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sábado, 28 de mayo de 2011

La importancia de la educación



August 13 2001


David Álvarez Martín
sanjuanero, Es profesor de filosofía en la PUCMM

La educación es el eje fundamental de toda sociedad moderna. Para que exista un Estado nación es necesario que el grupo humano que lo compone sea capaz de generar riqueza y ordenarse social y políticamente. Ambas cuestiones son imposibles sin educación. La riqueza actual descansa en el conocimiento y su capacidad de producir. El ordenamiento social y político tiende a ser un acto racional, por tanto necesita mayores niveles de educación y menos de fuerza, carisma o tradición.

Las sociedades más avanzadas han colocado como prioridad la educación. Pero no desde ahora, sino que llevan décadas invirtiendo cuantiosos recursos en sus sistemas educativos, por eso son potencias económicas o democracias robustas. Esta inversión se ha efectuado en la infraestructura escolar, la capacitación docente, la investigación educativa, la profundización y actualización de los contenidos y por supuesto la remuneración competitiva de los maestros.

La responsabilidad de desarrollar una educación universal y de calidad es de la sociedad en su conjunto. El Estado, si está dirigido por hombres y mujeres con criterio, ha de convertirse en uno de los ejes motores del proceso educativo, no en su dueño o fiscalizador autoritario (herencia trujillista). Las escuelas privadas, los colegios católicos y de otras confesiones religiosas, la inversión de empresas en la mejora de la educación y las instituciones sin fines de lucros, son agentes tan importantes como el Estado en el desarrollo de la educación inicial, básica, media, técnica y universitaria.

En nuestro país existen ideas tontas, inventadas por tontos y tontas y divulgadas por otros más tontos aún. Una de ellas, como ejemplo, es que la educación es un derecho. Nada más alejado de la realidad. Un derecho es un rasgo esencial del individuo y que sólo se le restringe cuando atenta contra otros individuos o la sociedad en su conjunto. Por ejemplo la libertad o la integridad física.

La educación es un proceso que en su etapa inicial hemos considerado socialmente deseable que sea un deber para cultivar la autonomía del individuo cuando alcance la etapa adulta y que en su etapa superior es opcional pero fuertemente motivada por la demanda laboral y el prestigio social. La sociedad tiene el deber de hacer todo lo posible para que todos los individuos puedan cumplir con el deber de estudiar hasta el nivel básico y medio. El Estado, si responde a esa necesidad social, debe invertir todos los recursos necesarios para lograr esa meta.

Otra tontería muy generalizada es imaginar que se pude impartir matemáticas o lengua española de calidad con un salario de 2,500 pesos por tanda. El que suponga eso es un tarado. Un docente de nivel básico debe ganar aproximadamente el doble del costo de la canasta familiar e impartir exclusivamente una tanda. Eso implicaría en la actualidad un salario mensual no inferior a los 20,000 pesos. Por supuesto los requerimientos en titulación deben aproximarse, en dicho nivel, a la maestría o postgrado.

El panorama actual de la educación dominicana ha de llevarnos a considerar ideas nuevas. Una es la de articular una superintendencia de Educación Pública regida por un consejo de personalidades ligadas a la educación de alta calidad y que designe al gerente de esa instancia por periodos de 5 años y bajo estrategias definidas a 15 años. A la vez por ley esa superintendencia debería recibir neto el 20% del presupuesto de la nación.

Otra cuestión a pensar es la importación de docentes cualificados, no sólo en idiomas, sino en matemáticas, lengua española y ciencias. Los recursos humanos con que contamos actualmente y su capacidad de formarse y reproducirse con criterios de calidad, no nos permite avanzar significativamente.

Para los payasos que nos gobiernan, y los que nos han gobernado, la educación es cháchara electoral y un peligro potencial. En los discursos de campaña y hasta en la verborrea cotidiana, los políticos ensalzan la necesaria educación del pueblo dominicano y glorifican su vacuo compromiso con la mejora del sistema público de educación. Incluso algunos –la incapacidad es prepotente- amenazan al sector privado de la educación –el único que sirve en este país- de controlarlo en sus costos. Pero en el fondo ellos saben, y muy claro lo tienen, que su liderazgo depende de la ignorancia y miseria de nuestro pueblo, por tanto son enemigos esenciales de cualquier propósito serio de mejorar la educación de nuestro país.

La responsabilidad de impulsar la educación dominicana queda en las manos de lo mejor de la sociedad civil organizada.

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