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lunes, 15 de junio de 2009

SALOME

Juan había dicho
Repetidas veces a
Herodes: No te es
licito tener a la
esposa de tú hermano

Mr: 6.18

SALOME



(La danza de la sangre)



Salomé, aquí aquietada, óyeme:

Nada te vale, aunque esquives el rostro.

¡No importa!, te conozco... ¿pues acaso

(no eres siempre tú misma,

mi torrente,

mi sangre?


Eres mi fiera en acecho

bramadora

o columna de aire

que con voz de contralto

niega gravedad.


Hija de la herejía

no admites profecía;

enconado desvelo, tu pie ligero

va marcando un compás,

inminente,

mortal.


Hoy es todo tu ámbito

y a él me arrastras,

devastadora y trágica.

Andas descalza y ávida

por todos mis caminos:

tumultuosa y desnuda llegas

y ahí estás.


Los címbalos del pulso vibran

negando mi pretendida eternidad.

Anuncias tu presencia con un tamborileo

como de pandereta

sobre la nervadura

de los cinco sentidos.


Retadora - apretada o distante-

te lanzas ... ¡a danzar!

Huyes en un esguince;

en otro te devuelves;

giras y tornas.

lates,

lates,

lates sin cesar ...


Al fin, de un salto ganas

el magnifico estrado hueco del corazón.

Allí tu danza es eco...


¿Qué Bautista reclamas decapitado y trunco?


¿Qué el corazón predica

que hay redención

y hay un mañana ... ?

Ah... es un profeta loco,

y si lo cree

no miente,

no merece castigo.


Salomé

Hija de la herejía

¡Cesa ya de danzar!



¡Ahora, No.920, 13 de julio de 1981

Reloj de Sol

Carmen Quidiello de Bosch

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