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sábado, 17 de septiembre de 2011
Discurso pronunciado por Ismael Díaz Melo el 16 de septiembre del 2011, en la inauguración del Centro Cultural Perelló, Escondido, Baní, R. D.
UN PUEBLO, UNA FAMILIA, UNA INSTITUCIÓN.
Saludos. Excelentísimo señor presidente Dr. Leonel Fernández Reyna; su eminencia monseñor Freddy Bretón, obispo de la Diócesis de Baní; honorable señor alcalde de Baní, Nelson Camilo Landestoy; honorable señora gobernadora provincial Doña Nelly Melo de Guerrero, distinguido y apreciados miembros de la familia Perelló, distinguidos y apreciados invitados, es muy placentero saludarlos.
Aprovecho el motivo que nos convoca para conversar con ustedes acerca de un pueblo, de una familia y de una institución.
EL PUEBLO
Empezaré hablando del pueblo, sospecho que ya ustedes adivinan cual es. Para ello quiero citar a uno de los poetas mayores de nuestra literatura, Héctor Inchaustegui Cabral, tan banilejo como el cucurucho de Peravia, cuando escribe: “Nadie nace impunemente en un lugar cualquiera… ese lugar lo marcará para siempre”. Baní es un pedacito de patria, de apenas setecientos noventa y dos kilómetros cuadrados, ubicado entre el Ocoa y el Nizao, entre el Caribe y la Cordillera, entre el desafío y la esperanza. Tiene llanuras costeras y cantos de chuines, montañas y sarandunga. Tiene pasión y dunas. Sal y café. Mangos, guayacanes y guanos acampan en sus recuerdos. Dulces y arepas nos hablan de mágicos fogones. Su biodiversidad es impresionantemente rica para un territorio tan breve. Sus zonas de vida van desde el árido desierto hasta el bosque nublado. Posee cinco áreas protegidas y ciento ochenta y nueve mil trescientos sesenta y dos almas por proteger. Su historia es igualmente rica. Sus aportes a la independencia nacional son inconmensurables. Sus literatos, sus músicos y sus periodistas forman parte de las antologías dominicanas. Baní es un pueblo de emprendedores. Aquí se construyeron las primeras regolas del país. Aquí sus comunidades han construido mancomunadamente su presente. Aquí empezó el procesamiento del café.
Los banilejos, fenicios caribeños, han colonizado el país. Fundaron Ocoa y Sabana Grande de Palenque. Redefinieron a Yaguate y a Las Matas de Farfán. Son una referencia ineludible en las historias de Barahona, San Pedro, San Francisco, Santiago, Moca, Santo Domingo y casi todo el país. Y también allende los mares, donde nuestra diáspora ha llegado, se han mostrado con orgullo los rasgos definitorios de la banilejidad, entre estos: el amor al trabajo, la honestidad, la solidaridad y su obsesión por la limpieza. Baní es la cuna del más grande internacionalista dominicano, un soldado con alma de poeta, el generalísimo Máximo Gómez, un orgullo que se reboza del pecho. Y goza de la protección de una patrona amorosa. “Virgen de Regla que linda eres, échanos madre tu bendición”.
LA FAMILIA
La familia, que ustedes también saben a cual hago referencia, tiene sus raíces en este pueblo de Baní. Para hablar de ella quiero citarles una frase de Don Rafael Herrera Cabral que nos ponga a tono con su perfil: “De la única vanidad de la que no he querido curarme es la de presumir que soy banilejo”. Los Perelló, pese a sus evidentes éxitos empresariales han conservado la sencillez de la gente pueblerina. Para hablar de sus raíces, lo cual explicará sus motivaciones para donar a su pueblo esta necesaria obra que hoy inauguramos, y conociendo su humildad quiero pedir indulgencias a todos los Perelló aquí presentes para reseñar rasgos de su genealogía.
Esta familia tiene sus raíces en Toulouse, Francia, de allí pasan a poseer el vizcondado de Perelló, en el principado de Cataluña, donde adoptan el apellido. Una rama de la familia se asienta en las islas baleares, donde permanecieron por siglos. A partir de 1715, tras la conquista castellana de las baleares, los catalanes son sometidos a vejámenes y represalias que provocan la emigración de algunos de sus ciudadanos hacia América.
En ese contexto llegá a Santo Domingo el médico Juan Crisóstomo Perelló Ramón, natural de Ibiza, Baleares. Casa con María Hernández Báez Arambule, de ascendencia banileja, por cuyos vínculos llega al valle de Baní. Este primer Perelló muere en 1781. Esta familia tiene más de dos siglos de presencia en el valle de Baní. Entre los hijos de este matrimonio esta Gregorio Perelló Hernández, casado con Antera Josefa Andújar de Soto, miembro de la élite banileja. Era hija del notable Don Juan Pablo Andújar, ligada a la rica familia De Soto, De esta unión nacen Lorenzo Justiniano, que emigra a Santiago de los Caballeros, y Manuel de Jesús Perelló Andújar, el General, héroe de la independencia y de la restauración. Fue Comandante de Armas de Baní y uno de los principales auspiciadores del desarrollo banilejo en el siglo XIX. Estuvo involucrado en la construcción de la iglesia y el cementerio. Su esposa fue María de Regla Echavarría, de los cultos y heroicos Echavarría Vilaseca. De este matrimonio desciende Don Manuel María Perelló Echavarría, alcalde constitucional y síndico de Baní, quien procrea con Pilar Báez Guerrero, nieta del héroe independentista general Juan Pablo Guerrero, a Don Manuel de Jesús Perelló Báez, el eterno Don Mazú de los banilejos.
A todas esas prestigiosas estirpes de los Perelló se unen las de Doña Diana Abreu Miniño, esposa de Don Mazú, entre estos la de los Miniño, de médicos y músicos prominentes, y la de los Billini, una de las familias que más ha querido a Baní.
Con ese pedigree es fácil entender cuáles eran los vínculos entrañables que unieron a Don Manuel de Jesús Perelló Báez con el pueblito de sus nostalgias. Un sitio del que emocionalmente nunca salió. La valoración que tenemos los banilejos de la familia Perelló se resume en tres sentimientos: admiración, respeto y gratitud.
LA INSTITUCION
Conociendo algo de Baní y un poquito de los Perelló, es el momento de hablar de la institución. (Ya sé que también lo adivinaron). Es el Centro Cultural Perelló. Un lugar concebido para fomentar lo mejor del ser humano en los campos de las artes, la educación y la ecología.
Ha sido pensado para implementar el novedoso concepto de cultura para el desarrollo y pretende convertirse en el lugar que preserve, exponga y fortalezca todos esos valores de Baní. Un sitio que nos permita mostrarnos al mundo y que el mundo se muestre ante nosotros. Tendremos, en primera instancia una dimensión provincial, pero aspiramos a tener un alcance regional. Haremos los mejores esfuerzos para hacer de esta una institución sólida, plural y perenne.
Quiero hacerles una confesión: cada vez que penetro a la mediateca de este centro cultural, donde albergaremos todo el acervo bibliográfico y documental de Baní, pienso en ese banilejo extraordinario que fue Don Manuel de Jesús Perelló Báez. Lo siento risueño, alegre, satisfecho, compartiendo con los dioses tutelares de la cultura banileja. Lo imagino como aquel jovencito que se inició en las lides del comercio con una pequeña bodeguita, La Perla, en los años veinte del siglo pasado, frente al parque, mirando los laureles que sembró Goyito Billini; o lo imagino leyendo toda la literatura que cayera en sus manos, incluyendo hasta diccionarios. Lo imagino anhelando una biblioteca para su pueblo. Hoy, el espíritu de Don Mazucito, debe sentirse regocijado. Sus hijos, sus nietos y sus biznietos han convertido en realidad sus sueños. No solo han construido la biblioteca que él soñó, le han dado al país un espacio para la cultura que es lo mismo que decir un templo para la esperanza.
Para ilustrar que tan importante puede ser este lugar, quiero valerme del poeta Federico García Lorca, universal y andaluz, quien en un discurso que pronunció a propósito de la inauguración de una biblioteca, hace referencia a las penurias que sufrió Fedor Dostoyevsky, prisionero en la Siberia “alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; pedía socorro en carta a su lejana familia, solo decía: ’! Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera’
Tenía frio y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frio, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida”.
Muchas gracias por su amable atención.
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