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miércoles, 5 de agosto de 2015

¡ADELANTE CON UNA INICIATIVA COLECTIVA PARA PROTEGER EL LEGADO HISTORICO-COLONIAL DOMINICANO!


Por Anthony Stevens-Acevedo. Bogota, New Jersey, 13 de agosto del 2013.

Merece y tiene nuestro apoyo pleno la idea de convocar alguna forma de diálogo para definir un consenso de objetivos y prioridades para la protección, defensa, consolidación y promoción de los patrimonios históricos provinciales dominicanos en todos los lugares donde nuestros conciudadanos estén dispuestos a aunar fuerzas y voluntades para hacerlo. Es un reto que nos incumbe a todos, aunque tengamos que reconocer que debido precisamente a sus responsabilidades oficiales de gestión y liderazgo públicos, o sea, nacionales, colectivos, delegadas por los ciudadanos a través de las urnas, las autoridades estatales-ministeriales son las que en general tienen más responsabilidad y recursos para poner en acción cualquier iniciativa, incluida esta de un diálogo constructivo urgente sobre cómo impedir que desaparezca nuestro patrimonio histórico-colonial, que representa el período más largo acumulado por el pueblo dominicano en su proceso de formación. 

De hecho, son estas las realidades que ponen a prueba nuestra cohesión y solidaridad como sociedad-etnia nacional, como patria compuesta por paisanos que comparten unas aspiraciones y un futuro, mucho más que todas las ceremonias con micrófonos y declaraciones y discursos pomposos y rimbombantes donde todo el mundo se pone tieso escuchando las gloriosas notas del himno nacional, y que casi siempre no pasan de ser un momento de gran teatralidad pública que casi nunca se traduce en nada que impacte en el bienestar de las comunidades donde se celebran.

A mi humilde entender a este diálogo hay que invitar a todos los sectores que estén dispuestos a participar constructivamente en el mismo con un criterio de negociación de prioridades que garantice acciones visibles y medibles y decididas con criterios razonados, y que permitan un plan de acción que, desde que se ponga en movimiento, nos consienta ver resultados en tiempos razonables y a más largo plazo. Unos pasos tendrán que ser urgentes, otros requerirán más planificación y tiempo para ejecutarlos y financiarlos. Pero tenemos que ser capaces de producir un plan y ponerlo en acción de una manera que sus resultados se vayan viendo gradualmente de una manera medible. 

Los casos de inundación como el que ocurre en la actualidad en lo que se supone son los restos del ingenio azucarero que fue de Juan de León y los hermanos Alonso y Pedro Fernández de las Varas en lo que hoy es La Culata, en San Juan de la Maguana, una construcción de los años 1520s nada más y nada menos, son de urgencia inmediata preponderante, y no es aceptable bajo ningún concepto que el Estado Dominicano y las delegaciones de sus Ministerios en San Juan de La Maguana o en la Región Sur Oeste del país, tengan que tardar demasiados días en una iniciativa rápida pero cuidadosa, orientada no sólo por ingenieros hidráulicos sino también por los arqueólogos dominicanos que recomienden como hacerlo del modo históricamente más respetuoso, para comenzar a drenar y desecar ese sitio histórico. Las operaciones de desyerbe y desbroce en ese mismo ingenio, cubierto por una maleza densa, son igualmente una labor que sólo parecería requerir machetes y sierras bien afilados, además, de nuevo, de una supervisión por arqueólogos para que se haga con la debida delicadeza. Con un Plan Nacional regular de vigilancia y campañas regulares de monitoreo de aguas alrededor de estos lugares y chapeo se garantiza que los lugares estén al menos liberados de un proceso de destrucción natural activa.
Más costoso en planificación y recursos va a ser el enorme esfuerzo de consolidación física, acondicionamiento y presentación pública, cultural y educativa de todo el tesoro de los monumentos coloniales dominicanos que yacen arropados por vegetación o abandonados a la acción de los elementos por distintas regiones dominicanas. Pero eso no quiere decir que los dominicanos debamos seguir consintiendo que eso justifique el seguir dándonos el lujo de tolerar que nuestro patrimonio histórico, de nuevo, único en el hemisferio, se deshaga delante de nuestros ojos, y que dentro de otra generación lo hayamos dejado desaparecer y no tengamos nada que mostrarle a nuestros hijos y nietos sobre el largo pasado de experiencia histórica, construcción cultural y lucha humana que cargamos a nuestras espaldas como pueblo, y del que podemos sentirnos orgullosos como acervo cultural frente a todo el bombardeo que nos llega de fuera intentando inducirnos a orientar nuestras conductas, nuestro consumo, nuestra diversión y nuestras vidas según valores que con frecuencia no responden a nuestra realidad ni a nuestro ambiente, ni a la historia peculiar de la que somos herederos, sino a los intereses de grandes corporaciones globales o cuando menos extranjeras a las que no les interesa en nada esa legado histórico.
Tiene que haber una forma en la que los dominicanos preocupados por la preservación y promoción de nuestro patrimonio histórico-colonial podamos dialogar de una manera sistemática con las autoridades de nuestros Ministerios de Cultura, Turismo, Educación, Educación Superior, Ciencia y Tecnología, Obras Públicas, Medio Ambiente, y Economía, Planificación y Desarrollo, para pautar un Plan o Política Nacional sobre nuestro Patrimonio Histórico del que todos nos hagamos compromisarios. Idealmente, todos estos Ministerios deberían participar, porque todos tienen potencialmente una incidencia en la preservación del patrimonio. De eso se da uno cuenta no más yendo a uno de nuestros sitios históricos olvidados y viendo cómo no hay una carretera mínimamente decente que los comunique, cómo no hay nadie que impida su invasión por la vegetación, cómo no les dan publicidad nuestros gestores turísticos, cómo nadie organiza visitas turísticas culturales hacia ellos, cómo no hay lugares de aseo a su alrededor, cómo no se enseña su historia en las escuelas a nuestros jóvenes, cómo no se atiende a la situación del medio ambiente a su alrededor, cómo no se financia ninguna investigación histórico-arqueológica científica que desarrolle nuestro conocimiento sobre el pasado que esos restos representan y cómo no se habla nunca, en las discusiones del presupuesto nacional, sobre cómo asignar un mínimo de dineros para hacer pública, estatal, su protección. Y por supuesto, todos los sectores profesionales y cívicos preocupados por el tema deberían poder participar con pleno derecho de presentación de propuestas en un diálogo que sea ágil y con un calendario practicable.

¿Cuál sería el foro ideal para iniciar esta conversación práctica entre representantes del gobierno dominicano y los ciudadanos y organizaciones genuinamente preocupados por la salvación de nuestro patrimonio histórico material? ¿La Academia Dominicana de la Historia? ¿El Ministerio de Cultura, como entidad más directamente relacionada con la protección de nuestro legado cultural? ¿Una universidad? ¿Una fundación cultural? ¿Un ayuntamiento, por ejemplo, el mismo de San Juan de La Maguana? Para el caso, casi da lo mismo cuál sea el espacio de diálogo y lo que importa es que sea adecuado e incluyente.

Desde la diáspora dominicana en Estados Unidos, por otra parte, es posible que algunos podamos colaborar en ese diálogo para la implementación de un Plan de Acción de Promoción del Patrimonio Histórico. Los dominicanos de la diáspora colaboran constantemente en miles de maneras que entienden benefician al país, y estoy seguro de que muchos se solidarizarían con una iniciativa creible y confiable y transparente para preservar ese patrimonio. No sólo porque les preocupe y duela enterarse de que muchos restos históricos de su país de origen están en vías de desintegración, sino porque probablemente también les preocupe no poder mostrarle a sus hijos y nietos nacidos en la diáspora los vestigios que hablan de un pasado que nos ha hecho ser diferentes como pueblo y como comunidad inmigrante que ha llevado a donde quiera que ha ido, sobre todo a los Estados Unidos, una visión del mundo y una cultura con la que se identifican y que ven como una contribución a lo que son los Estados Unidos (y el resto del mundo) de hoy. 

Pero no cabe duda de que son los dominicanos preocupados residentes en el país de origen los que deberían tomar el liderazgo de esa convocatoria, porque residir en el lugar de los hechos les hace más fácil, en mil maneras, poner la bola a correr en este sentido. Los que estamos “fuera” seguramente podremos arrimar el hombro en la iniciativa para hacerla más eficaz, contundente, audible y visible.

Imágenes: Restos de lo que probablemente fueron paredes de un ingenio de azucar colonial y fragmento de una horma o molde de cristalizar azucar en el mismo ingenio, ambos muy posiblemente del siglo XVI. Paraje Hato de La Culata, San Juan de La Maguana. Sábado, 27 de julio del 2013.
El autor es historiador de origen dominicano, parte de la diáspora dominicana en Estados Unidos y Miembro Correspondiente Extranjero de la Academia Dominicana de la Historia.

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