Repetidas veces a
Herodes: No te es
licito tener a la
esposa de tú hermano
Mr: 6.18
SALOME
(La danza de la sangre)
Salomé, aquí aquietada, óyeme:
Nada te vale, aunque esquives el rostro.
¡No importa!, te conozco... ¿pues acaso
(no eres siempre tú misma,
mi torrente,
mi sangre?
Eres mi fiera en acecho
bramadora
o columna de aire
que con voz de contralto
niega gravedad.
Hija de la herejía
no admites profecía;
enconado desvelo, tu pie ligero
va marcando un compás,
inminente,
mortal.
Hoy es todo tu ámbito
y a él me arrastras,
devastadora y trágica.
Andas descalza y ávida
por todos mis caminos:
tumultuosa y desnuda llegas
y ahí estás.
Los címbalos del pulso vibran
negando mi pretendida eternidad.
Anuncias tu presencia con un tamborileo
como de pandereta
sobre la nervadura
de los cinco sentidos.
Retadora - apretada o distante-
te lanzas ... ¡a danzar!
Huyes en un esguince;
en otro te devuelves;
giras y tornas.
lates,
lates,
lates sin cesar ...
Al fin, de un salto ganas
el magnifico estrado hueco del corazón.
Allí tu danza es eco...
¿Qué Bautista reclamas decapitado y trunco?
¿Qué el corazón predica
que hay redención
y hay un mañana ... ?
Ah... es un profeta loco,
y si lo cree
no miente,
no merece castigo.
Salomé
Hija de la herejía
¡Cesa ya de danzar!
¡Ahora, No.920, 13 de julio de 1981
Reloj de Sol
Carmen Quidiello de Bosch
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