Roberto Rosado
Fernández Profesor UASD, San Juan de la Maguana.
Era la única hija
del matrimonio de Don OBDULIO Y ANA
JOSEFA. Creció en un ambiente reservado, al cuidado estricto de sus
padres. Eran los tiempos de la Tiranía en que los padres tenían control
absoluto de todo lo que hacían sus hijos. Hasta para salir a visitar vecinos,
que por lo general eran miembros de la
familia, se necesitaba de su autorización. Nadie osaba violar esa regla
salvo que quisiera someterse a castigos severos.
Aunque estas
normas de comportamiento existían con tanta rigidez, entre los vecinos había mucha solidaridad. Todo lo compartían,
la comida los días feriados, los besamanos ,la fiesta de palo, las procesiones,
los cumpleaños ,los velatorios, los
rezos a los difuntos, los nacimientos de niños, en fin todo cuanto
ocurría en la comunidad.
A nadie se le
ocurría hacer nada fuera de la regla porque recibía castigo de cualquier
persona adulta de la comunidad. TODOS LOS ADULTOS TENIAN EL DERECHO DE
CORREGIR, con apoyo de todas las familias. Era una costumbre respetada por
todos los miembros de la comunidad.
La Tía Nena
obedecía como la que más a esta regla, conociendo que su violación concitaba el
repudio del resto de la comunidad.
Cuando la tía
cumplió sus 20 años comenzó a visitarle un joven de la comunidad en procura de
que sus padres le permitieran casarse con ella. Esta petición debía ser
autorizada por Obdulio y Ana Josefa. Hasta tanto, Mínielo debió aguardar la
decisión sin acercarse a la tía en cumplimiento de la tradición. Esta se
produjo, cuando, a su vez, los padres de Mínielo se reunieron con Obdulio y Ana
Josefa a los fines de conseguir la unión de sus vástagos.
Fueron unos amores
a la par de la tradición .Solo se veían para hablar los sábados y los
domingos sobre la tarde hasta entrada la
noche y con la presencia de la madre , quien observaba cada movimiento. No se
podían acercar, no podía haber intimidad de ninguna especie hasta el momento
del matrimonio. Ana Josefa cumplía con esto al pie de la letra. Era su
compromiso de madre hacer cumplir la tradición y eso hacía para satisfacción de
ella y Don Obdulio.
Mínielo se preparo
para la unión. Construyo su casa a unos 800 metros de la de sus padres, con el
propósito de mantener la unidad
familiar. El día del besamanos parecía de día feriado. Toda la comunidad asistió a este acontecimiento.
La felicidad se notaba en todos los presentes antes y después de la ceremonia
de recibimiento de los hijos.
Atendiendo a la tradición la hija se
arrodillaba ante la madre para recibir la bendición y la aprobación de la
llegada del nuevo integrante de la familia. El padre se apartaba en consulta
con el vástago agregado para confirmar cosas que llamaban de “hombres”. Los
asistentes esperaban el anuncio para iniciar la celebración con tragos, bailes,
cuentos, tertulias etc... Don Obdulio, con palabras breves declaro la unión
como santa y para siempre como manda la tradición.
Mínielo siguió la
costumbre de su padre. Se dedico a la
agricultura, a la crianza de ganado, vacuno, caballar, burrar y porcino .Esta
actividad lo convirtió en poco tiempo en
hombre importante de la comunidad. La Tía, permanecía siempre a su lado
ayudando en las actividades reservadas a las mujeres y bien orientadas desde
niña por Ana Josefa. Eso lo tenía bien claro y por eso lo cumplía con
eficiencia llenando de felicidad aquel hogar creado respetando las tradiciones
heredadas.
Juntos crecieron y
se distinguieron por su trabajo. Los dos parecían uno solo para felicidad de
los padres de ambos.
Ampliaron su radio
de acción instalando una mesa de billar a unos 400 metros de la casa, allí se
jugaba sanamente bajo la dirección de Osvaldo un joven primo de la Tía Nena y
de mucho respeto en la comunidad, a este le agrego en poco tiempo otra
construcción en madera y cana en la que instalo bocinas y un picó
convirtiéndose este lugar en el centro de diversión de la comunidad.
Mínielo y la Tía,
además, instalaron un negocio de comestibles del que se surtía la mayoría de
los miembros de la comunidad, ahí se ganaban la comida diaria varias personas
que contrataron para atender a la demanda
del público.
A poco tiempo el
negocio de Mínielo, bien supervisado por la Tía, su esposa, era la referencia y
el lugar de esparcimiento de toda la comunidad y otras comunidades aledañas.
A Mínielo y la Tía le faltaba para completar
su felicidad procrear hijos. Esta parte para la Tía significaba el ciclo de
todo ser humano, nacer, crecer, desarrollarse, multiplicarse y morir. Pero esta
parte, de tanta importancia para los dos no era posible debido a que la Tía no
nació para concebir. Las consultas médicas así lo determinaron. Por más
esfuerzos que se hicieron no fue posible lograrlo. Para la época la medicina no
tenia solución. Mínielo lo entendió y no le importaba. Para el bastaba con
tenerla a ella, así se lo manifestaba cada vez que hablaban del tema, pero ella
comenzó a deprimirse, la tristeza era evidente cada día.
Se aferro a los
sobrinos. Visitaba varias veces al día la casa de sus hermanos solo con la
finalidad de protegerlos y acariciarlos. Los problemas ocurridos a cualquier
sobrino los asumía como de ella. Así paso largo tiempo, pero esto no era
suficiente para suplantar el vacio que le causaba el no poder tener lo propio.
A pesar de que
Mínielo hacia esfuerzo para que entendiera no lo lograba. Esto ocupo tanto su
pensamiento que ya no sabía lo que hacía y decía. No pudo soportar el peso que le causaba la
ausencia de sus posibles hijos y el dolor de no poder completar la felicidad de
darles hijos al hombre que amo hasta que tuvo conocimiento.
Su hermano Arturo
la asumió, la llevo a su casa hasta que sin saber lo que hacía y lo que decía
murió a un poco más de 70 años. Los
hermanos y todos sus sobrinos asistieron a darle el adiós con los ojos bañados en lágrimas. Hoy cada vez
que se junta la familia la Tía Nena está presente en toda conversación.
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