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miércoles, 31 de agosto de 2011

Tellelle


Narraciones Y Tradiciones/ E. O. Garrido Puello

No hay pueblo que no tenga, en la historia borrosa de su pasado, una figura interesante. San Juan tuvo, entre otras, a Tellelle. Su nombre verdadero: Telésforo Cuevas; pero era más conocido por el familiar apodo. Quizás por su verdadero nombre pocas personas hubieran sido capaces de identificarlo.

Tellelle, en el desvanecido tiempo de su juventud, formó parte de la policía gubernativa. Como policía prestó buenos servicios a la sociedad. Los comentarios sobre su honradez fueron siempre elogiosos y ponderativos. Entre otros actos de su probidad se recuerda el episodio de las valijas. Eran tiempos lluviosos y de ríos crecidos.

El San Juan, caudaloso vecino del poblado, estaba a varios pies sobre su nivel. Un imprudente viajero, sin medir las consecuencias de su terquedad, trató de vadearlo. La impetuosa corriente arrastró caballo y jinete, salvándose ambos de pura casualidad, gracias a la resistencia de la cabalgadura.

El viajero salvó la vida, pero se quedó con lo de arriba: las valijas las arrastró la corriente y en ellas iba, además de la ropa, su fortuna. Se corrió la voz del suceso. Grandes nadadores desafiaron el peligroso río y bucearon en distintas direcciones en busca de las codiciadas valijas, en las cuales se sabía habían varios miles de pesos en oro. Tellelle, más avisado o más práctico, se fue un kilómetro más abajo del paso y algunas horas después depositó en manos del Jefe Comunal las ambicionadas valijas con todo su contenido intacto. Pudo haberse quedado con ellas. Pudo haber mellado el contenido. Nadie lo vio. Nadie sabía de sus andares. Pero no lo hizo. Se conformó con el premio ofrecido: una onza.

Allá en mis años mozos, reunidos varios jóvenes en una esquina del parque, acertó Tellelle a pasar frontero a nuestro grupo. Uno de los compañeros, un espabilado joven, queriendo divertirse a costa del honrado vejete, le dijo:

—Tellelle, si te hubieras quedado con las valijas no anduvieras viejo y pobre, encorvado bajo el peso del trabajo y de los años. –Y se rió de su chiste mal sonante y más que mal sonante, carente de piedad. Tellelle, irguiéndose en toda su majestad ofendida, respondió:

—Joven, la honradez vale más que la riqueza. Viejo soy. He trabajado duro. He pasado muchas miserias; pero no me arrepentiré jamás de ser un hombre honrado. –Y continuó su camino, encorvado bajo el peso de los años y de la miseria; pero digno, mientras nosotros reconveníamos al atolondrado joven.

Ya viejo, Tellelle ejercía las funciones de zacatecas en el cementerio de la villa. Muchas veces lo vimos, muy anciano, en su afanoso bregar. La vejez lo hizo renunciar a sus funciones.

Las manos que no habían querido delinquir, se negaban a darle el sustento. Tellelle es una lección de probidad.

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