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domingo, 6 de septiembre de 2009

A la maestra, con cariño (1)





220308

Foto cortesía deTulio Montes de Oca



Por Dinápoles Soto Bello

5 de Sep 2009

En el auricular del teléfono escuchaba apenado tu voz ronca hablándome del deceso de tu hermano Tomás, de largos días de sufrimientos y lágrimas.

Era una cuenta más del largo rosario de tribulaciones con que el Señor ha querido purificarte para plantar la limpia azucena de tu alma en el jardín del Paraíso, cuando te llame a descansar en Él.

Entonces, mi querida Inés (Suzaña Herrera), maestra inolvidable, exhalarás un delicioso perfume, transmutación de tus tantas penas acumuladas, que será grato a los Santos de Dios y a Dios mismo.

Quise volar a San Juan de la Maguana a estar contigo algunas horas, pero ese viaje se retardó semanas, hasta que al fin se presentó la oportunidad de hacerlo, en estos días.

A medida que acortaba distancia, conduciendo mi auto únicamente acompañado por las quejumbrosas notas musicales del Stabat Mater de Dvorak, el ramaje de mi corazón se agitaba crecientemente con las insistentes brisas de tantos recuerdos.

A un buen número de kilómetros del cruce Azua-Barahona, plantíos diversos aquí y allá nos daban la bienvenida al feraz valle de San Juan.

A la derecha, se dibujaba el lomo curvo de la cordillera central con algunos penachos de nubes y, a la izquierda, el de la Sierra de Bahoruco.

A escasos cuatro kilómetros de tu pueblo, Inés, la nostalgia hizo detener mi auto y descendí de él para contemplar la extensa alfombra verde que se extendía hasta el pie de aquella cordillera.

¡Oh, mi querida maestra, quedé arrobado, recordando con ojos dilatados los tiempos aquellos en que recorría esos senderos en una bicicleta, cuando trabajaba a medio tiempo como contable, ¡con apenas 16 años!, en la factoría de arroz de Atiles Méndez situada en esa zona.

Al mismo tiempo que pedaleaba, contemplaba extasiado, con sentimientos coloreados de panteísmo, los paisajes idílicos de esa Arcadia sureña, siguiendo con la vista el vuelo de las garzas, de levedad cinemática.

No extrañarás, estoy seguro, si te digo que andaba con libros de poesía “en ristre” y recuerdo bien los de Amado Nervo y una antología de Federico Balard.

Caminando por entre los árboles, sentado bajo sus copas, leía, rumiándolos, ramilletes de versos, sondeando sus esencias, seducido por la musicalidad de las rimas.

¡Ah, cómo disfrutaba del poema de Balard titulado “Restitución”, que consideraba entonces modelo de perfección y que ahora me calza como anillo al dedo! Conservo aún ese libro y de él te recito estos versos:

Ya lo ves: las canciones que te consagro, / en mi mente han nacido por un milagro.
Nada en ellas es mío, todo es don tuyo: / por eso a ti, de hinojos, las restituyo.
¡Pobres hojas caídas de la arboleda, / sin su verdor el alma desnuda queda!
(…)
Pero no, que aún te deben mis desventuras / otras más delicadas, otras más puras:
canciones que, por miedo de profanarlas,/ en el alma conservo sin pronunciarlas;
recuerdos de las horas que, embelesado, / en nuestro pobre albergue pasé a tu lado
cuando al alma y al cuerpo daban pujanza / juventud y cariño, fe y esperanza;
cuando, lejos del mundo parlero y vano, / íbamos por la vida mano con mano;
cuando, húmedos los ojos, juntas las palmas,/ en una se fundían nuestras dos almas:
canciones silenciosas que el alma hieren;/ canciones que en mí nacen y que en mí mueren;
¡hechizadas canciones, con cuyo encanto / a mis áridos ojos se agolpa el llanto!
(…)
Y aun a veces aplacan mis amargura / otras más misteriosas, otras más puras:
canciones sin palabra, sin pensamiento, / vagas emanaciones del sentimiento;
(…)
¡canciones que, por santas, no tienen nombre / en la lengua grosera que hablan los hombres!
esas son las que endulzan mi amargo duelo; / esas son las que el alma llaman al cielo;
esas de mi esperanza fijan el polo, / ¡y esas son las que guardo para mí solo!

Reiniciado el viaje pronto me vi frente al Arco de Triunfo. Bordeándolo del lado del Hotel Maguana, estuve buscando en vano un banco en la acera derecha donde hice mi primer amigo en San Juan por el año 1953, recién llegada mi familia a vivir a este pueblo, al ser nombramiento mi papá director de la Colecturía de Rentas Internas.

En él estaba sentado pensativo cuando se me acercó Fabio Valenzuela Herrera, extrovertido, de contagiosa simpatía, e iniciamos una amistad que aún perdura sin mellas y que se extendió a su hermano Nelson y al resto de su familia.

Seguí en el auto por la avenida Independencia, doblé por la calle Colón, donde vives, y al fin llegué a tu casa. ¡Ah, mi querida maestra, qué alegría al verte! Caminaste hacia mí ayudándote con un bastoncito de metal, menudita, sonriente, con tu carita devastada por el tiempo, los sufrimientos, los desengaños, y nos abrazamos un rato largo, compactados de emoción.

La hora, en la vecindad del mediodía, no era muy propicia para la conversación tranquila: mi cansancio del viaje, gente pasando, visitas inesperada.

Al cabo de unas horas, ya aceptada tu invitación a cenar, fui a un hotel: baño, reposo sin siesta (¡qué sacrificio, Inés!); luego, recorrido por el centro de la ciudad: Parque Sánchez, la Catedral San Juan Bautista, (¡bellamente remodelada!), las dos casas de madera (¡aún sobreviven¡) donde estaba la escuela normal María Martínez de Trujillo, a media cuadra de la Catedral, en la que cursamos el bachillerato; y tantas calles susurrando recuerdos.

Chorreando sudor, entré en la terraza La Esquina, en la avenida Anacaona; me agradó el lugar, pero aún más la refrescante cerveza que bebí lentamente, absorbiendo al mismo tiempo todo lo que mis ojos veían.

Esa parada me repuso un poco, y continué el recorrido.

¡Ay, Inés, cómo me cayó de mal el ver al Cine Antonieta convertido en un centro comercial! El bar Tupinamba, sin embargo, aún se conserva, atractivamente remodelado, frente a la misma esquina del parque Sánchez. ¡Qué espaciosa, bien hecha y cuidada, la plaza de la Catedral, que se tragó la calle que pasaba frente a ésta!

Caramba, donde estuvo a punto de desbordarse la represa sentimental del corazón fue cuando me detuve a contemplar las viejas casas de la mencionada escuela normal. Muchas cosas se agolparon en mi mente:

El periódico “Estudiantina”, donde escribíamos, dirigido siempre por los estudiantes del cuarto curso del bachillerato; los concursos literarios; las declamaciones, las representaciones teatrales, los discursos conmemorativos, las rebeldías (¡también!); la pléyade de profesores, capacitados y respetados por toda la sociedad (tú, Rafael Herrera (Yaque), Nelsa Batista, Ofir Lagrange, Josefina Lara, Loweski d’Oleo, Violeta Martínez, Gloria Suero, Ney Sánchez); las inquietudes intelectuales de los estudiantes, leyendo libros, yendo al Palacio de Justicia a escuchar las deslumbrantes piezas oratorias de José Oscar Viñas Bonnelly, Vetilio Valenzuela, Tomás Suzaña (tu hermano), entre otros grandes juristas sanjuaneros.

En un recital en el Hotel Maguana, con varios participantes, me desgañité declamando (más bien estropeando, ¡ay, Inés!) la “Canción de Amor” de Apolinar Perdomo, esa que comienza con el verso “Tu ventana está abierta … ¿Estás dormida?”) y en un momento de exaltación se me ocurrió arrodillarme.

¡Qué locura, Inés, eso ni lo sugiere el poema, pero yo le añadí ese gesto de rendida veneración ante la ventana abierta. ¡Vaya ridiculez! Inútil genuflexión, además, pues la amada, tendida en su cama, no podía ver ese gesto.

Acaso no sabes que hubo un incidente en la escuela normal, en tiempo navideño, a raíz del cual estuve muchos días evitando verte para que no me granizaras con tus reproches. El espacio físico de la escuela eran dos casas de madera, una frente a la otra.

El director, B.M.P., “jeringuilla” por tan flaco, acostumbraba pasearse cada mañana a lo largo de la acera donde estaba su oficina, y a unos cuantos estudiantes, yo entre ellos, que tomábamos clases en la casa de la acera opuesta, se nos ocurrió la travesura de poner bolitas explosivas en su camino.

¡Ay, Inés, qué reperpero se armó! Sospecharon de nosotros (¿por qué, verdad?) y nos amenazaron con quitarnos la liberación del curso.

Al principio la solidaridad se impuso, pero con el correr de los días, la vacilación empezó a cundir en algunos que no participaron en el complot. El director proponía el cambalache del perdón por la delación del cabecilla.

¡En qué tranque estábamos, santo cielo! El tsunami de la noticia inundó la ciudad. Sopesada la gravedad de la situación, le dije a los complotados (Fabio Valenzuela, Manuel Lapaix, Clodomiro Suero, Julito López, Tomás Caamaño, entre los que recuerdo) que yo mismo (¿el cabecilla? … no estoy muy seguro) iría a delatarme de la travesura. Así, pues, armado de valor, pero con el rabo entre las piernas, fui donde el director y me declaré el único responsable de lo sucedido.

En verdad creía que me iba a castigar y, ¡oh sorpresa!, el director tuvo, perdonándome a mi y a los demás, un gesto de nobleza que no esperaba de él, pues no me caía bien, ni a los demás, por su cara de viernes santo, su poca sociabilidad y sus aires de déspota.

He aquí un ejemplo de cómo engañan las apariencias, querida maestra.
Dinápoles Soto Bello es profesional
de la física y la matemática

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Original Message -----
From: Sinecio Ramirez
To: Jose Enrique Ike Mendez
Sent: Sunday, September 06, 2009 7:58 PM
Subject: RE: [Identidad sanjuanera] A la maestra, con cariño (1)


Hola Ike:
Por favor dile Dinapoles Soto Bello que escriba mas a menudo estos temas del recuerdo.

Muchos recordamos que Dinapoles y Abraham Musalem son dos de los mas grandes Genios de la Fisica y la Matematica,
que han pasado por nuestras escuelas.

Felicito a Dinapoles por su Vocación a la Enseñanza.


Ing. Sinecio A. Ramírez S.

Anónimo dijo...

-----Mensaje original-----
De: Albertus Medina [mailto:magistrerpb@hotmail.com]
Enviado el: Mar 08/09/2009 07:08 a.m.
Para: jemendez
CC:
Asunto: RE: [Identidad sanjuanera] A la maestra, con cariño (1)


ESTA MUY BIEN. SON COSAS QUE NOS HACEN REVIVIR, QUE NOS TRANSPORTAN EN EL TIEMPO. NUESTRA QUERIDA PROFESORA INES SUZAÑA, ES UN BASTION DEL HONOR, DE LA RESPONSABILIDAD, DE LA PROCUPACION POR LOS DEMAS Y DE LA ENTREGA GENEROSA. UNA MUJER QUE HA SIDO SOSTEN MORAL PARA SU FAMILIA. SIEMPRE LA RECUERDO, CUIDANDO CON ESMERO Y UNCION A SUS HERMANAS DOÑA MANUELA DE VALENZULA Y DOÑA HERMINDA DE RUIZ. ME UNEN SENTIMIENTOS ESPECIALES A LA PROFESORA INES SUZAÑA, ES LA MADRINA DE BAUTISMO DE MI MADRE.

MUCHAS GRACIAS.