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domingo, 28 de octubre de 2012

JUAN SIN MIEDOS.-





Américo Valenzuela G.
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Aprendí mezclar la substancia, ir hasta el Cuarto Oscuro, retirar el Rollo desde el interior de la Cámara,  introducir la imagen del Rollo al Papel Fotográfico, introducir el Papel Fotográfico por el tiempo exacto en el  interior de la substancia de la Bandeja.

Aprendí  ir hasta la Lámpara Roja, extraer el Papel Fotográfico desde la substancia de la Bandera y ponerlo a colgar en el Área de Secado, asido por “un gancho” de madera, y lavar al final del proceso los utensilios del trabajo de Revelado.
También aprendí sobre la satisfacción, a sonreír y disfrutar después, el resultado de la revelación fotográfica, la imagen de luz y sus sorpresas.
Todavía en el año de 1985 cuando me gradué en la Facultad de Ingeniería de la Universidad  Rusa de la Amistad de los Pueblos, en el gran territorio de la Unión Soviética la fotografía, el cine, y la televisión, eran, en un porcentaje muy superior, blanco y negro.
Poseen una belleza sin igual las imágenes blanco y negro.
Y la gran prensa socialista se imprimía exclusivamente blanco y negro. Alguien puede conservar pocos ejemplares del Diario Pravda con páginas a colores, blanco, rojo, y negro. En ese tiempo, en aquel tiempo, puesto que ya vivimos un tercer tiempo o tiempo nuevo, nunca pude adquirir un libro o algún tipo de revista con detalles a color.
A veces aparecían portadas de revistas y detalles de periódicos en rojo y negro. Y nada más. Eran  blancos y negros la fotografía, el cine, y la televisión, a pesar del gran avance tecnológico de esa poderosa nación capaz de enviar por algo más de un año, a varios cosmonautas, a una estación espacial orbital.
O disparar cada mes una sonda espacial, una raqueta, el ensayo de un misil. O mantener grandes cantidades de tropas y armamentos en enormes submarinos atómicos concentrados por largos meses y hasta años en las profundas aguas oceánicas y marinas.
Hoy día los rusos se disputan el mercado mundial con ese tipo de producción, con los grandes productores .
Posiblemente a principios de los años 70 vi los primeros televisores blanco y negro en mi natal San Juan. Ya cursaba los finales de la Primaria. Mucha juventud había aprendido a levantar banderas. Eran multicolores, no vi ninguna blanco y negro. En los muros de San Juan aparecía la consigna  “vergüenza contra dinero”, a lo que hoy día diríamos: “vergüenza y dinero”.
El Canal entonces era único: la Radio Televisión Dominicana de hoy día. Había una hora en la tarde, en que las familias sanjuaneras se reunían en las salas de sus hogares, para ver y después comentar la novela de TV: Juan sin miedos.
Las antenas televisoras colocadas sobre el tejado de las residencias eran tan escazas que podían contarse con los dedos de las manos y sobraban varios de ellos. Y sin ellas nada podía verse en las pantallas. Esa novela fue un verdadero éxito en San Juan de la Maguana. Y en consecuencia, creció la venta de televisores y antenas.
El cable metálico del telégrafo que unía y comunicaba San Juan con Santo Domingo se apoyaba en postes de madera que nunca superaban los 5 metros de altura. Podemos imaginar la enorme cantidad de estos postes y alambre que se necesitó colocar en la carretera de 203 kilómetros.
Y sin embargo, cuando los ventarrones hacían presencia en el Sur, el telégrafo no llegaba y la gente se quedaba sin mensajes exteriores o internacionales ya que la naturaleza diezmaba el medio comunicativo. Asi ocurría con las antenas televisoras colocadas sobre el tejado, cada ventarrón deñaba el Medio Televisivo.
Y cuando podía ser respuesta, entonces ya habíamos perdido varios capítulos de Juan sin miedo. Y no había manera de recuperarlos. Pero la gente se las ingenia para sobrevivir y para saber. Asi fue que Juan sin miedos ocupo a los Viajeros.
La narración del Viajero y/o del  Conductor resolvía las inquietudes. Nosotros viajábamos por carretera con Choferes como Sandino y Cabo de Rifle, pero si las lluvias resultaban extremas, entonces en El Número de Azua la vía aparecía cortada por derrumbes.
El Saco lleno de cartas que debió llegar al Edificio de Correos pasaba desde un Carro hasta el otro, y asi mismo pasaban los Pasajeros y el Chofer. 
Pero venían las Cartas humedecidas y a veces sin dirección o destinatario visibles.
Es decir que al no poder atravesar el improvisado relleno en la carretera, los Choferes se las ingeniaban para intercambiar Carros, Pasajeros,  y paquetes. El Carro regresaba a San Juan pero el Chofer del mismo y sus acompañantes continuaban el viaje en el Carro que venia en sentido contrario.
Intercambiaban los vehículos para no perder la oportunidad del viaje. El Viajero que regresaba a su hogar o al familiar era quien narraba la parte del film Juan sin Miedos que dejamos de ver días atrás por el corte eléctrico. Y cuando no, el Chofer.
En la Parada de San Juan, una vez distribuidos los Pasajeros, el Chofer recién llegado desde Santo Domingo era abordado por  televidentes, entonces conocían los pasajes perdidos del film de Juan sin miedos.
Asi eran los viajes, el Pasajero avisaba al Chofer horas antes, y el Chofer en la madrugaba pasaba recogiéndolo por su hogar, a veces el Chofer podía pasar por tu casa a las 4:00A.M. y la tardanza recogiendo Viajeros podía permitir la salida a las 6AM, dos horas después. Más de cuatro horas en la Carretera.
Admito que no existían teléfonos en las proximidades de mi hogar ni en mi hogar, eso llego poco tiempo después.  De haber existido en los días en que la TV pasaba Juan sin miedos, los atractivos novelescos que no podíamos ver por falta de energía eléctrica o por averías, los hubiésemos conocido por esa vía comunicativa.
Juan sin miedos fue una novela que enraizó en el corazón del sanjuanero. Podría decir el origen de Juan sin miedo, México. Asi como el cine o el teatro deja huellas indelebles en la psiquis humana y en la personalidad, Juan sin miedos pudo haber marcado a muchos de nosotros.
Durante los años de mi juventud  se daba como un hecho real el dar a comer panales de huevos de avispas con leche a los perros, y transmitirles la ferocidad de esos insectos a los cuadrúpedos, para así transformarlos en perros feroces, guapos, agresivos, sin miedo.
Pienso que se requiere valor humano en Colombia para lograr la paz, de la presencia de Juan sin miedos.
No debemos temer a las consecuencias de la paz.
La paz puede ser el proceso y el fruto del revelado de una fotografía blanco y negro en Colombia.
Un fruto que desborde pasiones y expectativas. El producto del interés colectivo. El pasarle por encima a los obstáculos posibles en la vía.
Para alcanzar la paz no se requiere mucho colorido ni alborotos sino amor por todos y por todas. Esa es la enseñanza de Juan sin miedos, amor por la vida.





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