En la ruralia dominicana
emerge la vida, los brotes de maíz florecen y el canto del barrancolí despierta
la madrugada. Hoy al igual que ayer el café de la mañana despabila el tiempo.
Los ríos fluyen y la fuerza del agua emerge sin que la desmemoria pueda arráncale
a la gente la conexión con los/as ancestros/as. Así funciona la vida, recogen
piedras, se funda mitos, cuentas historias y desvelan los pasos de nuestros
abuelos/as indígenas.
Hoy es conexión y
encuentro, un día como otro, una afectividad que conmemoro. Es mi fuerza,
cabeza que conjuga los tres tiempos, lo activo, lo pasivo, lo masculino, lo
femenino, el viento, el agua, lo destructivo y lo constructivo. Es la fuerza de
Guabancex, cemí andrógino que tuerce el tiempo y la continuidad. Es mi abuela,
ancestro vivo que reconecta en la presencia de lo que somos en los cuatros
elementos de la naturaleza.
Es la polisíntesis
aglutinante, la conjunción de las tres raíces. Es el abuelo Yucahu, representando la continuidad.
Es la línea que no rompió el conquistador o el inquisidor. Son ellos y
nosotros/as, presencia permanente que fluye en los pechos de las abuelas
negras, blancas o aborigen y aquí estamos levantando los velos, la fuerza viva
de la centralidad amerindia, europea y africana.
Hoy en los montes hablan
las piedras. El río jala hasta el fondo
para exteriorizar la memoria, mientras resuena el mayohuacan (tambor sagrado
Taíno) y los hombres y mujeres de la ruralía recuperan el asombro saliendo
despavoridos porque los aborígenes (ancestros) están vivos.
El 8 de agosto conmemora
la vida. Y hoy están aquí, las abuelas danzantes de la luna, anunciando las
profecías de los antiguos, conectando el tiempo y redescubriendo caminos. Ellas
anuncian una ética sostenida en el respeto al otro, a la recuperación del alma.
Hoy las abuelas hablan de la ética del Buen Vivir, de romper la enfermedad del
olvido, de las piedras como abuelitas primigenias y de lo imprescindible que es
cada elemento de la naturaleza. Las abuelitas nos hablan de que necesitamos
establecer el hilo de conexión con el universo. Ya que en la vida reside
nuestra humanidad finita y es el centro de nuestra espiritualidad.
Las abuelas nos dicen que
hay que asegurar las semillas, proteger los bosques, ríos y montañas. Armonizar
los cuatro elementos, ya que la tierra es el cuerpo físico, el agua la sangre,
el viento el aliento y el fuego el espíritu, pues esa es nuestra naturaleza. Si
logramos detener la destrucción del planeta recobrando los ecosistemas sanos y
productivos reconoceremos al Gran Espíritu y defenderemos el compromiso con
nuestra memoria. Hoy la Fundación Guabancex Viento y Agua juntos con ustedes
celebra el día de los pueblos originarios. Hoy recuperamos el anhelo por la
vida misma y reiteramos nuestro compromiso con la transformación.
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