Buscar este blog

domingo, 8 de abril de 2012

EL POEMA DE LA SABANA



Ofrenda a San Juan de la Maguana
VICTOR GARRIDO


                         I
Llevo en mí ser cuanto me dio mi tierra
Del fondo de sus hatos se levanta
la savia augusta que nutrió mi planta
y me afinca a sus valles y su sierra.

Mi corazón en su raíz se aferra
A aquella realidad que no quebranta
El paso de la vida que no adelanta
Con nuestra vieja tradición en guerra.
Ella me dio con la mujer amada,
Esta pureza a mi vivir pegada
Como el rudo capá de la campiña.
Y este soñar que me dejó de herencia,
Formado con el alma y con la esencia
De aquellos campos que el Señor aliña.

                       II

¡Os: evoco, rosada lejanía!
os guarda el corazón.  ¡Oh, verdes campos
envueltos en la gloria de los lampos
con que os adula al despertar el día!.

¡De mi tierra mirificadas praderas
que cubren de verdor los arrozales,
y estrechan con sus brazos los canales
para llevar el agua hasta las eras!

Dais a mi vida su frescor lejano
con vuestro río que atraviesa el llano
bordeando cerrejones y colinas,


y vuestras albas, llenas de arreboles,
tejiendo su mantón de tornasoles
con el blanco vapor de las nebinas.

                             III
Con sus viviendas de sequiza cana
Que la intemperie sin cesar mancilla.

Dominando el recinto solitario
con la paz de su cruz que el tiempo arruga,
la torre secular del campanario
donde la aurora a saludar madruga.

En busca del claror de la llamada,
al descender la noche, la vacada
inunda silenciosa los senderos;
y asoman las estrellas en la altura,
cual si invisible mano en la negrura
abanicase un ramo de luceros.

                           IV
 Es el abril con sus ardientes albas,
Con sus lentos crepúsculos dorados,
Con sus patios de rosas y de malvas
y sus rebaños en los quietos prados.

Desde las cumbres de las altas lomas
Llegan al valle las tranquilas lluvias,
 e invaden las floretas los aromas
y las silvestres campiñas rubias.

Con el sol de la bruja primavera,
principian a nacer los recentales
en toda la extensión de la pradera;
y el sueño de altozanos y breñales
rompe entre albores la canción vaquera
cuando al trajín se dan los mayorales.

                             V

¡Oh, fiestas de San Juan- hoguera y vino-
y jinetes que van en la montura,
haciendo galas de primor y trino
sobre el potro enjaezado con finura!

Trajeado de colores el Bautista,
tambaleándose en manos de la gente
bajo un cielo de grana y amatista
lo llevan por las calles lentamente.

Alborotan jadeante las comparsas
en el calor de sus alegres farsas
y atruenan las campanas con sus voces.
Carreras de sortijas y alboradas,
Ramos, misas de diez, salves cantadas,
y entre ruido y fervor mundanos goces.

                            VI

En un extremo de la antigua aldea
la plaza de las ferias sabatinas,
donde en variada confusión campea
el fruto de las huertas campesinas.
 En otro extremo, la rural gallera
donde afluye la tropa abigarrada,
que apuesta en la embriaguez de la jugada
cuanto lleva en valor la faltriquera.

Y cuando empieza a declinar el día
la pintoresca múltiple teoría
de la gente que torna a sus lugares;
dichosos unos al vencer su gallo,
y otros, muertos de alcohol sobre el caballo,
con olvido fugaz de sus pesares.

                            VII

Junto a la casa en que la niña mora
Como reina gentil de la comarca,
para servir a su imperial señora
 al garrido alazán el cuello enarca.

Acuden a la cita alborozada
en corceles vivaces y altaneros,
otras niñas del pueblo, prestigiadas,
de una corte de mozos caballeros.

Ganan sonrientes la campiña abierta,
que se ofrece a sus ansias como puerta
para soltar el volador deseo.

Y cuando tornan con la luz que expira,
hay más de una doncella que suspira
prisionera feliz de un devaneo.

                             VIII

Es medianoche. En el astral sosiego
suena el bordón de la guitarra tierna;
está enhebrado, con la voz del ruego
una canción para la amada eterna.

En las blanduras de la muelle alcoba
La virgen sueña entre la calma tibia;
El bardo canta a quien su amor le roba
Y espera en vano a quien su pena alivia.

Afuera el aura en el rosal anida,
Entre celajes de la blanca luna,
Para quedar en el barcón dormida.

En la penumbra de la reja maga,
la suspirante endecha sin fortuna
en el silencio idílico se apaga.

                                IX

Viene el otoño con sus aires fríos
y maduran los granos en las eras;
se inicia el afanar en las queseras;
sucede la estampada a los plantíos.

Con la diaria labor es la hatería
una porción de la colmena humana,
que amasa con el pan de la sabana
el hondo amor a la heredad natía…

Muere la tarde en el confín sangrante,
Y se pueblan los llanos y los cerros
Con el mugido del ganado errante,
Que acosado en la cola por los perros,
Busca el abrigo del corral distante
Entre el ronco ulular de los cencerros.

                                    X

Es nochebuena. El bravo mocerío
echa la pierna a su mejor potranca,
y entre unos tragos de aguardiente arranca
en busca del liviano mujerío.

Luce orgulloso tricolor bufanda
y el traje que ganó con la cosecha;
y oculta adrede en la cintura estrecha
el arma protectriz en la parranda.

En los jolgorios del poblado encuentra
la moza alegre y el violín serrano,
y en competencias del amor se  adentra.

Mas cuando al templo el campanario invita
para cumplir con su deber cristiano
el fervor en su pecho resucita.

                              XI

 ¡Pasajes de las altas cordilleras:!
¡Llanuras con sus flores amarillas!
¡Ribazos en que crecen las javillas
sombreando de verdor las torrenteras!

¡Majestad de los anchos horizontes!
¡Brisas cargadas de boscoso aliento!
¡Mariposas de junio por el viento!
¡Palomas y torcaces de los montes!

¡Luna de agosto tras plomizo velo
y luna de diciembre suspendida
como un diamante en la oquedad del cielo!

Recostado en la sangre de mi herida,
Volviendo atrás el torturado anhelo,
siento pasar mi juventud florida.

No hay comentarios: