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jueves, 10 de septiembre de 2009
Nostalgias del San Juan del Ayer
Excursión
Parte 3
Juan Tobías León Ortega
Las nostalgias son cosas latentes de lo vivido. Pensamientos fugaces que a menudo nos mortifican, pero que a la misma vez nos fortifican y nos conducen a sueños hechos realidad, que en otras palabras serían, la reconstrucción de lo real ya vivido. Por lo tanto, recordar el ayer, nos conecta al futuro.
No acababa el pueblo dominicano de haber salido de una dictadura unipersonal sin dinastía, encabezada por el Generalísimo-Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, que a diferencia de la dinastía de los Somoza en Nicaragua, solía confundirse con sus esbirros familiares. Ni el hijo mayor, Ranfis, ni el menor Rhadamés, ni sus hijas Flor de Oro y Angelita, ni mucho menos sus hermanos Petan y Negro, pudieron reconstruir la dinastía trujillista después de muerto su jefe.
Entraba así el país después de la muerte de El Jefe, en un torbellino social que abarcó desde la caída de Joaquín Balaguer del año 1961, el auto-golpe de éste con el apoyo del general Pedro Ramón Rodríguez Echavarría (engañados como corderitos por la naciente oligarquía los héroes nacionales Coroneles Rafael Tomás Fernández Domínguez y Francisco Alberto Caamaño Deñó en este auto golpe) , el Consejo de Estado (pequeño embrión de la naciente oligarquía dominicana), la elección del Profesor Juan Bosch y Gaviño como primer ensayo democrático con su constitución del 1963 (El mejor gobierno que hayan tenido los dominicanos hasta ahora, pues ni mató ni robó, con la constitución más avanzada hasta el momento), el golpe de estado a éste (mutilación anti-histórica por la cual , todavía hoy día estamos padeciendo los estragos) , el Triunvirato (Pichón del engendro oligárquico, en el cual participó lamentablemente un hijo de los sanjuaneros: Emilio de los Santos. Afortuna -mente, aplicó la teoría de “la historia me absorberá”, y renunció a su cargo justo a tiempo) hasta culminar con la insurrección de Abril de 1965 (guerra patria por la Quinta República).
San Juan seguía incrustado en la manigua (pero no la manigua de los anti-sociales sino una manigua redentora) del Perico Marinero: paz familiar, vida bohémica, cherchas, las muchachas del Parque Sánchez son tan bonitas , la banda de música en la glorieta del Parque Sánchez, las bellas y los mozos del colegio Católico Padre Guido Guildea, los bacanos y las bacanas del Liceo Pedro Henríquez Ureña, los gallitos en las esquinas esperando a que pasara su jeba predilecta para tirarle un piropo al estilo de Panchito el zapatero- remendón- borrachín callejero: “muchacha, quisiera que tú fuera la horma de mi zapato”, o algún personaje pintoresco que como Millo Ojos de Peseta, Propín, Miguelito, se robara el show con sus ocurrencias y dejara al Doctor Antonio Zaglur y “Mis Quinientos Locos” sin orientación psicológica.
Pese al golpe de estado contra el Profesor Juan Bosch y pese a la tristeza que embargó la muerte del líder político más grande de esa época en las Manaclas- Cordillera Central en Diciembre del 1963: el Doctor Manuel Aurelio Tavares Justo (alias Manolo). Ahí estaban los Barrigas Verdes, que con honor se habían ganado su apodo (por haber sido su orden tan generosa con el lánguido escuincle-cara pálida de Barriga Verde) en las narraciones de Cosas Añejas de César Nicolás Penson.
Los billares apestados en los barrios de bohemios en las noches, jugando, especialmente en las calles Sánchez con Wenceslao Ramírez, en donde se saboreaba un exquisito “Mabí de bejuco de indio” y las fritangas repletas de bofes secos, hígados y carnes secas fritas con sus batatas fritas, fritos verdes , empanadas y demás mojigangas . Los muy chulos guayaberudos, es decir, aquellos parranderos bebedores de Ron Palo Viejo (con olor a Horma de zapatero remendón), se iban a los famosos burdeles llamados Los Perros a bailar al ritmo del conjunto cubano de los Guaracheros de Oriente y el dúo cubano de los Compadres, de aquel Guaguancó “a la loma de Belén, de Belén nos vamos, aeee, eaaaa”. Canción que una vez los combatientes constitucionalista del 1965 revirtieron en las calles” vamos, guerrilleros vamos, pa’ donde Caamaño, al son de la loma, vamos guerrilleros vamos, a derrotar a Wessin, vamos guerrilleros vamos, aeee,eaaaa………”. De vez en cuando hacía gala en los salones de Los Perros el famoso estelar segunda base del equipo de base- ball amateur de San Juan, el gran peloterazo Narciso Ramírez alias Brochén (hermano mayor de Arturo Ramírez alias Sanguillí- La Babosa) al ritmo del dúo cubano de los Compadres, con la canción aquella de “ese paso de la jaiba que me gusta a mí”. Su estilo de Chévere bailarín- guayaberudo nos hacía recordar el estilo cubano de los años 50s del barrio habanero del Luyanó: “ Oye chico, no te vayas de Luyanó, pues la cosa se pone buena, chico. !Cosa ma’ grande chico!” Narciso era todo un ser versátil: un gran pelotero, bailarín y zapatero-remendón.
Excursión
Al final del año 1963 y de todo el año de 1964, los acontecimientos socio-políticos caminaban a la velocidad de un rayo en el país quisqueyano, del cual San Juan de la Maguana no era la excepción. Ya don Emilio de los Santos, sanjuanero barriga verde, había renunciado a su cargo de triunviro, por el asco que le provocó los fusilamientos de los guerrilleros del 14 de Junio en la Manaclas, incluyendo a su máximo líder, el Doctor Manolo Tavares Justo. Ese gobierno de facto entró en la etapa de caída libre, pues su misma dinámica golpista-corrupta-asesina, lo empezó a aislar más y más del pueblo. Por doquiera sólo se oían las voces de los hombres del pueblo: Juan Bo’, presidente, Juan Bó, presidente,……….” La República Dominicana había entrado en una etapa conspirativa que iba desde la agitación en las calles, sabotajes en los cuarteles militares –policiales y la conspiración de éstos (los militares) en los cuarteles contra el gobierno de facto.
El escultismo explorador (movimiento de los Boy Scouts) de finales de los años 50s y principio de los 60s ya estaba tirando sus últimos coletazos para aquellos jóvenes que habían nacido en la mitad de los años 40s. Mi generación de los 50s todavía se encontraba en pleno apogeo hasta los años de 1963 y 1964 respecto al escultismo. Sin embargo, cuando una cosa afecta a otra cosa, se van concatenando los acontecimientos: a finales del 1964, gran parte de mi generación no quiso seguir en el movimiento de boy scouts, incluyéndome a mí mismo.
Las última reuniones de estudio del manual de boy scout, las llegamos hacer principalmente en la casa de mi amigo Ike Méndez (Calle Sánchez esquina General Cabral). Fui reclutado, si mal no recuerdo, en la patrulla de la Gaviota, junto con otros. Nuestro jefe de patrulla era el Doctor Emmy (hermano de Goguiga, hijos de la directora de la escuela Francisco del Rosario Sánchez, doña Soraya). El difunto Doctor Luis Méndez (hermano de nuestro amigo José Enrique Méndez, alias Ike), era parte de nuestra patrulla. Varios muchachos de ese barrio la componían, entre algunos que me recuerdo: Camucho, Pupito, Manuel Beltré (alias ñiño, mi amigo, ya fallecido), Manuelcito Paniagua (quien más luego substituiría a Emmy como jefe de patrulla, hermano de Pina Paniagua, la mujer que me gustaba), Roger y otros que no me vienen a mi mente. Los demás componentes de la patrulla de Las Gaviotas vivían en otros barrios: Me recuerdo de Firo Paniagua, Clevel Mesa, Jorge Madera y del fornido Enriquito Mateo (muchacho honesto, disciplinado, que nos sirvió también como un gran guía entre las montañas debido a su formación campesina).
Mi primera excursión con la patrulla de las Gaviotas y con el nuevo jefe de patrulla, Manuelcito Paniagua, se vino a dar al principio del año 1964, en pleno gobierno oligárquico -usurpador del Triunvirato. Nuestro destino: El Salto de Jínoba ,pequeña cascada cercana a ramificaciones de la Cordillera Central de la parte sur de la isla y la exploración al macizo de cerros y montañas que colindan con la Loma del Agua, asiento periférico del río Mijo. Recordando de nuevo, de que apenas era yo un aspirante a Boy Scout. Todavía estaba usando el uniforme de Lobato.
Fue una gran aventura la exploración del macizo ramificado de la Cordillera Central. Los más fiebruses exploradores, ya querían seguir hasta el asiento de la loma de La Viuda de aproximadamente 2800 metros de altura sobre el nivel del mar. No los culpaba, ya que aquello parecía como un cuento de Hadas: bosques de pinos criollos, brizar eterno (por eso aquel comentario de los vientos alisios) con el cantor de pájaros silvestres que formaban un arco de sintonía quisqueyana: pura campiña tropical de selva. Algunos campesinos de la zona mientras explorábamos, nos comentaban:- “los mas fuertecitos podrían subir a La Viuda, pero no esos niños tan tiernitos y los más zalencos “. Se referían los campesinos tanto a mí (que apenas era un gallito Quiquiriquí) como a otros gallitos, y cuando decían a los zalencos, se referían a los más flacos o desgastados por el viento, el agua, el sol y la polilla (o quizá por falta de proteínas históricas, como decía Hamlet Herman en su libro “Caracoles, La Guerrilla de Caamaño). Ya me doy cuenta de los zancasos que un soldado-guerrillero debe dar cuando es acosado por un ejército: subir y bajar montañas que no es nada fácil con el peso de la mochila, el fusil y las balas. Algo estoico.
Cuando llegaba la noche, la reunión alrededor de la fogata, la oración antes de acostarnos, la labor de centinela al campamento, la recia disciplina del escultismo de los Boy Scouts y la indisciplina de algunos pelados, completaban el itinerario del manual. Al caer la noche, el zumbido de mosquitos, cantos de Grillos, Chicharras, llamados de ranas, y algún búho extraviado, hacía de la noche todo un baile unísono de sonidos de campiña encantada.
Al amanecer, los eternos cantos de los habitantes de las montañas ya mencionados, el toque del amanecer, los ejercicios al aire libre, el chocolatito caliente con pan conservado, nos llenaba de emoción. Pero en las montañas no todo era belleza. También estaban aquellos hijos del pueblo, campesinos nuestros, curtidos por el sol, el agua, el viento y la polilla, que no habían probado ni siquiera el primer bocadillo del día, no porque era muy temprano o porque era tarde, sino porque estaban sufriendo el flagelo más horrible del drama humano: la miseria. Me chocó aquel contraste de la belleza natural de la campiña, con el contraste de un humilde niño campesino pidiéndonos pan y chocolate. Se hacía llamar así mismo, “El Ermitaño de las Montañas”. En su rostro se podía ver sintetizado, “Los Cien Años de Soledad” del Macondo de la novela de Gabriel García Márquez: rostro cadavérico, panza des-proporcional a su cuerpecito, falta de las proteínas históricas y des-equilibrio corporal (según nos contó, era un niño adolescente de catorce años y su cuerpecito parecía como el de un niño de seis años). –Tráiganme más pan cuando vuelvan por aquí nos dijo El Ermitaño de las Montañas.
Continúa en la próxima entrega
Etiquetas:
Identidad sanjuanera
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