Juan Tobías León Ortega
Francis 65, Román 73, porque usted entró sigilosamente y no me avisó que venía a combatir la ignominia, el terror de un sicópata incrustado como emperador sin ropa en una media isla que navegaba sin veleros.
Y yo con mis compañeros, en el profundo valle del Maguana, bajo el canto de sirenas de pájaros melodiosos, con la lluvia copiosa y la espesura de la manigua maguanera, miraba el horizonte en la noche de su desembarco, sin poder descifrar el melancólico sonar del Fututo, que se esparcía desde la Loma del Agua, el salto de Jínova y se resbalaba hacia El Agüita del Liborio inmortal, en espera de su presencia redentora.
Jóvenes y hombres del pueblo esperábamos con ansia el inicio de la manigua redentora, tradición de sus luchas en el Golfo de la Flecha, El Agüita, Luperón, Constanza, Maimón, Estero Hondo y las Manaclas.
Desde aquel día de los Mogotes, cuando anunciaron su muerte, mi alma no ha podido reconciliar la nostalgia perdida desde la oscura noche de Diciembre -1963, caída de Manolo. Como Manolo no llegó, vino usted y no se presentó, aún lo espero coronel.
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