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viernes, 7 de enero de 2011

El general Ampallé




E. O. GARRIDO PUELLO | NARRACIONES Y TRADICIONES

El general AmpalléA dos kilómetros de la población de San Juan de la Maguana tuvo su hogar un conocido
personaje de nuestras contiendas civiles. Se llamaba Victoriano Alcántara; pero más bien se le conocía por el apodo de Ampallé. De origen esclavo, tenía una posición independiente creada con su trabajo y ayudada eficazmente por los cargos políticos que había desempeñado en distintos gobiernos.

Fue hombre de confianza de Lilís. Siendo jefe de Fronteras protagonizó varios curiosos episodios. Los jefes de Fronteras de esos tiempos eran señores de horca y cuchillo, que hacían y disponían como mejor les viniera en gana en su jurisdicción, amparados por la distancia, las dificultades de comunicación y la resignada conformidad de los pobladores. Los gobiernos tácitamente aprobaban todos los desafueros que cometían sus autoridades y amigos, en la creencia de que se obraba
según convenía a la política del momento. Esa ligereza en la manera de obrar y pensar de
los dirigentes fue la causa primordial del vía-crucis que atravesó el país durante varios decenios de su vida independiente.
La jefatura de Fronteras tenía como asiento el antiguo y desafortunado poblado de Bánica.

Un día se presentó ante el General Ampallé el Pedáneo de Guayabal con un haitiano amarrado, acusado del robo de cerdos. El General ordenó el fusilamiento. Dos días después volvió nuevamente el mismo Pedáneo con otro haitiano amarrado y rectificando su información anterior: el verdadero ladrón de los cerdos era el prisionero presente.

El General Ampallé oyó sin inmutarse la nueva in formación y ordenó el fusilamiento del prisionero. Su comentario sobre el particular fue:
—Caney, (expresión muy usual del General) el otro alguna debía.

Un secretario del general me contó muchas veces esta otra anécdota. Regresado de sus
posesiones de Joca puso en manos de dicho Secretario varias notas contentivas de la cantidad
de cerdos de su pertenencia para ser sumadas. El Secretario ordenó las notas y comenzó la
suma. Ocho y siete quince y me llevo uno. Nueve y ocho, diecisiete, más cinco, veintidós
y me llevo dos. Cuando el General consideró que el Secretario se había llevado bastantes
cerdos, le dijo humorísticamente:
—Mariano, caney, suspende la cuentecita, pues te estás quedando con todos mis cerdos.
Aludía en son de crítica a la forma de sumar de su secretario.

Ampallé, Jefe de Fronteras, se había apropiado del predio de Joca, de la común de Bánica, por compra de una parte que hiciera a la Iglesia. Este predio está ubicado entre montañas, al norte del poblado y lo riegan los ríos del mismo nombre y Artibonito. Con la apropiación llegaron las prohibiciones: montear, sabanear y pescar. Un repentista, haciendo burla de las prohibiciones, escribió unas humorísticas décimas cuyo pie, con la estampa de Ampallé, se hicieron muy populares, aunque le costaron el abandono del lugar. Las partes que de ellas se conservan dicen así:

El lunes por la mañana
mandaron de Mirabalé
del río Artibonito un Morón
con una A y una V.
Dizque va a hacer un corral
en medio del Artibonito
para estampar el pejecito
que le queda sin herrar.
Hasta a los pejes del mar
les pegará una barreta
sólo falta una liceta
que se salió del chinchorro.
¿Dónde está la plata y oro
de la Santa Madre Iglesia?
A un triste alumbrador
porque pescó un camarón
lo metió en la prisión
y lo hizo fusilar,
y con Bánica quiere acabar
Misericordia Señor.
Los hijos de siña Andrea
fueron una noche a alumbrar
y mataron una guabina
con una V y una A.

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