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jueves, 11 de octubre de 2012

Fátima Portorreal mira críticamente el Descubrimiento



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Fátima Portorreal

Antropóloga

Hace mucho tiempo, como 520 años, en los llanos y montañas jugaban alegremente los niños y niñas en nuestra isla, tal como muchos lo hacen ahora, con las semillas del jobo y el piñón. Y  en un bosque apartado, un viejo sabio o chamán frotaba con ungüento de “ají Tití” las piernas de otro niño que -por caminar a horas en que los niños debían estar dormidos- cogió un viento o mal del aire. Una y otra vez frotaba y cantaba el anciano dándoles fuerza a sus piernas. Pero a los tres o cuatro sobos o masajes, el picante empieza quemar la piel; gritaba o chillaba el muchacho, saltaban los pájaros bobos, cantaba el carpintero y hasta el viejo chamán -adormecidas sus manos- se fue a lavar.
Era temprano y las semillas que había pedido la abuela no se habían recogido. Se oía a lo lejos el sonido del caracol o  fotuto. Y dice Yagua Baira (Arco protector): “!Algo pasó! ¿Qué podrá ser? camínenos de prisa”. De  pronto, salió detrás de los árboles Baracutey el joven solitario. Los muchachos apurados preguntaron “¿Qué pasa pana Baracutey?” Hagan silencio, por la bija recién puesta, escúchenme bien –dijo-. “Acabo de ver que con ayuda de Bagua (la mar) llegaron Aras (gente) en tres canoas gigantes. Hablan con el cacique, pero no son Carib (hombres fuertes)”.
“Dice la abuela que no bajen del monte. Y que aunque llegue la noche, cúbranse con la yagua y no coman las guayabas de Opiyeguabirán (Dios Perro). Dice la abuela que hasta que los Guani (hombres nobles) sepan que estos hombres, no son Maboya (espíritus malos), no bajen del monte,  quédense en la jiba o monte”-continuó diciendo el joven solitario-. “¿Y quiénes son ellos?”, preguntó Guare (el mellizo) y contesta Baracutey: “Parecen hombres Guatú (hombres de fuego)”.
Era un 12 de octubre, estos hombres comían y bebían con mucho apetito. Su piel no tenía color, sus vestidos brillaban con el sol y olían distintos.  Hablaban, pero no se le entendía,  tenían en sus manos objetos extraños.  “Creímos que eran dioses”.
Así fue el encuentro. A pesar de que se le dio yuca, mapuey, hicotea, maíz, agua fresca y un lugar donde dormir, aquellos hombres tomaron sus armas y sin importar el guaitiao (intercambio de hermanos) nos quitaron la tierra y la libertad.
Hoy  tomo la palabra y te digo que hace 520 años que llegaron unos hombres que te quitaron el Yucayeque o pueblito, se llevaron las palabras, cambiaron los nombres, robaron comida, semillas, madera y el oro. El bohío (casa) no es el mismo, pero  tú y yo sabemos que estamos aquí con las piedras, las cuevas, la coa, la guayaba, los cobos o caracoles, con el maíz, el mapuey y el casabe. Sabemos que el cocuyo anuncia la noche, los ríos corren y Guabancex (diosa del huracán) arranca los troncos secos para que broten retoños más fuertes.
La memoria hermano/a te trae el corojo (semilla de palmera), el cajuil y el Cemí. Hoy los grandes  señores Guatauba el Viento y Cuatriskia el Agua te anuncian que la madre Guabancex ha llegado para fecundar esperanzas, unir las voces, correr por los montes, identificar a nuestros ancestros indígenas, europeos y africanos, y fumando la pipa de la paz, concitar acciones para el Buen Vivir, respetando la naturaleza, la creatividad y la alegría del Ser.
Hoy 11 de octubre recordamos y reflexionamos sobre el último día en que reinó la Libertad en Abya Ayala (tierra que florece), emprendamos el camino para la comunicación, los encuentros y la convivencia de una cultura de la paz. Hoy estamos apoyando las propuestas y en compromiso con las Abuelas Sabias; honramos, a través de nuestros ancestros/as, el guaitiao o hermandad para construir nuevas reglas de convivencia. Es momento oportuno para rechazar la colonialidad, el racismo, la explotación y el  hurto de nuestros recursos naturales. Celebramos la libertad que hace 520 años hacía correr a los jóvenes por los montes y lomas de la isla. Hoy con tu presencia celebro la vida.

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