Conservo un grato recuerdo del General Carlos Cubilete. Fue mi cordial amigo y un político de la vieja escuela. Había sido hombre de confianza de Lilís y años más tarde se incorporó al movimiento Legalista que acaudillaron los generales José del C. Ramírez y Luis F. Vidal. Don Carlos, como todos le decíamos, tenía sus principios políticos y siempre obraba de acuerdo con ellos. Exigía disciplina, orden y sometimiento estricto a las órdenes superiores. De él son las dos anécdotas que voy a contar.
Por ausencia del Gobernador titular de la Provincia don Carlos fue designado para ocupar interinamente ese cargo. También el Secretario se había ausentado por motivos justificados.
No obstante que la Gobernación tenía otros servidores, él se empeñó en que fuese yo quien le sirviera la Secretaría, deseo al cual correspondí con el mejor gusto. El gobernador titular y su secretario estaban en misión política por la frontera.
En la Ciudad había un elemento, cuya filiación política no estaba muy definida, pero que parecía ser contrario a la corriente popular. Este elemento, además, era embustero, propagandista y chismoso. A la primera propaganda que hizo circular fue llamado a la Gobernación.
Don Carlos era un hombre alto, grueso y de gesto duro cuando hacía falta aparecer enérgico.
Lo hizo comparecer a su presencia y con brusco ademán le dijo:
—Ud. estuvo esta mañana en los hogares de fulano, sutano y mengano (aquí los nombres de las personas) e informó una serie de mentiras sobre la situación política de la Provincia y del país. Ud. siempre ha sido un chismoso, embustero y propagandista de mala ley, empeñado en intranquilizar a las familias por puro placer de hacerla de payaso.
Pues bien. Inmediatamente vaya a las casas nombradas y diga: “Yo soy un embustero.
Las noticias que les di hace un rato fueron invención mía”. Y ¡ay de Ud. si no cumple la orden!
El sujeto salió asustado y nervioso a cumplimentar la orden recibida. Sabía que el Gobernador tenía la muñeca maciza. Yo le di a don Carlos una mirada de reconvención. Él sonrió, hizo un movimiento con la cabeza y respondió a mi silenciosa protesta:
—Muchacho, yo soy político viejo y conozco esta gente. Ya verás cómo me respetan.
Así fue. El sujeto se trasladó casa por casa a desmentir sus imaginarias noticias, repitiendo al pie de la letra las frases que le dictó don Carlos. El caso fue objeto de muchos comentarios humorísticos. También cesaron las propagandas.
En el 1914, al comienzo del movimiento revolucionario contra Bordas, las fuerzas del Sur tomaron la iniciativa moviéndose sobre la Capital al mando del General Ramírez, a quien más tarde se le unió el General Vidal. Por ausencia de los jefes principales se constituyó en Azua una Junta Gubernativa para dirigir los asuntos del Sur, presidida por el Gral. Luis Pelletier y de la cual formaba parte el Gral. Cubilete. Actuaba como Secretario el Sr. Teodoro Noboa, poeta notable y miembro distinguido de la sociedad azuana.
Por medida de seguridad y por ser desafecto a la causa revolucionaria estaba preso el Gral. Virgilio Féliz. Firmado el armisticio, después de algunos meses de sangrientas luchas, el Gral. Vidal ordenó a la Junta poner en libertad al Gral. Féliz.
El telegrama lo recibió el Secretario y ya sea por amistad personal o por exceso de celo, Noboa mandó la libertad del preso sin esperar la decisión de la Junta. El Gral. Cubilete se enteró del asunto y sin perder tiempo hizo comparecer al Secretario Noboa a su presencia, cuestionándolo así:
—Sr. Noboa, ¿cuáles son sus funciones en la Junta?
—De Secretario, General.
—Si sus funciones son de Secretario, ¿por qué ordenó la libertad del Gral. Féliz?
—Me adelanté en beneficio del preso, interpretando las órdenes que daría la Junta.
—Sr. Noboa, sus funciones no son interpretativas. Un Secretario es un tintero, no lo olvide, y un tintero es material inerte. Vuelva al Gral. Féliz a la cárcel, convoque la Junta a sesión y absténgase en lo sucesivo de meter sus narices donde no lo llaman, sobre todo si ahí me encuentro yo.
Huelga decir que las perentorias órdenes del Gral. Cubilete se cumplieron.
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