañaron los sanjuaneros, Dr. Sobieski de León y Doris Montes de Oca. Lamentablemente la exploración no pudo realizarse por la cantidad de lodo y la crecida del arroyo Fondillo que no nos dejó cruzar; incluso, dimos la vuelta por San Juan y nos trasladamos a Hato del Padre, con el fin de explorar el camino por ese sector, sin que pudiéramos lograr nuestros objetivos.
Para la tercera exploración le solicité al viejo lobo Scout, Leonel Tirado, quien fue uno de mis asistentes cuando quien escribe era el Jefe de la Tropa Scout 17 de San Juan, para que me acompañara a resolver el histórico problema. Efectivamente, después de 6 horas de peinar e investigar el sector entero, y tomando como punto de referencia la terminación de la calzada en la parte oeste de Berrinche, encontramos que, el camino, antigua calzada, había sido borrado en 1998 por unos tractores del INDRHI, que habían sido enviados a nivelar esos terrenos que habían sido afectados por el ciclón Georges.
Al tomar el punto de referencia del arroyo Fondillo en línea recta, encontramos que al llegar al río Doña María, primer caño del río San Juan, y por lo tanto, de la famosa Mesopotamia, se encuentra en el paso del río las pendientes de la calzada que desaparece unos 15 metros hacia el oeste en un campo de arroz.
Siguiendo siempre en línea recta hacia el oeste, tuvimos la grata sorpresa, después de atravesar dos parcelas sembradas, de encontrar la calzada que nos llevó directamente a río grande, nombre con que los lugareños llaman al segundo caño del río San Juan. Es precisamente en ese lugar donde la calzada dobla en ángulo recto hacia el norte, y el lugar hasta donde llegó el Cónsul Inglés cuando en 1853, investigaba sobre la Plaza Ceremonial más grande del Arco del Caribe.
Así, pues, donde se quedó el Cónsul, comencé con mi viejo amigo de infancia a buscar donde terminaba aquella calzada, y grata sorpresa fue cuando frente a nuestros ojos aparecieron las colinas de Hato del Padre, lugar donde tuvo su asiento el cacicazgo del Maguana, el que fue incendiado, destruido y sus habitantes salvajemente asesinados por el Almirante de la Mar Océana, después de la derrota el 25 de marzo de 1495, de los bravos guerreros del Maguana, en el valle de Esperanza, Provincia de Mao.
Cuando después de 6 horas de búsqueda nos sentamos a descansar, le dije a mi compañero que hacía 35 años conversábamos en la capital aquel sastre de apellido Zabala, hermano de Virgilio el de la ferretería, quien me dijo que siendo Boy Scout, andando por esas colinas habían encontrado los cimientos de la casa colonial que pertenecía a don Francisco de Valenzuela, lugar éste que fue morada de Enriquillo y de Mencía.
Esa será mi próxima tarea.
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