José Enrique Méndez
Viento y agua desgarrando los cristales
emplazando y desplazando
afinando la desigualdad del alma brusca y dura
Viento vivificando el espesor de la noche marchita
estremecida
Viento soplando bajo las piedras,
despertando polvo de polvo de los polvos
de los nichos
Inquietas se agigantan indignadas las hazañas
De nuevo el soplo del viento deshace las formas
la porosidad del horizonte
y a velocidad de la sangre
desde la sombra fria
el vocerío victorioso arrebatado
renace robusto
con nuevos nervios
tibias
rótulas
y
puños sublevados
clamando la vida que florece
y perdura,
Bravo,
canto a la permanencia de la vida debería nombrarse el poema. Pero
Viento y Agua le viene bien, sobre todo, que después de estar
atemorizado el lector por cernirse sobre él esos dos elementos que la
inquietud traen, se impone el canto al penetrar ese mismo viento "la
porosidad del horizonte", cambiando dialéctica mente "las formas", y es
que la misma tempestad engendra la armonía, la tranquilidad anunciada
que precede la violencia. La vida entonces surge "de ese polvo de los
nichos" y se alza triunfante, porque polvo somos y en polvo habremos de
re-convertirnos en la rueda eterna del tiempo... Felicidades por este
canto triunfal a la vida, desde la amenaza de esos dioses tempestuosos
como son Viento y Agua.
Fraterno, Sobieski
Fraterno, Sobieski
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